Sean Fraser. Fotografía de Lars Hagberg | AFP |
POR Diego Marcano
El ministro de migración de Canadá, Sean Fraser, anunció que el ejecutivo planea recibir a casi 500,000 migrantes por año hasta el 2025, sumando un total de 1.5 millones de migrantes, una medida que busca hacer frente a la escasez de talento humano en el mercado laboral y mantener el crecimiento económico.
Canadá, al igual que muchos otros países occidentales, enfrenta una tendencia demográfica de pirámide poblacional invertida en la que la población envejece y la tasa de natalidad cae, generando dificultades para mantener los sistemas de seguridad social. En este contexto, el sistema de pensiones, el sistema educativo y de salud estarían en riesgo sin una fuerza laboral jóven que lo sostenga.
“Es muy simple. Canadá necesita más gente. Los canadienses entienden que necesitamos que nuestra población siga creciendo para satisfacer las necesidades de la fuerza laboral y estabilizar esta preocupante tendencia demográfica”, afirmó Fraser.
El ejecutivo canadiense busca una implementación inmediata del plan migratorio, ante las preocupaciones suscitadas por el número récord de personas que se acercan a la edad de retiro en Canadá, de acuerdo con datos de la agencia federal encargada de producir estadísticas de interés nacional.
El gobierno canadiense estima que sin medidas que estabilicen las tendencias demográficas y del mercado, en 10 ó 15 años, el país podría perder la capacidad de financiar escuelas, hospitales y servicios públicos que hoy son piezas esenciales del modelo canadiense.
El plan del gobierno se diferencia dramáticamente de otros países occidentales como Estados Unidos y Reino Unido que, reacios a la migración, basan gran porción de su sistema migratorio en la reunificación familiar y no en la migración económica con intereses de desarrollo del mercado, como sí lo hace Canadá.
Vale la pena señalar que este país tiene un sistema de inmigración funcional que responde racionalmente a sus necesidades económicas. Estados Unidos no. Por ejemplo, el programa estadounidense H1-B para trabajadores calificados, incluidos aquellos con títulos avanzados, se ha limitado durante años a 85,000 visas anuales, lo que no permite utilizar la migración en servicio del interés económico del país.
En Estados Unidos, solo un quinto de los migrantes que obtienen una Green Card (permiso de residencia) lo hacen por motivos de migración económica. En Reino Unido sólo uno de cada cuatro residentes permanentes obtuvieron su permiso de permanencia mediante una vía de migración económica. Si bien en estos países existe la posibilidad de suplir necesidades de la fuerza laboral y el mercado con profesionales migrantes, éstos deben ser obligatoriamente patrocinados por un empleador, lo que no constituye un requisito obligatorio bajo el sistema canadiense.
Hasta 1967, Canadá asignaba cuotas migratorias a cada país, dando preferencia, después de la Segunda Guerra Mundial, a la llegada de migrantes provenientes de países de Europa occidental, Estados Unidos y Reino Unido.
En 1967, bajo la administración del Primer Ministro Lester B. Pearson, Canadá se convirtió en el primer país del mundo en implementar un sistema migratorio de puntos en el que se prioriza a los inmigrantes altamente calificados para que contribuyan con la economía nacional, un sistema similar al implementado en Nueva Zelanda y Australia.
Bajo este sistema de puntos, la migración ha permeado el tejido social canadiense. El censo más reciente reveló que los migrantes constituyen el 23% de la población total, la más alta proporción desde su independencia del Reino Unido en 1867.
La opinión pública a favor (o en contra) del interés nacional
Existe un amplio consenso entre la ciudadanía canadiense sobre los beneficios que aporta la inmigración. De acuerdo con una encuesta publicada a finales de octubre por Environics Institute, el 69% de los canadienses están de acuerdo con los niveles actuales de inmigrantes en Canadá y el 85% considera que los migrantes tienen un impacto positivo en la economía.
La disposición de Canadá de dar la bienvenida a más inmigrantes para aumentar la población, sostener los servicios de seguridad social y suplir casi un millón de vacantes en el mercado laboral, con preferencia hacia los inmigrantes calificados en campos donde el país tiene una escasez crítica de mano de obra, responde a la búsqueda de soluciones desde una política pública promovida por el ejecutivo.
Otros países de occidente que también enfrentan tasas de natalidad bajas y una población envejecida, encuentran obstáculos para implementar políticas migratorias en favor de suplir la demanda de trabajadores en el mercado laboral cuando la opinión pública es adversa a la migración.
Resalta el caso de Italia, donde Giorgia Meloni, primera mujer en ocupar el cargo de presidenta del Consejo de Ministros, ascendió al poder el 22 de octubre de 2022 con un fuerte discurso antiinmigración, el cual había gestado a lo largo de su carrera política.
“La migración devasta la cultura, devasta el turismo, devasta la seguridad; lo devasta todo. Nada bueno sale de eso. Ni siquiera para los inmigrantes”, dijo Meloni en 2017 durante la campaña a las elecciones locales, cuando era parlamentaria de la cámara de diputados por la región de Lombardía.
Con una tasa de fertilidad de 1,35 por mujer, Italia tiene una de las tasas de natalidad más bajas entre los países ricos de occidente, y está incluso por debajo de la tasa promedio de 1.6 de la Unión Europea. El 22.8% de su población tiene más de 65 años, posicionando al país mediterráneo como uno de los países con mayor proporción de población de la tercera edad.
En lugar de emplear la migración como lo hace Canadá, con reformas y políticas públicas que responden a la realidad económica del país, otros se ven limitados por la opinión pública, e incluso descartan la opción por discursos de populismo xenófobo, sin plantear soluciones concretas.
Desconcierto entre migrantes y nacionales
Pese a que Canadá recibió a 1.3 millones de inmigrantes en los últimos cinco años, distintos obstáculos en el sistema dificultan que los migrantes ocupen puestos de trabajo en los que hay escasez de profesionales.
Por ejemplo, el sector de salud, privilegiado en el sistema de migración por puntos, atraviesa una escasez de profesionales capacitados que pone en riesgo la estabilidad del servicio de atención en salud y a sus beneficiarios. Un reciente reporte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sostiene que el 60% de los médicos y enfermeras en Canadá que han sido entrenados internacionalmente no están trabajando activamente en la profesión en la que se formaron.
El problema también se evidencia en otros sectores. Un reporte de Scotiabank encontró que dos tercios de los inmigrantes recién llegados a Canadá tienen un título universitario, pero sólo el 40% de ellos cuenta con un empleo que exige al aplicante haberse graduado de la universidad.
Si bien el sistema migratorio de puntos busca filtrar y seleccionar a los futuros residentes permanentes de Canadá bajo un criterio de eficiencia económica en un esfuerzo por atraer a migrantes calificados, el talento de estos es en gran medida desperdiciado.
Para Claudia Hepburn, directora ejecutiva de Windmill Microlending, una organización caritativa que busca apoyar a migrantes calificados a través de préstamos asequibles, Canadá debe reconocer las credenciales extranjeras que traen los migrantes, para que no sólo puedan contribuir con sus habilidades a la economía canadiense, sino que también encuentren incentivos para escoger residir en Canadá por encima de otros países como Alemania, que también está en la búsqueda de migrantes calificados.
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