Aquellos que sienten ser su cara, viven identificados a un Ego artificial creado por la familia, la sociedad y la cultura. Los que viven más allá de su cara, son seres que han despertado su conciencia y ACEPTADO QUE SON ANTES QUE NADA UN ALMA.
¿Cuál fue el rostro de Jesucristo? Nadie lo sabe. Los pintores del Islam representan al profeta Mahoma con un velo que oculta a su rostro.
Cuando mi Maestro Ejo Takata me planteó esta adivinanza sagrada: “¿Cuál era tu rostro antes de que nacieras?”, la esquivé respondiendo: “No lo sé, en ese entonces no tenía un espejo”, Ejo me gritó “¡Intelectual, aprende a morir!”
El alma del sabio no se refugia en su cara, la atraviesa. No actúa en nombre de él mismo sino en el del Misterio Supremo, creador del universo. Los que se identifican a su rostro, actúan imponiendo sus modales ordinarios, su codicia, su egoísmo, sus prejuicios.. Cada rostro es semejante a un río, avanza implacable hacia la vejez. Por más que a punta de cremas, adornos, operaciones, quiera permanecer para siempre igual, se va marchitando y deformando. Es una máscara con ojos que solo saben mirar lo que llaman “afuera” sin saber volcarse hacia su abismo íntimo. Esos enmascarados viven sufriendo por no saber que llevan la inmortalidad dentro. Son máscaras que imitan estar satisfechas, que exhiben con orgullo su hueco parecer. Rostros sin Dios Interior, telones de teatro, cáscaras insustanciales, áreas donde la superficie está en todas partes y el centro en ninguna.
Cuando nuestro espíritu se materializa, nuestro cuerpo, se espiritualiza, perdiendo su cara.
Alejandro Jodorowsky
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