Te dijeron que fueras responsable con tus padres, con tu esposa, con tu marido, con tus hijos, con la nación, con la iglesia, con la humanidad, con dios.
La lista es casi interminable. Pero la responsabilidad más fundamental no está en la lista. ¡Quisiera quemar toda esa lista! no eres responsable ante ninguna nación, ante ninguna iglesia, ante ningún dios.
Eres responsable sólo de una cosa, que es el conocimiento de ti mismo. El milagro está en que si puedes cumplir con esa responsabilidad, podrás satisfacer muchas otras responsabilidades sin ningún esfuerzo.
Un hombre que se conoce ama a sus hijos, a su esposa, a sus amigos. Su amor tendrá una textura completamente distinta. No será una mezcla de odio, ira, celos, lujuria, amor.
Si piensas en tu amor verás que es muchas cosas que lo contaminan, porque muchas van en contra del amor. Los celos no pueden ser parte del amor.
Odio, ira, posesividad no pueden ser parte del amor.
El amor no conoce los celos. El amor no conoce la posesividad, sino que, por el contrario, concede la libertad. Es tan sencillo. Si amo a alguien, le daré la libertad absoluta. Si el amor no puede dar la libertad absoluta, entonces ¿quién puede darla?.
Si veo que la persona que amo es feliz con otro, seré feliz con su felicidad. El amor no puede ser celoso, sólo puede ser feliz. Conoce un único sabor, el sabor de la felicidad.
Para cumplir con esta responsabilidad no sentirás resentimientos de tu padre ni de tu madre. Todos los tienen, puesto que a los niños los disciplinan en contra de su voluntad, los obligan a ir a la escuela… los niños están condenados a tener algunos resentimientos, iras reprimidas.
Pero en cuanto te conoces se disuelven todos los resentimientos y todas las iras desaparecen, porque por primera vez tienes ojos para ver cosas que no habías visto antes. Ahora te das cuenta de que si tu padre te arrastraba a la escuela, no era para perjudicarte, él no era tu enemigo. Si te pedía que volvieras a casa en lugar de deambular fuera a medianoche, no era para perjudicarte, sino que se esmeraba en cuidarte.
En cuanto entras en tu propio Ser ocurre una revolución en tu manera de ver las cosas. Tu resentimiento se vuelve gratitud. Incluso comienzas a sentirte agradecido con tus enemigos, porque quienes quiera que sean, también te han dejado un aporte. Sin ellos, serías una persona diferente. Toda tu postura ante la Vida pasa por un cambio radical. Empiezas a sentir nuevas responsabilidades, no en el sentido de lo que falta por hacer ni como un deber que hay que cumplir, sino como la alegría de actuar.
𝗢𝗦𝗛𝗢
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