Toscana, Italia. Fotografía por Charles F. Stanley |
El esperar que nuestro Salvador actúe nos ayuda a recordar que su corazón es miscericordioso para con nosotros.
Vivimos en una sociedad acelerada, donde muchos de nuestros caprichos y deseos pueden satisfacerse al instante. Se necesita disciplina para no actuar según los impulsos de la carne y esperar el momento designado por Dios. Sin la ayuda del Espíritu Santo, podemos inquietarnos.
Piense en la paciencia y el autocontrol que Cristo tuvo al usar su poder de acuerdo con la voluntad de su Padre, en especial mientras alguien al que amaba moría. Al enterarse de que Lázaro estaba enfermo, el Señor se demoró dos días. ¿Por qué razón? Porque Él sabía que el plan de redención de Dios era mucho más grande que evitar la muerte por medio de la sanidad física. El plan de Dios para Lázaro, para Jesucristo y para todos los que invocan su nombre es la resurrección de la muerte a la vida eterna.
Cuando vemos el sufrimiento y la muerte en el mundo, puede ser fácil desanimarse. Pero el ejemplo del Señor al esperar el momento oportuno de su Padre para resucitar a Lázaro nos invita a soportar con paciencia todas las cosas. No estamos solos en nuestra espera o en nuestro llanto; Cristo también lloró. Como personas con esperanza, sabemos cómo termina la historia: Él secará toda lágrima de nuestros ojos y ya no existirá la muerte (Ap 21.4).
Biblia en un año: JOSUÉ 7-9
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