Baviera, Alemania. Fotografía por Charles F. Stanley. |
No tenemos que preocuparnos por lo que sucederá si obedecemos a Dios: Él cuidará de nosotros.
En el vientre de un pez, Jonás se comprometió con el propósito de Dios. Pero la popular historia bíblica sobre las consecuencias de la desobediencia no termina con Jonás obedeciendo. De hecho, el libro concluye con Jonás reconociendo por qué no quería la tarea, y con Dios reprendiéndolo por sus motivos egoístas.
Jonás temía que los ninivitas, que eran una amenaza para los judíos, se arrepintieran y Dios no los destruyera. Jonás admitió que quería verlos aniquilados: “Por eso me apresuré a huir a Tarsis” (Jon 4.2).
Los creyentes nos resistimos a hacer la voluntad de Dios por muchas razones. A veces no nos gusta lo que resultaría de nuestra obediencia. Como Jonás, también podemos perder de vista lo espiritual y enfocarnos en nuestros propios deseos. Pero si el Señor nos llama a actuar, Él se encargará de los resultados. Nuestra tarea es obedecer.
¿Qué podría estar impidiéndole a usted obedecer al Señor? Tal vez está demasiado enojado con su cónyuge como para ocuparse de mejorar la relación entre ustedes o extremadamente herido como para reconciliarse con un hijo. No debemos dejarnos dominar por los sentimientos, por más fuertes que estos sean. El Padre celestial nos llama a obedecerlo.
Biblia en un año: JEREMÍAS 25-27
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