Santos López. Fotografía de La Poeteca |
POR Johnny Gavlovski
Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios
del Reino de Dios; más a los otros por parábolas,
para que viendo no vean, y oyendo no entiendan
Nuevo testamento. Lucas 8:10
Estos poemas no deberían llevar firma, yo soy tan
solo un vehículo, un medio, solo transmito lo que
me ha sido dado. Sirvo de instrumento.
Santos Lopez1
La búsqueda de lo divino
Hay letras heredadas. Desde historias transmitidas por la tradición oral hasta otras que recibimos; desde notas desordenadas, folios abandonados que, de pronto, aparecen en nuestras manos con la orden: “Hazte cargo”.
Es como una herencia, una tarea, mandato, extraño testigo que el destino nos entrega y que debemos solventar. ¿Qué hacemos con ello?
Dicha decisión le tocó a un poeta, médico, chamán. O quizás artista, científico, místico. Tres visiones, tres puntos de vista divergentes ¿o no? En el caso de Santos López son tres dimensiones donde abreva libremente.
¿Quién es éste que se funde con el bosque?
Estaba aquí y se marchó
“Yo soy éste quien conmigo se ha ido” dijo el bejuco
Cuéntanos de este pasajero
Que tiene afición por el trance2
Aquí la naturaleza habla desde el poema que extrae de ella su belleza y el enigma. No es de extrañar. El poeta lleva en su sangre la tradición artística de la Mesa de Guanipa que tanto aportó con su folclore al ideario nacional.
Paisaje y mítica que nos recuerda al maestro catalán Raymond Llul (1232-1316). Había pintado sobre una pequeña tabla las tres grandes religiones occidentales sentadas al borde de un río; al fondo corría un caballo. Libertad de pensar. Convivencia. Ese era su mensaje.
Si López pintara sobre una tabla frente al mismo río, seguro figuraría la tradición de Ifá, el sufismo y el taoísmo como personajes en conciliación. El río sería su búsqueda espiritual en cuyo recorrido, y estando él con dos maestros en estas disciplinas, terminó recibiendo las referidas hojas dispersas.
¿Las reconstruye en un solo cuerpo? No. Las toma como inspiración, trance, materia prima. Como punto de partida para hablar de aquello que lo invita para crear. La enseñanza de los maestros, las potencias espirituales, el amor, la muerte, la transmutación.
El destino del recorrido: la luz negra. ¿Y de qué se trata esta? De lo Arcano Divino.
Si nos remitimos al texto sagrado de la gnosis mística persa, el Golshân-e râz, (El jardín del misterio), podemos conocer las enseñanzas del maestro persa Mahmûd Shabestârî en torno al color negro, el cual “simboliza la esencia misma de la divinidad”. Así escribe como de lo Absoluto emana la “luz negra que no puede ser vista, porque es, precisamente, lo que hace ver (…) es una luz que deslumbra (…) es la luz de la pura esencia en su en-sí, es decir, en su propia ocultación, a la cual sólo es posible acceder reabsorbiéndose en la divinidad” .3
Igualmente el maestro Shabestârî recomienda: «Renuncia a ver, pues aquí no es de ver de lo que se trata”… Es aprehender a partir de la manifestación de la divinidad de Dios “la cual sólo puede encarnarse si uno se adentra en lo que los sufíes persas designan como el séptimo valle, que es el de la luz negra”4
Abrevando de estas fuentes, Santos López abordará su aproximación a lo Divino.
Solo cuando habitas en la luz que tropieza
se abre
la poesía de un eterno juego5
Insistiendo así en el ciclo evolutivo del espíritu:
¿Adónde intentas viajar
si no es a tu regreso?
La plenitud original de tu hogar
como un eje de luz6
Intentando el despertar de la conciencia para, de esta manera, hacernos cargo de nuestra evolución.
¿Quién eres, dónde estás, quieres pasar tu milésimo día así?
La inocencia cree en el mensaje de la piedra.
(…)
Sabemos ser niños
al dibujar un círculo sin cabeza
Hablamos sin miedo
Y de repente, el oleaje del ser se funde
a un destino vasto
una flor del cielo7
Un viaje místico que en la obra de Santos López se organiza en cinco cantos cerrando con el misterio de la Luz Negra.
Estructuré cinco cantos que organicé según la temática: el amor espiritual (Canto al amor escondido del amor), la experiencia de la ayahuasca como medicina del alma (Canto primitivo), el exilio esencial (Canto al exilio); un canto oscuro, enigmático y averbal (Canto de luz negra) y un canto sobre la vulnerabilidad del ser humano como víctima (Canto a las víctimas); solo dos poemas (Mandamiento y Katabasis) son de mi autoría.8
Cinco cantos en torno al nacimiento, y la muerte como transfiguración. La vida como un ciclo, partimos de la nada para regresar a la nada.
su vía
siempre
es el retorno
(…)
su tránsito
es mi experiencia9
El camino a ese final que hace renacer
El cuerpo del poemario está pleno de imágenes en torno al ciclo de la vida. La muerte como despojamiento del envoltorio con que el espíritu se cubrió para dejar paso a la próxima encarnación:
el final oscuro de este viaje
es la exhibición de una cáscara
suspendida en la red10
De allí, el tránsito a la Fuente Original de donde todo nace y todo parte, alfa y omega de nuestras existencias:
¿Adónde intentas viajar,
si no es a tu regreso?
La plenitud original de tu hogar
como un eje de luz11
Es el eterno retorno de Nietzsche, esa “expresión de la máxima reivindicación de la vida”. Para el filósofo integrar las experiencias de los éxitos y fracasos en el “eterno retorno de lo mismo” es lo que nos llevaría a despertar del trance en que vivimos.
Santos López busca, amplificando esto a una dimensión más vasta, infinita, imposible para el humano entendimiento concebir. Desde el misticismo de sus letras sugiere dirigirnos a lo Incognoscible de forma tal que podamos intentar acceder a una mejor comprensión de nuestra existencia. Para ello, la profunda invocación que el poeta nos ofrece:
Oh Señor del ojo del sol, abre mis ventanas para poder ver
Oh Abridor, ayúdame a aclarar la maraña de sombras;
Oh Abridor, abre mis ojos;
Oh Escultor, talla la verdad, visión clara;
Oh Escultor, talla mi cabeza con tu chispa;
Que mi sacrificio disipe los prejuicios…
¿Esta envoltura solo responde al nombre del fuego?
Ellos cantaron12
Profunda plegaria que implica humildad para reconocerse como parte de un Todo, anulando así cualquier separación de éste, a través de eso que llamamos ego, fuente de toda ficción.
De ahí que el poeta nos recuerde la voz de los profetas bíblicos cuando sentencia:
Al caminar
tampoco tu sombra levanta
el polvo de los caminos…
para luego entrar en el recogimiento y preguntarse:
…¿Qué criban las sombras
en su flujo
y el rebote constante?
Toda oscuridad parece luz
y la mentira es lo que más se acerca a la verdad13
Espejo implacable de la oscuridad que actúa como velo. Sólo si nos atrevemos a correrlo podremos entonces enfrentarnos a lo que más tememos de nosotros mismos.
La pregunta clave en este punto es: ¿por qué el temor? Si en verdad tuviéramos fe, ¿éste existiría?
Canto de luz negra
…he visto lo que no puede verse…
Santos López 14
El final de “Canto de Luz Negra” nos enfrenta al silencio. Desde allí es donde el poeta verdaderamente eleva sus cantos del misterio.
Al inicio de este capítulo final, nos recibe con dos epígrafes que lo interpretan.
«La verdad no está en lo que se dice o en lo que es posible decir, está siempre en lo que no se dice y en lo que es imposible decir». – Adonis
«Ninguna palabra puede esperar otra cosa que no sea su propio fracaso». – San Gregorio Palamas
Si con el primero cuestiona la verdad en el campo de lo humano, con el segundo destierra toda posibilidad de abarcarlo con el lenguaje. Siempre hay algo que se escapa, un sentido que se fuga más allá de la comprensión humana.
El poeta remarcara esto al pasar a la página siguiente, con un inquietante dibujo de Carlos Zerpa con el cual López acompaña su homenaje al maestro Vicente Huidobro:
…Esta mujer que es la escritura
Hace de demonio mudo
Y se viste de niña con una rosa enferma
En el pelo
Y en sus manos atrás
Esconde el más afilado cuchillo.15
Un nuevo pasar la página: nos encontramos entonces con un cuchillo, símbolo primigenio que nos introduce a la vida, “símbolo y potencia que dentro del mundo mágico terminan de tener vida propia. Selecto mundo de objetos que están en todas las culturas, y simbolizan lo verdadero” 16
Antesala del espacio en blanco: el de la nada, del vacío, del trance. Y allí la confesión del poeta, a pie de página: «Este fue el canto de la luz negra que escuché dentro de mí». Luego los puntos suspensivos. Un paréntesis, con la advertencia (incompleto); y de nuevo, desconcertados, vaciados de sentido, pasamos a la última la página. Un epílogo en blanco. Otra página en blanco.
Santos López nos confronta así con el vacío. Pero ¿qué implica esto? ¿Cómo se vincula con la luz negra? ¿De qué manera se vincula en su poesía?
Preguntas que resuenan en nuestro interior y que frente a la última página nos sacuden con el acuchillamiento del demonio mudo que nos deja en falta, con el lenguaje que se nos descubre insuficiente, y que el poeta ofrece como su ars poética.
Aprendes a cavar
Luego cavas
Y cavas
En tu adentro
Y en la palabra
Y nada hay
Solo el vacío17
Tratando de esclarecer todo esto debemos, en primer lugar, desprendernos de toda vinculación con la desesperanza. Somos energía, y como tal nos transformamos.
Abordemos primero lo que desde aquí concierne al vacío. La generalidad de las tradiciones espirituales que interrogamos, parten de este significante como una ausencia, un vaciamiento de toda posibilidad de simbolización.
En su confrontación existencial entre Occidente / Oriente, Erich Fromm precisa la manera de hacer frente a esto desde el “tener” como forma de obturar el vacío versus el ser, como forma de vivir a partir de la contemplación. Angulo éste último, desde la visión espiritual de Oriente.
Desde allí tenemos entonces dos polos: la lentitud vs aceleración, propia del mundo de la acción occidental.
Tomando posición frente a estos opuestos, Santos López declara:
si abandonas
todo movimiento
aquello en silencio
provocará un otro camino
un nuevo
movimiento
—así es la vía...18
De esta manera, desde el inicio mismo del libro, el poeta nos introduce en la senda del Tao, espacio vacío donde se manifiesta el Todo.
Tao, con sus dos principios fundamentales, la no interferencia en el camino y el actuar en armonía con el entorno evitando todo forzamiento. Será en este punto donde el poeta establece el puente con su tercer manantial espiritual: el sufismo. Un camino para lograr la auto-purificación (tazkiyah), donde convergen ritual, ascetismo, espiritualidad y conocimiento esotérico.
El camino del sufí implica la imagen de la flauta (nay): vaciada previamente para lograr ser instrumento de resonancia. Sin ese vaciamiento sería imposible que la música emerja. Solo un cuerpo vaciado permite que el aire circule y pueda emitir música. De esta manera el ser humano, al vaciarse de sí, puede nutrirse del aliento divino.
Y allí, justo allí, está el Canto de la Luz Negra.
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