lunes, 21 de octubre de 2024

Cómo te ves, me ví

"𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐞 𝐯𝐞𝐬, 𝐦𝐞 𝐯𝐢; 𝐲 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐦𝐞 𝐯𝐞𝐬, 𝐭𝐞 𝐯𝐞𝐫𝐚𝐬." Esta poderosa frase encierra la brutal verdad que los jóvenes rara vez quieren aceptar y escuchar a sus mayores.

En temprana edad los jóvenes están tan llenos de energía, ambición y sueños que piensan que los consejos de los viejos son obsoletos. Se quieren comer el mundo, creyendo que la experiencia no les hace falta. Lo que no entienden es que la vida te golpea, y esos golpes son los que te forjan o te quiebran. Los viejos que hoy ves con arrugas y cansancio, alguna vez tuvieron tu fuego, pero aprendieron que la impaciencia y el ego son enemigos silenciosos.

La juventud está cegada por el brillo del éxito instantáneo, por querer todo rápido y sin esfuerzo. Pero hay lecciones que sólo el tiempo puede enseñar. El anciano que te habla de paciencia y estrategia no es alguien que fracasó; es alguien que sobrevivió. Su sabiduría viene de las cicatrices que el tiempo le dejó, de los errores que cometió y los caminos que no volvería a recorrer. Humildad es reconocer que quien ya caminó por el sendero que tú apenas empiezas a recorrer, sabe más de lo que tus ojos pueden ver. 

   Y si no lo escuchas ahora, un día recordarás esas palabras cuando la vida te de la lección por las malas.

Los jóvenes piensan que siempre habrá tiempo para rectificar, pero los viejos saben que cada error es caro. La arrogancia de la juventud puede ser un boleto directo al fracaso, mientras que la sabiduría del anciano es un atajo a evitar las trampas más peligrosas. Así que, antes de desestimar al que ya vivió lo que tú apenas sueñas, párate frente al espejo y pregúntate: 

¿Estás listo para ser lo suficientemente humilde como para aprender de quien ya se enfrentó a lo que tú apenas descubrirás?
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