"A mí nadie me enseñó a boxear. Yo aprendí pegando primero."
— Pipino Isidro Cuevas González
Tenía apenas 14 años cuando empezó a pelear por necesidad.
Era flaco, callado y con un poder en las manos que ni él entendía.
Con el tiempo, ese adolescente del pueblo de Santo Tomás Hidalgo se transformaría en uno de los campeones más temidos del planeta.
En 1976, el mundo del boxeo se sorprendió. Nadie apostaba por aquel joven mexicano que enfrentaba al boricua Ángel Espada.
Dos asaltos bastaron. Cuevas lo noqueó y conquistó el título mundial wélter de la AMB.
Así nacía una leyenda.
Lo llamaban "Pipino", y cada vez que subía al ring, el público sabía que el final podía llegar en segundos.
Rompía defensas, mandíbulas y récords.
En cuatro años de reinado, defendió su corona once veces, siempre con la misma violencia técnica y un poder que asustaba a cualquiera.
Viajó por el mundo: Japón, Argentina, Estados Unidos… y en todos lados dejaba la misma huella: la del campeón que no conocía el miedo.
Tito Lectoure, promotor argentino, llegó a decir:
"Nunca vi que un solo golpe dejara inconsciente a un boxeador tan bueno como Campanino."
Pero como todo guerrero, también conoció el otro lado.
En 1980, Thomas Hearns lo detuvo en Detroit y su reinado llegó a su fin.
Después vinieron los años difíciles, los golpes que duelen más fuera del ring que dentro.
Aun así, Pipino Cuevas siguió siendo respetado, admirado y recordado como lo que fue:
un símbolo del poder mexicano, un campeón del pueblo.
Hoy, su nombre está en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo,
y su historia vive cada vez que un joven sube al ring soñando con un nocaut perfecto.
José "Pipino" Cuevas.
Campeón mundial wélter (1976–1980).
El puño más temido de su generación.
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