lunes, 28 de noviembre de 2016

Avenida Urdaneta: la vía del poder sucumbe ante el abandono total

Al llegar a sus 63 años, las baldosas, las tanquillas de luz y agua están levantadas. La crisis tomó los espacios peatonales: ahora hay más buhoneros en todo el trayecto
Las aceras de la avenida están ocupadas por vendedores de café
Las aceras de la avenida están ocupadas por vendedores de café


Una gruesa capa de tierra, sobre dos cuadras de la avenida Urdaneta, oculta las ondas blancas y negras de sus aceras que van desde la esquina de Ánimas hasta el puente de las Fuerzas Armadas, y entre las esquinas de Veroes y Jesuitas, frente a la fachada del Banco Central de Venezuela. De resto, el diseño de ondas texturizadas, instalado en el año 1955, dos años después de inaugurarla, ha desaparecido.
Hannia Gómez, presidente de Fundamemoria, explica que la avenida, que fue inaugurada el 29 de noviembre de 1953, se llamaba desde 1766 calle de la Sangre de Cristo. Acota Gómez que esta transformación fue llevada a cabo por el Ministerio de Obras Públicas, integrado por un grupo de ingenieros y arquitectos viales, y abarcó el ensanchamiento de una calle tradicional en el antiguo centro histórico.
"Las demoliciones empezaron en 1942. La vía comienza en la avenida Vollmer, al este, hasta el Parque Miraflores y la avenida Sucre, al oeste. Las aceras eran de baldosas de cemento prensado, con un patrón de ondas blancas y negras inspiradas en los adoquines de Lisboa", indica.
La arquitecta describe lo que implicó esa modificación. A su juicio, se trató de la más grande destrucción que se hizo en el frente norte de la ciudad, pues comprendió la demolición del primer museo de arte colonial de la ciudad, instalado en la Casa de Llaguno, y el antiguo Banco Central.
Esta ampliación abarcó tres metros de acera de cada lado, tres canales de circulación en cada dirección y una calzada de 18 metros. En su aspecto positivo, comentó Gómez, la nueva avenida incluyó la instalación de unas farolas tipo candelabros de dos y cuatro brazos; con dos y cinco lámparas cada una, respectivamente. Las pantallas eran de vidrio blanco. Las de dos lámparas quedaron colocadas sobre las cuadras y las de cinco marcaban las esquinas: "Entre farola y farola estaban los árboles. Cada uno con sus rejillas para proteger las raíces".
Sin embargo, ahora todo eso es un recuerdo al que solo se puede volver consultando a un experto. La vía, donde se establecen las instituciones de poder: Miraflores, ministerios de Finanzas, de Agricultura y Tierras, de Relaciones Exteriores, Defensoría del Pueblo, Fiscalía, Banco Central de Venezuela, más cantidad de entidades financieras, sucumbió al abandono.
Las aceras están ocupadas por vendedores ambulantes de café, que lo ofrecen en vasitos plásticos y también quienes lo venden en paqueticos de medio kilo, hay carritos de supermercado con piñas, yuca y guayabas; tarantines con peso incluido que ofrecen limones, aguacates y pepinos, buhoneros que exhiben en una misma cajita de cartón yesqueros, esponjitas de brillo, artesanía, jabones de tocador a 1.000 bolívares cada uno, bolígrafos, cortaúñas y pega loca.
Un poco más allá están los carritos con sombrilla, con la inscripción "Jehová es mi pastor", que expenden jugos de naranja; sin olvidar a los zapateros, a quienes alquilan teléfonos celulares, y a los motorizados, quienes se apropiaron de muchos de sus espacios para estacionar sus vehículos.
De la vegetación y el ornamento ni hablar. Los materos tienen matas secas y cubiertas de colillas de cigarros.
Una vergüenza. Marco Negrón, asesor del Instituto Municipal de Urbanismo Taller Caracas, opina que hay que comenzar por limpiarla y luego planificar una vía para el tránsito de buses rápidos: "Es vergonzoso. Hay que echarle agua y jabón. Luego, habría que elaborar un plan general para recuperarla, pues, como todas las avenidas de Caracas, están llenas de busetas que prestan un servicio infame y contaminan aún más".
No solo a Negrón le duele la avenida. Daniel Antonio, joven encargado de uno de los kioscos en la acera, dijo que al menos hace cuatro meses se rompió una tubería frente al edificio Iberia. Hidrocapital reparó el conducto, pero dejó el boquete en el asfalto abierto, el cual ahora se colma de aguas estancadas.
Lo mismo ocurrió con una tanquilla de electricidad. En el año 2015 le robaron el cable de la luz al kiosco. Según Antonio, Corpoelec reparó la falla pero solo sobrepuso una tanquilla, sin soldarla. En menos de dos meses se han caído dos personas allí: "Nos dijeron que iban a buscar la máquina para soldar y todavía la estamos esperando. Menos mal que la gente no se va al foso por completo porque se aguantan con las manos".
Belkis Revilla es una potencial víctima para el hueco: "Esto es un peligro y no solo para mí, también para los niños y los ancianos. Tengo una prótesis de titanio y estas aceras y ese hueco me dan miedo. Llevo 43 años viviendo en Caracas y cada día está peor".

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