lunes, 23 de enero de 2017

Jesús Montero aún pretende dejar su huella en Grandes Ligas

CARACAS -- El súper prospecto que hace una década entusiasmó a los Yankees de Nueva York hoy vuelve a soñar. En los últimos tres meses se le ha visto radiante, exhibiendo la misma sonrisa de aquel jovencito que se estrenara en las Grandes Ligas en 2011, causando un revuelo que todavía recuerda la afición en Venezuela, su país natal.
Era el siguiente Miguel Cabrera, dueño del bono millonario más alto recibido en los diamantes por un adolescente suramericano. Era el receptor del futuro en el Bronx.
Todo eso fue, y también dejó de ser.
Jesús Montero todavía apuesta por ese porvenir de alegrías en las Mayores. Se ve a sí mismo feliz, observado por sus hijos desde las tribunas, conquistando todo aquello que perdió y que, con denuedo, ha intentado reconstruir en las últimas dos temporadas.
Tardó 11 años desde su firma, para disputar su primera campaña completa en el beisbol invernal. Pero valió la pena cambiar su rutina.
"Ha sido una de mis mejores temporadas en la pelota", admite Montero. "Contando desde que estuve en Buffalo, en Triple A, me ha ido muy bien con mi ofensiva".
El toletero derecho fue uno de los mejores bateadores en la Liga Internacional, con .317 de average, y causó sensación en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, al ligar desde octubre para .338/.374/.487, con 7 jonrones, 46 empujadas y .861 de OPS en 246 apariciones en el home.
Fue el segundo pelotero más votado en la escogencia del Jugador Más Valioso y ayudó a los Cardenales de Lara a meterse en la final de la competencia caribeña.
"Es un bateador de impacto", resume Carlos Oropeza, gerente general de los pájaros rojos.
No ha sido un camino fácil. Montero fue cambiado por los Yanquis a los Marineros de Seattle y nunca pudo consolidarse en su nuevo hogar, pese a que en 2012 igualó el récord de jonrones para un novato venezolano en la MLB, que había impuesto Wilson Ramos.
Aquellos 15 cuadrangulares fueron una promesa no concretada. Salió de Seattle después de cuatro torneos, ser cambiado de posición, sufrir una suspensión disciplinaria y un castigo de la gran carpa por su aparición en el caso del laboratorio Biogenesis.
El súper prospecto que recibió casi 2 millones de dólares en 2006 apenas disputó 73 juegos arriba en los últimos cuatro campeonatos. 
Los tiempos duros no le han dejado amargura. Oropeza, de hecho, resalta el entusiasmo con el que se entregó a la causa de su escuadra en la LVBP.
"Siempre ha estado con buena cara, con buena actitud y con una alegría desbordante", sostiene el ejecutivo. "Ha sido muy disciplinado. Es el jugador que más esfuerzo pone y, a pesar de su contextura, el que más intensamente corre de home a primera".
Montero asegura que el beisbol invernal le ha hecho mejorar, especialmente en el aspecto mental. El público en su tierra es apasionado y exigente, sus amigos y parientes asisten al parque cuando juega y es fácil dejarse llevar por la presión.
"He aprendido a controlar mis emociones", admite.
También ha trabajado en su rutina en el plato, buscando ser más selectivo y mejor bateador: "Ser más paciente, ver los pitcheos, buscar el envío que se quiere".
Los resultados han sido claros. Pero él rescata lo que va más allá de los numeritos.
"Estoy muy orgulloso", confiesa. "Siempre llegué temprano al estadio, a trabajar en mi bateo y en la primera base. Estoy muy contento". 
En octubre se declaró agente libre, después de un sólido torneo en Triple A con los Azulejos de Toronto. Esta vez ni siquiera pudo mostrarse fugazmente en la gran carpa, pero no se le oye inconforme.
"Los gerentes hacen sus equipos y tienen sus peloteros", explica. "Es difícil, pero ellos son los que deciden. Bateé mucho (en las menores) y no es fácil que no me subieran. Pero también comprendía que allá estaban Justin Smoak, Edwin Encarnación y otros tremendos jugadores. Sabía que me subirían si le pasaba algo a alguno de ellos. Gracias a Dios, no les pasó nada. Y no me subieron".
Apenas terminada la zafra, recibió otro golpe: una nueva suspensión, ahora por estimulantes.
"Fueron unas pastillas que tenía cuatro años tomando, para rebajar de peso", lamenta. Y aunque su rostro se ensombrece por segundos, deja un mensaje a los jóvenes: "Sean un poquito más inteligentes. Consulten con su trainer. Hagan su trabajo de pesas con la supervisión de sus instructores. No es fácil pasar lo que estoy pasando yo. Se pierde la reputación y es muy desagradable vivirlo. Uno, como pelotero y como adulto, tiene que asumir sus errores. Y debe repararlos".
Los Orioles de Baltimore decidieron darle una oportunidad y le extendieron un contrato de ligas menores. Comenzará en el Spring Training Extendido, mientras cumple los 50 juegos de sanción que le impedirán iniciar la zafra del norte como termina la de Venezuela: dando batazos. En junio espera estar en acción.
"Tengo que demostrarles constancia y disciplina", subraya. "Seguir trabajando todos los días, dar todo lo que tengo y tratar de hacer las cosas bien. Quiero tener esa oportunidad. Ojalá cuente con un poquito de suerte y me manden a las Grandes Ligas".
En Nueva York no tuvo tiempo. En Seattle "estaba empezando en primera base y no tenía experiencia en esa posición". En Toronto no recibió el llamado. Ya no es aquel súper prospecto, pero todavía lleva lejos la pelota por las dos bandas.
"Su ofensiva habla por él", exclama Oropeza.
Todavía sueña. Se siente más maduro gracias a su familia y a lo vivido. Sonríe cuando menciona a sus hijos Jesús y Lorena, de uno y tres años de edad. Él ya tiene 27 y no se rinde.
"Creo que puede pasar y es posible, porque mi bate está vivo y sé que puedo chocar la bola bien", relata. "Mantengo ese talento y voy a seguir trabajando para ser mejor cada vez. Ojalá que algún día llegue a ser como Miguel Cabrera, ojalá me suban y no me vuelvan a bajar más nunca a Triple A. Es difícil. Pero uno tiene que ganarse las cosas".
En 2006 le veían como el próximo Cabrera. Los Yanquis le ofrecieron 1,8 millones de dólares por firmar. En 2011 fue considerado el tercer mejor prospecto del beisbol. En sus cuatro primeros juegos en las Mayores largó dos jonrones y anotó cinco veces.
Ha pasado más de una década de sus primeros pasos en el profesional y el deseo es el mismo: brillar en la MLB.
"No voy a descansar hasta lograr esa meta", asegura Montero.

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