Yoko Ono polariza, y eso que lo que siempre hace es exigir algo a lo que nadie se puede oponer: la paz mundial. Pero el nombre de la artista japonesa está inevitablemente ligado al que fuera su pareja durante más de diez años, John Lennon. Y eso que muchos fans de los Beatles aún siguen acusándola de haber dividido la exitosa banda británica.
La artista, que este domingo cumple 85 años, no deja que ese tema le robe el sueño. Recientemente se la vio en la Marcha de las Mujeres de Nueva York promoviendo de nuevo la paz. “Como mujeres, tenemos que hacerlo”, dijo a la revista New Yorker. “Por nosotras, pero también por el mundo”.
Según Klaus Biesenbach, director del MoMA PS1, Ono sigue siendo una vanguardista de voluntad firme, “históricamente significativa, rompedora e influyente”. Desde el asesinato de Lennon, en 1980, es ella quien se encarga de gestionar su legado mientras sigue dedicándose al arte, a la lucha por la paz y a pronunciar sonidos animales ante el micrófono en los conciertos. “John siempre está ahí conmigo”, dijo en una ocasión a DPA esta mujer de melena negra y aspecto frágil. “Teníamos una relación especial, una especie de consonancia mutua después de haber trabajado juntos. Y tengo la sensación de que hoy en día seguimos trabajando juntos”. Su arte puede verse a lo largo y ancho del globo: este año tiene agendadas exposiciones en Canadá, Islandia, Estados Unidos, Sudáfrica y Alemania, entre otros países.
Ya antes de conocer a Lennon, Ono se había hecho un nombre como artista conceptual del movimiento Fluxus, se había casado dos veces y tenía una hija. Nacida en 1933 en el seno de una rica familia de Tokio, la joven Ono tuvo que plantar cara a los valores tradicionales de sus padres. En 1971, su segundo marido secuestró a su hija Kyoko, que era menor de edad. “Fue como si arrancaran una parte de mi cuerpo”, contó. Madre e hija no volvieron a verse hasta dos décadas después. Actualmente, Kyoko es madre y Ono, abuela.
A finales de los años sesenta, en una galería de Londres tuvo lugar el encuentro que cambiaría la vida de Ono y su imagen pública. Allí estaba Lennon, y se volvió tan loco que desde entonces, él y su “musa” o “diosa del amor” se volvieron inseparables. Se casaron en 1969 y dejaron que el mundo viviera parte de su idilio: su luna de miel la pasaron en la habitación de un hotel en Ámsterdam, recibiendo a periodistas, como declaración de intenciones. “¡Haz el amor, no la guerra!”, rezaba su mensaje.
Ono reconoce actualmente que, “en cierto modo”, ella y Lennon “arruinaron sus carreras” por su relación. En 1970, el músico dejó los Beatles y muchos fans culparon a la artista, a la que llamaron “víbora” o “la bruja mala del cuento”. Tanto ella como la propia banda siempre lo han visto de otra forma: “Ella no hizo que se rompiera el grupo, el grupo se rompió solo”, afirmó una vez Paul McCartney, añadiendo que Ono le hacía bien a Lennon.
Junto a Ono, Lennon se convirtió en un hippie. Cantaba con barba y ropa ancha, acompañado de los sonidos guturales de Ono de fondo. Pero su carrera en solitario no terminó de despegar y acabó cayendo en el alcohol y las drogas. Ono y Lennon se separaron y volvieron a juntarse. Su hijo Sean, nacido en 1975, los mantuvo unidos. Y el cantante se volvió amo de casa.
Después, llegó aquel 8 de diciembre de 1980 en el que para muchos se acabó un mundo, sobre todo para Ono. Ante el fastuoso edificio neoyorquino “Dakota” en el que sigue viviendo la artista, Mark Chapman acabó de un disparo con la vida de su marido. Apenas unas horas antes, la fotógrafa Annie Leibovitz los había inmortalizado desnudos en la cama. “La muerte de John fue lo peor”, dijo Ono. Y resultó totalmente incomprendida cuando colocó una foto de las ensangrentadas gafas de este en el disco Season of Glass. Entonces, la artista pasó a ser tildada de “viuda negra” y codiciosa. “En los últimos 50 o 60 años me han insultado, difamado y enviado cartas de odio”, dijo en una ocasión. “El odio lo he transformado en energía positiva. Tanta, que tengo para dos siglos”.
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