Callar o arriesgar la vida. Esas son las dos únicas opciones que tienen
los periodistas que investigan sobre la mafia. En los dos últimos años,
más de 30 periodistas han sido asesinados por grupos mafiosos en todo el
mundo. Así lo revela la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF), en su
Informe “Los periodistas, la pesadilla de la mafia”, que recoge datos de
todo el mundo y que pone al descubierto cómo la libertad de expresión
hay que ganarla día a día a base de sangre.
El
Informe es brutal, porque RSF demuestra una vez más que la vida del
periodista no vale nada en según qué escenarios. No se trata sólo del
caso del periodista saudí del The Washington Post Jamal Khashoggi, asesinado y descuartizado en la sede diplomática árabe en Turquía,
sino la de todos los periodistas que resultan incómodos desde regímenes
dictatoriales a oligarquías mafiosas de todo tipo. El Informe es, por
lo tanto, demoledor y demuestra que la libertad de prensa existe con
demasiadas condiciones y a riesgo de la vida de muchos.
“Los periodistas, la pesadilla de la mafia”,
que RSF publicará estos días, es su nuevo informe de investigación, en
el que la organización pone de relieve cómo los grupos mafiosos
persiguen sin tregua a los periodistas cuando sienten que estos se
interesan demasiado por sus negocios.
En esa tesitura, las dos únicas opciones que le quedan a los periodistas que investigan sobre la mafia
son callar o arriesgar la vida: muchos no quieren callar, y se la
juegan. Por eso, entre 2017 y 2018 más de 30 periodistas han sido
asesinados por grupos mafiosos, lo que convierte a la periodística en
una actividad sumamente peligrosa.
Durante meses un equipo de la ONG Reporteros Sin Fronteras
ha investigado y ha recabado testimonios de periodistas amenazados y de
personas cercanas a ellos. Tras haber sufrido ataques de la mafia
debido a sus investigaciones, algunos de estos reporteros tienen que
vivir ahora bajo protección policial las 24 horas del
día. Los periodistas cuentan de qué manera los miembros de la mafia
intentaron quemar sus casas, agredieron a sus familias, hablan de sus
colegas y familiares desaparecidos, asesinados como represalia por sus
escritos. Todos coinciden en que la mafia, que aborrece la publicidad,
no se detiene ante nada para hacer callar a los que considera demasiado
curiosos.
Solos y desprotegidos frente a la mafia
“A menudo, los periodistas que
investigan temas tan peligrosos como la mafia se encuentran solos y
desprotegidos frente a las represalias”, según señala Christopher Deloire,
secretario general de Reporteros Sin Fronteras. “Los Estados deben
hacer todo lo posible para proporcionarles el apoyo y la protección que
requieren. No deben hacer oídos sordos a sus solicitudes de protección,
ni mucho menos caer en chantajes como lo hizo recientemente el ministro
del Interior italiano, Matteo Salvini, con Roberto Saviano” [el ministro amenazó con quitarle la protección policial, pues le disgustaron algunas críticas del periodista].
Según el Informe de RSF, los poderosos
grupos de la mafia no conocen fronteras. En México, Brasil y Colombia
-países asolados por los cárteles de la droga-, al menos 10 periodistas
han sido asesinados este año por la mafia. Una cifra que puede ser mucho
más alta, pues en estos países reina la impunidad cuando los mafiosos y
los políticos se unen para agredir a los periodistas.
En India, Camboya
y algunos países de África, los grupos mafiosos se enriquecen saqueando
los recursos naturales y violando todas las normas de protección del
medio ambiente. Los periodistas que dan cuenta del tráfico de minerales,
madera y petróleo se arriesgan a sufrir fuertes represalias. En marzo
de 2018, Sandeep Sharma, un periodista indio conocido por sus investigaciones sobre la ‘mafia de la arena’, murió atropellado por un camión de basura. Un homicidio voluntario.
El peligro también se extiende por Europa
Europa no es una excepción en cuanto al asesinato de periodistas de investigación: Daphne Caruana Galizia murió en Malta en 2017 por la explosión de su coche; Jan Kuciak
fue asesinado, junto con su pareja, en febrero de 2018, en Eslovaquia.
Los dos periodistas investigaban oscuras operaciones financieras de la
mafia italiana en las que estaban implicados empresarios y políticos. En
Italia, una decena de periodistas, como Roberto Saviano y Paolo Borrometti,
viven bajo protección policial permanente. Este año, Borrometti pudo
escapar casi milagrosamente a un intento de asesinato en Sicilia. En
2017, más de 200 periodistas recibieron protección en Italia.
¿Qué puede hacerse ante el alcance de
los poderes de la mafia, que a menudo cuenta con la complicidad o, al
menos, la pasividad de las autoridades? ¿Cómo pueden los periodistas
seguir trabajando sin arriesgar su vida y la de su familia, sabiendo que
la mafia no retrocede ante nada? En 2006, en Japón, los yakuzas secuestraron y asesinaron al hijo del conocido periodista Mizoguchi Atsushi en represalia por sus investigaciones. Desde entonces, la autocensura es la regla.
Ante tal violencia, algunos periodistas
han decidido renunciar. En México, el director de Norte de Ciudad Juárez
tomó la decisión de cerrar el diario tras el asesinato de la periodista
Miroslava Breach. Otros reporteros, como Pavla Holcova -colega de Jan Kuciak-,
siguen empleando su pluma como un arma, convencidos de que continuar
realizando sus investigaciones y revelar al mundo las actividades
ilegales de los grupos criminales es la mejor manera de protegerse.
Sin embargo, lo anterior no supone
reducir los riesgos y organizarse. Cada vez más periodistas optan por
poner en común su trabajo y emprenden investigaciones realizadas de
forma colaborativa en grandes consorcios internacionales. Una respuesta
colectiva frente a los tentáculos de la mafia.
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