Paolo Montanari Tigri
Con la caída del muro de Berlín, el social-comunismo ha muerto y nadie tiene dudas al respecto, sin embargo el social comunismo sigue viviendo y eso tampoco nadie lo pone en duda. Y esa aparente incongruencia – ha muerto pero sigue viviendo – tiene obviamente su “comunismo ha muerto” y no porque el liberalismo lo haya matado, sino por implosión, por la sencilla razón de que ninguno de sus fines originarios – eliminación de las clases sociales, mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos, bienestar general, justicia social y todas esas maravillas descritas por Tomás Moro en su famoso libro UTOPIA(Por eso lo llamó así), – se han podido lograr a lo largo de toda la historia.
Ha abolido la propiedad privada porque, según ellos, engendra el egoísmo, ha acaparado todos los medios de comunicación para que nadie se pudiera enterar de la verdad y para poder hacer un lavado cerebral a la gente, se ha apropiado de todos los medios de producción eliminando la iniciativa privada, ha centralizado la educación pero, no solamente no ha logrado sus fines sino que ha empeorado de una manera macroscópica el nivel de vida del pueblo.
Del mismo modo pero el social-comunismo, a pesar de haber muerto, sigue viviendo y eso gracias a esa ley absurda pero ratificada por la historia, según la cual los grandes espejismos de la humanidad logran sobrevivir a sus fracasos y consiguen encontrar de una manera increíble nuevas motivaciones para proyectarse otra vez en los meandros del ánimo humano, a pesar de los inmensos daños provocados, y del hecho que, en el curso de los siglos, en su nombre se han cometidos las más espantosas atrocidades.
Ese socialismo, como todas las grande utopías, ha nacido de la esperanza de un mundo nuevo y del consiguuiente rechazo del mundo viejo y corrrupto, lleno de injusticias y de prevaricaciones. El problema es que para poder impulsar ese rechazo, sus promotores tienen que organizarse gradualmente de acuerdo a la evolución del mundo que pretenden subvertir.
Y así, mientras “antes” se hacía a través de una revolución violenta y sangrienta, “ahora”,en perfecta sintonía con ese proceso de adecuación evolutiva, se intenta hacer a traves de la imposición de una serie de reformas drásticas encubiertas detrás de una pantalla de falsa democracia. Los resultados son y serán siempre negativos pero, debido a las grandes diferencias sociales que existen, sobre todo en América Latina, debido a la corrupción y a la dehonestidad de tantos gobernantes y a la esperanza – ilusoria pero esperanza al fin – de lograr finalmente un mundo mejor y un poco más justo, ese Zombi, muerto y enterrado mil veces porque así lo ha decretado la historia, sigue y seguirá viviente. En otras palabras, mientras haya pueblos pobres e indigentes y gobernantes ambiciosos y sedientos de poder que se creen los únicos depositarios de la verdad, de la moral y de las virtudes públicas, a pesar de haber muerto mil veces, siempre habrá social comunismo.
Desde Italia – Paolo Montanari Tigri
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