Gianni Cipriano para The New York Times |
Desde 1900, la expectativa de vida promedio a nivel mundial ha aumentado a más del doble, gracias a una mejor salud e higiene públicas, así como a mejores suministros alimentarios. Sin embargo, un nuevo estudio realizado con italianos longevos indica que aún no hemos llegado al punto máximo de la longevidad humana.
“Si existe un límite fijo biológico, no estamos cerca aún”, comentó Elisabetta Barbi, demógrafa de la Universidad de Roma. Barbi y sus colegas publicaron su investigación el 28 de junio en la revista Science.
El récord actual de la expectativa de vida humana más larga se fijó hace veintiún años, cuando Jeanne Calment, una francesa, murió a la edad de 122 años. Nadie ha vivido más tiempo desde entonces, hasta donde saben los científicos.
En 2016, un equipo de científicos de la Facultad de Medicina Albert Einstein en el Bronx hizo la osada declaración de que el caso de Calment era más atípico de que lo que parecía. Argumentaron que los humanos ya habían alcanzado un límite fijo de esperanza de vida, que era de unos 115 años, según sus cálculos.
Varios críticos arremetieron contra esa investigación. “El conjunto de datos era insuficiente y las estadísticas mostraban fallas graves”, dijo Siegfried Hekimi, biólogo de la Universidad McGill.
Cualquiera que estudie los límites de la longevidad se enfrenta a dos grandes retos estadísticos.
No hay muchas personas que vivan hasta edades avanzadas y las personas con esa cantidad de años a menudo pierden la noción de cuánto tiempo han vivido en realidad. “A esas edades, el problema es poder asegurarse de que la edad sea real”, explicó Barbi.
Barbi y sus colegas indagaron en los registros de Italia para encontrar a todos los ciudadanos que hubieran llegado a la edad de 105 entre 2009 y 2015. Para validar sus edades, los investigadores rastrearon sus certificados de nacimiento.
El equipo terminó por recabar una base de datos de 3 836 adultos mayores italianos. Los investigadores localizaron las actas de defunción de los sujetos que fallecieron durante el periodo del estudio y determinaron las tasas a las que varios grupos etarios estaban muriendo.
Desde hace tiempo se sabe que la tasa de mortalidad es algo elevada en la infancia y disminuye durante los primeros años de vida. Vuelve a subir con los adultos en sus treinta y finalmente se dispara entre los 70 y 89 años.
Si la tasa de mortalidad siguiera aumentando exponencialmente en las edades de extrema vejez, entonces la duración de la vida humana sí tendría el tipo de límite que propuso el equipo de la facultad de Einstein en 2016.
No obstante, eso no fue lo que Barbi y sus colegas descubrieron. Notaron que entre los italianos más ancianos la tasa de mortalidad deja de aumentar: la curva se aplana súbitamente y se estanca formando una especie de meseta.
Los investigadores también descubrieron que las personas nacidas en años posteriores tienen una tasa de mortalidad ligeramente más baja cuando llegan a los 105 años.
“La meseta empieza a hundirse con el tiempo”, afirmó Kenneth W. Wachter, demógrafo de la Universidad de California, en Berkeley, y coautor del nuevo estudio. “Las mejoras en la mortalidad se extienden incluso a estas edades más avanzadas”.
“No estamos cerca de alcanzar un punto máximo en la expectativa de vida humana todavía”, añadió.
Brandon Milholland, coautor del estudio que encontró un límite para la esperanza de vida humana, cuestionó esta nueva publicación. La investigación, señaló, se limitó a solo siete años en un país.
“Lo están reduciendo a una porción pequeña de la humanidad”, dijo.
Milholland tampoco estuvo de acuerdo con la manera en que el equipo analizó sus datos. Solo examinaron dos posibilidades: que la tasa de mortalidad continuara su ascenso exponencial o que se estancara.
Puede que la verdad se encuentre en un punto medio, dijo: “Me parece algo disparatado que luego de aumentar exponencialmente, las probabilidades de morir de pronto se detengan”.
Hekimi, por otro lado, elogió el estudio por la calidad de sus datos y sus conclusiones, las cuales le parecieron “muy interesantes y sorprendentes”.
La nueva investigación no explica por qué las tasas de mortalidad se estabilizan en los ancianos de mayor edad. Una posibilidad es que algunas personas tengan genes que las vuelvan más frágiles que otras. Las personas frágiles mueren antes que aquellas con mayor resiliencia y dejan atrás a un grupo de adultos mayores resistentes.
Sin embargo, Hekimi especula que puede haber otros factores involucrados.
A lo largo de nuestras vidas, nuestras células se dañan. Logramos repararlas solo de forma parcial, y con el tiempo nuestros cuerpos se debilitan.
Es posible que, a nivel celular, los adultos muy mayores simplemente vivan a un ritmo más lento. Como resultado, quizá acumulan menos daños en sus células y sus cuerpos las pueden reparar.
“Esta es una teoría razonable para la que no existe evidencia”, señaló Hekimi. “Pero podemos averiguar si la hay”.
Una tasa de mortalidad estancada no quiere decir que los centenarios hayan encontrado la fuente de la juventud. Con cada año que pasa, sugiere el nuevo estudio, siguen teniendo una probabilidad mucho más alta de morir que una persona en sus noventa.
El tiempo exacto que pueden llegar a vivir los centenarios quizá quede a la suerte año tras año.
No obstante, incluso si esto resulta ser verdad, la edad de Jeanne Calment no se igualará fácilmente, dijo Tom Kirkwood, decano asociado que estudia el envejecimiento en la Universidad Newcastle y que no participó en el nuevo estudio.
“Cuan más alto se establezca el límite, conforme los récords se batan sucesivamente, más difícil será superarlo”, declaró.
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