Karaokes, camareros robóticos y geishas contemporáneas en una zona que despierta de noche
Paseando por la zona Este de Shinjuku, uno de los núcleos neurálgicos de la megalópolis tokiota, encontramos uno de los barrios con más ambiente de la ciudad. Kabukicho, el barrio rojo de Tokio. La zona debe su nombre a un teatro kabuki (arte escénico tradicional japonés) proyectado en los años cuarenta, pero que nunca llegó a construirse.
Dado que es una de las zonas noctámbulas por excelencia de la capital nipona, la vida en el barrio del Kabuki comienza una vez que el sol se pone. A partir de las 19.00 horas las bocas de metro empiezan a vomitar japoneses que han terminado su jornada de trabajo y se disponen a disfrutar de su escaso tiempo libre.
Kabukicho se extiende en dirección Este a partir de la emblemática Yasukuni, una avenida cuajada de carteles de neón que recuerda a la estética Blade Runner. A esta vía van desembocando calles llenas de restaurantes, karaokes y unos 3.000 bares, clubes y locales de striptease.
Kabukicho no deja que nuestros sentidos descansen ni un solo segundo. La música ruge desde cada uno de los locales, exquisitos olores fluyen desde las cocinas de las tabernas japonesas (izakaya) y las pantallas de plasma disparan anuncios sin cesar. Aquí uno puede cruzarse con todo tipo de apresurados viandantes, desde oficinistas hasta hostesses (elegantes chicas de compañía, no prostitutas, que podrían considerarse una versión contemporánea de las geishas). O los cientos de captadores de clientes que los distintos establecimientos tienen en la calle ofertando todo tipo de menús.
Uno de los rincones que más sorprenderán al viajero es sin duda el Robot Restaurant (1-7-1 Kabukicho), donde en lugar de camareros de carne y hueso la comida es servida por unos robots ligeros de ropa, al compás de un casposo show de luz y sonido. Y si se busca algo más tradicional, el Izakaya Alps (2-35-2 Kabukicho) es una excelente y económica opción para degustar el afterwork al estilo tokiota.
Al llegar al extremo más oriental del barrio, repleto de todo tipo de hoteles del amor, llama especialmente la atención la presencia de los llamados hosts(versión masculina de las hostesses). Estos apuestos jóvenes japoneses, vestidos y maquillados habitualmente con un estilo que recuerda poderosamente al extravagante movimiento musical visual kei, aguardan en puntos estratégicos del barrio a la espera de posibles clientas. El servicio que ofertan estos muchachos de pelo lacado consiste en beber y conversar con ellas durante la noche en el bar para el que trabajan, aunque también cabe la posibilidad de ir a cenar o dar un paseo durante el cual él puede regalarle flores, bombones y llenarla de piropos. La clave, igual que en el negocio de las hostesses, reside en nunca pasar a mayores para hacer que las clientes se enamoren platónicamente y vuelvan una y otra vez al local.
La visita nocturna a este peculiar barrio es obligatoria para el viajero que desea encontrarse con la cara más traviesa de la metrópolis de Tokio.
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