Mencionar el nombre de Carlos Cruz – Diez (1923 – 2019) presenta un irremediable flashback de imágenes compuestas por infinidad de líneas que se cruzan primeramente en la luz, luego en la retina, y se expanden en la memoria colectiva.
El cinetismo en la obra del artista representó, para la generación más joven del país, la portada del disco Bidimensional que lanzó la súper banda de Venezuela, Guaco, en 2017, realizada especialmente para la ocasión en su taller Articruz de Panamá.
Luego la Bodega Otazu, ubicada en Navarra, España, adaptó su “Cromointerferencia de color aditivo” al diseño de una botella de vino.
En cuento a los proyectos sostenía que “yo siempre espero, y me ofrecen oportunidades para hacer. Yo las acepto o rechazo. Qué pudiera ser, bueno, un tren pudiera ser (risas). Pero, no sé, cualquier cosa, lo que pueda venir. Ahora me han pedido diseñar relojes y botellas de licores, yo las estudio. Si les puedo dar una solución, las acepto”.
Finalmente, la obra del “Mago del Color” ha sido registrada, consciente o inconscientemente, en las multitudinarias despedidas que atraviesan cada día el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, en La Guaira.
“Esa obra también será el símbolo del retorno a la Patria, un hecho que tiene doble vertiente. Primero, el dolor que representa la diáspora y luego que la gente haya escogido una obra de arte como símbolo”, expresaba el venezolano sobre su obra en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar-Maiquetía, en el estado La Guaira.
Venezolano de nacimiento, vivió gran parte de su vida entre su país, Panamá y Francia, adoptando la nacionalidad francesa luego de residir casi por 50 años en Paris. El caraqueño Carlos Eduardo Cruz- Diez ya había sobrepasado los límites de la investigación cromática antes de sus 95 años. Había propuesto concebir el color como una realidad autónoma que se desarrolla en el tiempo y en el espacio, sin ayuda de la forma o necesidad de soporte.
Con su partida se sella el final de una etapa en el arte nacional: se ha marchado, junto a Jesús Soto y Alejandro Otero, el último de los representantes más importantes del arte cinético en el país.
El primer encuentro del artista con el color fue en La Pastora. Nació un 17 de agosto y en su niñez, la pequeña fábrica de botellas de gaseosas que montó su padre lo hizo descubrir el reflejo de la luz y lo que este hacía con el valor del espacio gracias al impacto del sol en las vidrieras.
Como estudiante en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas obtiene en 1940 el diploma de profesor de Artes Aplicadas y resulta fuertemente influenciado por la obra de los artistas venezolanos Francisco Narváez y Héctor Poleo.
A pesar de estar marcado por el realismo social que tenía la tendencia del momento, el artista del color había adquirido conciencia de la importancia del trabajo cromático. Había aprendido, de Rafael Ramón González, uno de sus maestros, a no pintar el color plano y evidente de los objetos sino a interpretar los matices que lo componen.
Apreció que el color está en el espacio que nos rodea y que el punto radica en “saber verlo”, fue una idea que lo abarcó años más tarde, significando uno de sus más grandes descubrimientos.
“A los 17 años, cuando me inscribí en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, comprendí que tenía que diseñar mi vida de artista. Para empezar, un artista no tiene horario para la creación. La creación es una actividad continua que se comunica hasta en los sueños”, sostuvo el artista, como un lema de vida que elevaría las directrices de su oficio.
Ilustrador, diseñador gráfico, caricaturista y director creativo de una agencia publicitaria, se enfrenta cara a cara con el arte abstracto, acto que concluye en una serie de proyectos para murales exteriores con elementos geométricos en el XV Salón Oficial, en Venezuela (1954).
Entre 1955 y 1957 traslada su residencia a Barcelona y Madrid (España), París (Francia) y luego de breves viajes a Nueva York (EEUU), regresa a Caracas y funda el Estudio de Artes Visuales dedicado al diseño gráfico e industrial.
En 1960 Cruz – Diez decide instalarse definitivamente en París con su familia.
Desde 1961 en adelante, la investigación del “mago” se esparció como la luz de un candil que no entendía de sombras monocromáticas. Inicia con la participación en la exposición Bewogen Beweging en el Stedelijk Museum de Amsterdam, Holanda. En 1965 lo nombran Asesor en el Centro Cultural Noroit, en Arras (Francia) y ese mismo año participa en TheResponsive Eye en el Museum of Modern Art deNueva York, exposición que supone la consagración oficial del arte cinético.
De 1972 a 1973, Cruz-Diez ejerce como profesor en la Escuela Superior de Bellas Artes y Técnicas Cinéticas, de París. Entre 1986 y 1993 es profesor titular del Instituto Internacional de Estudios Avanzados, en Caracas. En 1989 se publica en Caracas la primera edición de su libro Reflexión sobre el color basado en sus diversas investigaciones plásticas vinculadas al estudio del color como una "realidad autónoma en continua mutación".
“Es una información que nos llega y que nos invade. Vivimos en un espacio que está coloreado, lo que pasa es que percibimos ciertas ondas nada más. Recibimos solo pequeñas frecuencias de ese amplio espectro que sucede durante las 12 horas que el sol ilumina a la Tierra. El color invade el espacio y es didáctico. Todas estas obras no son cuadros, son soportes de una reflexión. Eso genera placer, rechazo y otros sentimientos humanos”, sostenía el artista sobre su investigación.
Para 1996 se inicia la construcción del Museo Carlos Cruz - Diez y en 1997 el artista es nombrado preside he del museo y miembro del Consejo Superior de la Fundación Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz – Diez.
En 2005 su familia crea la Cruz-Diez Art Foundation dedicada a la conservación, desarrollo, difusión e investigación de su legado artístico y conceptual.
En 2008, dos años antes del 50 aniversario de su llegada a París, Cruz-Diez obtiene la nacionalidad francesa. En 2009 su familia crea en Panamá el Atelier Articruz. Para 2011 inaugura su mayor exposición retrospectiva Carlos Cruz-Diez. Color in Space and Time (Carlos Cruz – Diez. Color en Espacio y Tiempo) en el Museum of Fine Arts de Houston en EEUU y en el 2012 recibe el grado de Oficial del La Orden Nacional de la Legión de Honor en Francia.
Su obra forma parte de las colecciones permanentes de museos tales como: El Museo de Arte Moderno de Nueva York; el Tate Moderm de Londres, en Inglaterra, Centre Georges Pompidou en Paris y el Museum of Fine Arts en Houston (EE UU), el Wallraf-Richartz Museum en Colonia (Alemania) y el Museo de Arte Moderno de París.
El artista escéptico era claro al momento de desestimar la suerte como factor determinante de su éxito.
“He sido coherente e insistente. Está el presente y el momento justo. Yo no creo en la suerte, creo en ser eficaz. Uno no trabaja para hacerse rico, uno trabaja para la audiencia. Yo vine a exponer un discurso, a ser oído. (En Venezuela) Yo me sentía aislado, quería decir algo, por eso me vine a Francia. Hice un gran esfuerzo para poder decir lo que quería decir y que me oyeran. Pero para hacerte oír, debes ser coherente. Porque el arte es intangible. Tú puedes decir como Duchamp que cualquier cosa es arte, pero si no está bien argumentado y no defiendes tu verdad, y te contradices, ya nadie cree en ti”. afirmó Carlos Cruz – Diez, quien vivirá, por siempre, en el arte.
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