Luis Vicente León
Regresando a Caracas me entretuve leyendo un libro que me recomendó Cristina Aguilera en México: La hija de la española, de Karina Sainz Borgo. Sólo diré que es excelente, aunque no lo disfruté, porque mete el dedo en mis llagas, como venezolano. Cuando iba por la página cuarenta y nueve conseguí una afirmación tan provocadora que me hizo dejarlo de lado por un rato y escribir algo que no quería enfriar en la nevera del tiempo.
“Los hijos de la Revolución consiguieron llegar lo suficientemente lejos. Nos separaron a ambos lados de una línea. El que tiene y el que no. El que se va y el que se queda. El de fiar y el sospechoso”.
Ricardo Aguilera, el hermano menor de Cristina, es una de las persona más inteligente que conozco. Aprendió a leer y escribir sólo, a los cuatro años, viendo las letras que Isabel, su mamá, pegaba en la nevera. Nuestra última conversación larga fue en el cuarto de Juan Diego Aguilera, mi ahijado, una tarde en Chapel Hill, regresando de su acto de grado. No recuerdo donde comenzó la conversa, pero no importa porque desde cualquier punto Ricky analiza las opciones racionales y baja por ellas para construir un árbol tan grande que deja al Samán de Güere como germen de caraota. Y entonces decidí comenzar a contestarle una pregunta imaginaria: ¿así se dividen los venezolanos?
Hay muchas formas para clasificar y lo relevante es escoger la “línea” de la que queremos partir. Yo partiría de la división que se crea en torno a nuestra reacción frente a la crisis. Así nos dividimos entre quienes se van y quienes se quedan. Los que se van, a su vez, se subdividen entre quienes respetan las decisiones de los demás y quienes necesitan justificar su marcha (voluntaria o inhumanamente obligada), convenciéndose y tratando de convencer a los demás, que los que se quedan son imbéciles, enchufados o gente sin ninguna otra opción. También podríamos dividir a los exiliados entre los que creen que ya no hay nada más que hacer dentro de Venezuela para resolver el problema y dedican su tiempo y esfuerzo a promover que venga alguien de afuera a resolverlo (ojo, no me refiero a ayudar, sino a resolver unilateralmente por la fuerza, que en su tesis es la única manera) y los que en cambio ayudan y protegen a los de adentro, porque piensan que en ellos esta la verdadera solución del problema. Aquí sólo estoy describiendo, no juzgo a nadie.
Los que se quedan, a su vez,  se subdividen en quienes se hacen dependientes del gobierno, porque algo les da, a ellos que no tienen nada (CLAP’s, Bonos);los que se dedican a sobrevivir por su cuenta, apáticos a la política, porque se niegan a irse y perder lo suyo y, finalmente, los que luchan para producir el cambio desde adentro, con muchos menos recursos e infinitos más riesgos y sometidos directamente a los embates de la crisis y la persecución revolucionaria, por un lado, y la amplificación de sus problemas, debido a las sanciones y el aislamiento, por el otro.
Ya se Ricky, que podríamos estar aquí haciendo crecer este árbol “at infinitum” pero mi avión esta a punto de aterrizar y me quedo, como siempre, demasiado corto para ti. Saludos a Google, donde se que estas haciendo tu pasantía. No imagino ningún lugar mejor para ti.
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