“Ustedes … son ciudadanos junto con el pueblo santo y forman parte de la familia de Dios” (Efesios 2:19 PDT).
Mucha de nuestra identidad está basada en nuestras relaciones.
Soy un nieto, soy un hijo, soy un esposo, soy un abuelo, soy un miembro de un equipo, soy miembro de un grupo pequeño, soy un pastor, son un empleador, soy todas esas cosas. Esas relaciones ayudan a definir quién soy.
Sabemos quiénes somos en una relación con otras personas. Las personas que han pasado por un divorcio o la muerte de un esposo conocen de esto. Cuando esa relación termina, muchas personas tienen problemas para comprender quienes son. O si ellos han sido despedidos de un trabajo con el que se identificaban, eso puede hacer realmente difícil clarificar su identidad.
Ese es el por qué Dios quiere que obtengamos nuestra identidad de una relación que nunca terminará: Nuestra relación con su familia.
La Biblia dice, “Ustedes … son ciudadanos junto con el pueblo santo y forman parte de la familia de Dios” (Efesios 2:19 PDT).
No importa en qué familia pertenecías en el pasado. Tu identidad no viene de ahí. Tu identidad viene de tu relación con la familia de Dios.
De hecho, tu familia física solo fue un canal para llegar a la familia de Dios. Dios usa a tus padres –ya sea, que sean buenos o malos padres- para traerte a este mundo. Pero su meta real no fue mantenerte en esa familia; solo fue para ponerte en su familia.
Tu familia espiritual actualmente es más importante que tu familia física. Las familias físicas no duran para siempre. Las personas crecen. Se mudan, se divorcian, mueren.
Tu familia espiritual durará para siempre.
Cuando en eso se basa tu identidad, permanecerá para siempre.
Reflexiona sobre esto:
- ¿Puedes pensar de un tiempo en tu vida cuando la pérdida de una relación impactó tu sentido de identidad? ¿Cómo fue?
- ¿En qué formas estás invirtiendo tu vida en cosas que realmente importan, cosas que durarán para siempre?
- ¿Cómo has entendido mejor tu identidad a través de tus relaciones con la familia de Dios?
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