jueves, 26 de septiembre de 2019

PASIÓN RUNNER: correr es superarse a uno mismo




Los corredores somos resultadistas. Más allá del placer emocional o bienestar físico que nos provoque correr, nos alegramos más cuando sumamos un kilómetro, cuando bajamos los tiempos de carrera o cuando notamos que estamos más entrenados. Ni hablar si subimos al podio.
Así como el running nos genera un millón de emociones positivas, que inequívocamente nos llevarán a querer correr más y más, también habrá veces en las que los resultados no llegarán.
Habrá situaciones en las que nos preguntamos “¿para qué tanto sacrificio?”, “¿vale la pena?”... o si tendríamos que haber comido esa porción de pizza que fulminamos con la mirada pero dejamos en el plato.
Los corredores amateurs lo hacemos sólo porque nos gusta, porque sentimos que nos hace bien física y anímicamente. Y ése bienestar que nos produce hace que repartamos el poco tiempo libre que nos dejan el trabajo, la familia y el infaltable entrenamiento.
Pero imagínense: si a un deportista profesional, a un corredor de elite que vive de y para correr, muchas veces los resultados no se dan como les gustaría... ¿qué podemos esperar nosotros, los corredores "comunes"?

La verdad es que el running es como la vida misma. A veces las cosas no salen. Esos segundos que buscamos bajar tardan en reflejarse sin importar cuantos días, semanas o meses de entrenamiento hayamos tenido.
Muchas veces, los entrenamientos de fondo parecen darnos la certeza de un mejor rendimiento, pero a la hora de la verdad nos falta el aire, nos quedamos sin piernas y terminamos como podemos, agachando la cabeza, desaprobando nuestra propia actuación. Todas esas situaciones tienden a tirarnos abajo.
Cuando al corredor le pasa esto, más que un empujón de piernas necesita uno anímico. Es fundamental hacer una regresión, una vuelta a los orígenes a recordar por qué corremos y qué es lo que nos motiva.

Suele pasar que, en algún momento, el afán de superación o las instancias de la vida actúan en detrimento de nuestro propio rendimiento. Y en ése momento nos perdemos del circuito, de la senda que nos hacía felices.
Estudios científicos avalan que cuando corremos nuestro cuerpo libera endorfinas que se encargan de inhibir dolores y cansancio, para darnos una sensación de felicidad. Y por eso corre un corredor: porque genera felicidad. Sólo que a veces los procesos de evolución no van a la misma velocidad que nuestras ansias.
Así que, si de casualidad estás atravesando ése periodo de preguntas y replanteos, acordate de todo lo que correr te dio y salí otra vez a correr. Porque es uno de esos casos en que el remedio y la "enfermedad" son una misma cosa. Y no te olvides que correr te da revancha. Siempre.

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