Tim Jahnigen creó una pelota irrompible en 2014 que ya ha llegado a decenas de países. Se ha convertido en un elemento fundamental para los proyectos que usan el deporte como motor de cambio
Boniface, el árbitro del partido en el que la Fundación Grosso testó el balón sobre el terreno, comprueba la dureza del esférico. |
Toukra (Chad)
Corría el año 2006 cuando el británico Tim Jahnigen estaba viendo imágenes de un campo de refugiados en Darfur. Unos niños jugaban con una pelota construida con basura atada con una cuerda. Entonces se le ocurrió la idea de fabricar un balón que soportara las duras condiciones en que vivían cientos de miles de niños y que, como una simple pelota, pudiera ayudarles a soportar sus difíciles situaciones vitales. Jahnigen consiguió los fondos gracias a la aportación del cantante Sting, amigo personal del inventor y entregado a causas sociales. Doce años más tarde One World Play Project, la empresa creada para su distribución, entregaba el balón irrompible número un millón.
El balón está fabricado con espuma de poliestireno, un material que no se pudre, no se enmohece ni se descompone y es ligero, resistente a los impactos y la humedad. Tiene una válvula que le permite recobrar el aire tras un golpe, incluso puede ser atropellado y volver a recuperar su forma original. También es inmune a objetos punzantes. Su condición de indestructible ha provocado que en YouTube existan numerosos vídeos de atrevidos personajes tratando de dañarlo, con cientos miles de visualizaciones. También trataron de acabar con él en directo en el programa El Hormiguero, y no fueron capaces.
En los últimos cinco años y con la ayuda de patrocinadores y nuevas asociaciones con fundaciones se han creado diferentes campañas para la transformación social a través del fútbol y para llevárselo a jóvenes que viven en comunidades desfavorecidas en todo el mundo.
En 2014, el cineasta Jeremie Brillant grabó su viaje desde California a Brasil para acudir a la Copa del Mundo de Fútbol. Durante el trayecto, repartió 100 balones en Nicaragua, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil. Posteriormente, realizó un documental sobre la experiencia vivida y el trabajo que realizan las organizaciones que visitaron. Tres años después, una empleada de la compañía visitó uno de los proyectos en Medellín. Tres de los balones continuaban siendo pateados por los niños de la Fundación Ángeles de Medellín, los restantes no se rompieron, simplemente habían cambiado de manos.
El primer destino del balón fue África. Algunos de los primeros prototipos fueron enviados a Zimbabue a través de la Fundación Grassroot Soccer, una organización creada tras la epidemia de VIH que asoló el continente en los primeros años 2000. Utilizaban el fútbol y a sus jugadores profesionales para llegar a los jóvenes y educarles sobre la enfermedad. Hoy la organización trabaja en más de 50 países con el mismo modus operandi.
Su característica de indestructible ha generado que en el portal de Youtube haya cientos de vídeos de atrevidos personajes tratando de dañarlo
Esta iniciativa representa el poder de desarrollo que puede suponer el deporte. Guillermo Fouce, coordinador de Psicólogos Sin Fronteras, considera que la práctica del fútbol puede aportar mucho si se considera que sirve para hacer equipo, distribuir roles, comunicarse, organizarse y sentirse parte del grupo. También puede tener cierta dosis de competitividad bien entendida. “El fútbol es un buen instrumento, aunque como en cualquier otro caso depende de cómo lo manejemos y lo trabajemos desde el punto de vista educativo. Por ejemplo, si nos pasamos en competitividad puede ser negativo o si el deporte más que como un juego o un espacio educativo, se maneja para que, por ejemplo, solo jueguen los mejores”, explica.
En su organización han utilizado este deporte en programas de ocio nocturno juvenil los fines de semana, como alternativa saludable. Han creado equipos con jóvenes en riesgo social o sancionados, como instrumento de trabajo. Y hasta mundiales y torneos de diferentes nacionalidades para trabajar la integración… “Desde Psicólogos Sin Fronteras hemos trabajado en esta dirección porque el fútbol, como sucede con la música, es un instrumento altamente motivador y muy global”, recalca.
Ramón Grosso Mateo dirige la fundación que lleva el nombre de su padre, una de las leyendas futbolísticas del Real Madrid. Su nuevo proyecto consiste en incluir este balón en sus actividades deportivas en Chad. La Fundación Real Madrid les ha proporcionado algunos de los que están testando en África para valorar si sustituyen los tradicionales por estos. Consideran que puede ser más rentable a largo plazo invertir en los balones irrompibles, que sustituir frecuentemente aquellos con los que trabajan en sus proyectos actualmente.
La Fundación Ramón Grosso está volcada con Chad, y ha elegido un colegio situado en un pueblo a veinte kilómetros de la capital para poner en marcha sus proyectos deportivos en el país. Ramón Grosso Mateo cuenta cómo han implantado siete disciplinas deportivas que utilizan como método de motivación. “El deporte es un instrumento vital como escuela de valores. La intención de la fundación no es formar deportistas profesionales, sino dotar de las herramientas necesarias a estos niños que practican deporte para que sean abogados, arquitectos, médicos, y que ayuden a la sociedad chadiana”, apunta.
El verano pasado, hicieron llegar al país un formador de entrenadores que trabajó con treinta aspirantes. Tras la prueba, están trabajando para llegar a un acuerdo con el Ministerio de Deportes de Chad para ampliar el proyecto. Otro de sus objetivos es montar dos equipos de fútbol que participen en las ligas locales, uno en la barriada de Wallia en la capital y otro en el pueblo de Koundoul, dos zonas especialmente desfavorecidas.
La Fundación Real Madrid se planteó, al igual que otros equipos de la élite del fútbol, de qué manera podían compensar el apoyo constante que la institución recibía por parte de la sociedad y comenzaron con los proyectos de las escuelas socio-deportivas buscando alianzas con entidades educativas, congregaciones religiosas, ONG españolas o locales que trabajan sobre el terreno con los niños que más lo necesitan. En estos proyectos y gracias al atractivo del fútbol, se combate el abandono escolar y se transmite la importancia de la educación. A su vez han comprobado que las notas de los niños que acuden a sus escuelas deportivas mejoran considerablemente.
La propia Liga de fútbol española tiene un proyecto en el campo de refugiados de Zaatari situado en Jordania y que acoge en su mayoría a refugiados sirios. La Liga presentó el pasado verano un campeonato entre más de 500 niños y niñas, que representan a los 33 equipos españoles en un campo de refugiados de 80.000 personas donde las condiciones de vida no son sencillas. Los pequeños cuentan cómo el campeonato les ha ayudado a relacionarse entre ellos aprendiendo sobre el compañerismo y el respeto a los demás. FC Barcelona, Bayern de Munich y el Arsenal son algunos de los clubs europeos que tienen proyectos con refugiados sirios.
El balón indestructible está a la venta en la propia web de la empresa. Comprado por unidades tiene un precio de unos 40 euros, de los que el 5% se invierte para llevar los balones a las zonas más desfavorecidas. También existe la opción, por poco más de 25 euros, de comprar uno de los que son entregados en las campañas de la empresa o en los proyectos de sus colaboradores. Incluso existe la posibilidad de crear una campaña propia donde eliges una organización y aprovechas un cumpleaños o una boda para que se canalicen los donativos.
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