miércoles, 25 de marzo de 2020

EL EMERGENTE. Ligas Menores, el eslabón más débil del beisbol



EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano

Las pérdidas son milmillonarias. Nada más en la MLB se habla de 2.000 millones de dólares que pueden perder la corporación y sus miembros, entre el dinero que no entrará y el que deberán seguir pagando, a pesar de la postergación de las actividades en el Spring Training y la fecha todavía inexistente para el inicio de torneo.

No hay eslabón más débil en esta cadena que los peloteros de Ligas Menores, sin embargo. Todos pierden algo, mucho o muchísimo. Pero los ligamenoristas, que no cobran sus salarios cuando no hay juegos, ya estaban mal pagados —y seguirán estándolo— cuando sí hay acción.

Existe la creencia de que un muchacho garantiza su futuro cuando firma un contrato a los 16 años de edad o poco después. Nada más falso. Uno de los motivos por los que tantos atletas de alta competencia en Estados Unidos prefieren el básquet o el fútbol americano es, precisamente, que una estrella universitaria pasa de inmediato a jugar en la NBA o en la NFL, mientras que la ruta a la Gran Carpa toma, en el mejor de los casos, tres o cuatro años, cuando no más.

Alguien que recibe un bono grande puede soportar sin apremios esa espera. A menos que administre mal y desperdicie cientos de miles de dólares en un tris —que se ven casos así—, tendrá fuelle suficiente hasta que llegue su graduación como bigleaguer, donde tendrá un ingreso mínimo de 563.500 dólares anuales, sin contar que la entrada promedio en las Mayores es 4 millones de dólares, con decenas de astros que superan los 15 millones por año.

El problema está en ese 95 por ciento o más que pasa al profesional por un bono pequeño, de pocos miles de dólares, suficientes como para atender alguna necesidad familiar inmediata, que generalmente es casa, transporte y poco más.

Basta buscar en Google para encontrar información a raudales. Aquí dos titulares de dos buenas notas que abrieron primero: “Jugadores de beisbol de Ligas Menores ganan menos que un conserje escolar”, del sitio, FanBuzz.com. Ese es uno. Y este es otro, de PennLive.com: “Los salarios de las Ligas Menores de beisbol rondan el nivel de pobreza, mientras los equipos de las Grandes Ligas obtienen enormes ganancias”. Ambas notas recomendables.

Esa realidad ignorada por muchos, que es clamorosamente desconocida por el aficionado medio en el Caribe, es lo que ha obligado desde siempre a los ligamenoristas a buscar trabajo cuando no es temporada, es decir, entre septiembre u octubre y febrero.

Pero sus ingresos no se disparan con el Spring Training, ojo. No hay salario por entrenarse en los complejos primaverales. En esos dos meses puede que tengan el beneficio de recibir viáticos, pero el cheque de su sueldo empezará a llegar el 15 de abril, cuando ya se hayan iniciado los campeonatos —o comienzos de junio, si se trata de Novatos o Clase A corta—.

Por algunos ver este problema desde el prejuicio, criticaban o negaban que centenares de nativos tuvieran necesidad real de jugar en la LVBP, porque si no se reportan a sus novenas en Venezuela, dejan de percibir una entrada que en muchos casos es similar o muy superior a lo que recibieron en Doble A o Triple A.

La exclusiva que la agencia The Associated Press reveló en diciembre sirvió para plasmar cuán poco puede ser ese ingreso en el norte cuando no se es parte del roster de 40. Como hemos publicado antes, el salario mínimo en Triple A es poco más de 10.000 dólares anuales (502 dólares semanales, entre abril y agosto), en Doble A es 7.000 dólares (350 semanales) y en Clase A es 5.800 dólares (290 semanales). Pues bien, a partir de 2021, según el reporte, esos montos se incrementarán entre 38 y 72 por ciento. Pero no se crea que pasarán de Biafra a Jauja. Un jugador en la antesala de las Mayores pasará a tener un piso de 700 dólares semanales, será el más “rico” en el sistema de desarrollo, y esa “riqueza” representará 14.000 dólares anuales, porque la justa va de abril a agosto.

Es tan radical la diferencia frente a los miembros del sindicato de la Gran Carpa como radical es la indiferencia de esos que, una vez arriba, parecieran olvidarse de sus propias penurias y no abogan por mejorar la vida de quienes aún no han dado el salto.

Sí, porque como ha informado esa estupenda periodista que Emily Waldon, que ahora escribe para The Athletic, los que están abajo son muy conscientes de la poca empatía de los que ya llegaron.

Hace días publicamos una nota que exponía cuán expuestos están los hermanos pobres del beisbol, en medio de esta emergencia mundial causada por el nuevo coronavirus. “Peloteros de Ligas Menores no pueden volver a Venezuela ni cobrar sus sueldos”, titulábamos, pues los vuelos que podían llevarles a sus casas para colmo se suspendieron, viéndose en la obligación de quedarse en un país ajeno, sin ingreso ni ahorros y con la necesidad de pagar por alojamiento y comida.

El camino que conduce a la MLB es muy largo, está lleno de privaciones y sacrificios, aunque tantos crean lo contrario.

Waldon lleva a diario una cruzada personal para conseguir empleos temporales y donaciones destinadas a los peloteros afectados por el parón actual. Baseball America actualiza con frecuencia la lista de escuadras que han decidido mantener a sus ligamenoristas el pago de los viáticos correspondientes al Spring Training, cifras que van desde los 25 dólares diarios hasta los 400 semanales, en la mayoría de los casos. Pero en el fondo están tan desasistidos, que menos de la mitad de los 30 clubes se han unido a la iniciativa, al menos según el conteo de la prestigiosa publicación.

Hoy se trata de una pandemia, que nos permite exponer a los ojos de todo lector lo que está muy de bulto. Pero la dura realidad no cambiará mucho cuando termine la pesadilla mundial. La vida de un pelotero en desarrollo es dura y como mínimo merece contar con la solidaridad de todos. Ojalá que también de las organizaciones de Grandes Ligas y de la afición.

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Columna publicada en ElNacional.com, el martes 24 de marzo de 2019.

Ignacio Serrano

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