La belleza de Frida Kahlo era única. Sus cejas pobladas, labios rojos y una melena azabache que rodeaba con flores, destacaban su hermosura. Pero detrás de su aspecto físico, esta mujer contaba con un conjunto especial de facultades, incluido su fuerte carácter, que la convirtió en la artista mexicana más destacada del siglo XX.
Si bien su vida proyectó una extraordinaria obra pictórica, el infortunio y la promiscuidad también marcaron significativamente su existencia.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, como fue llamada al nacer, contrajo poliomielitis cuando tenía seis años, enfermedad que la postró en cama por nueve meses. A pesar del buen ánimo y la ayuda de su padre para que realizara ejercicios de rehabilitación y algunos deportes, Frida quedó con la pierna derecha mucho más delgada que la izquierda.
El accidente en autobús (1925)
Años más tarde, siendo adolescente, sufrió un grave accidente cuando el autobús en el que viajaba fue embestido por un tren. Las consecuencias fueron considerables: múltiples fracturas de columna, costillas, clavícula y pelvis. Además, su pierna derecha, la que tenía más delgada, quedó rota en once partes.
Para colmo de males, la parte izquierda de su cadera fue perforada por un pasamanos que le terminó saliendo por la vagina. Sobre esto, la mujer contaba que había sido la manera brutal de perder su virginidad.
Tuvo que ser sometida a varias operaciones quirúrgicas. Al menos 32 intervenciones la atormentaron durante su vida, requiriendo el uso de corsés de yeso y de otros tipos, así como de distintos mecanismos de “estiramiento”.
Meses antes del terrible accidente, sin pretender ser artista, Frida habría dado sus primeros pasos en la pintura. Trabajó como aprendiz en el taller de grabado e imprenta de un amigo de su padre, Fernando Fernández Domínguez, quien notó su capacidad artística y le enseñó a dibujar copiando grabados de Anders Zorn.
Inicio en la pintura y “el segundo gran accidente”
Fue durante esa larga convalecencia, tras el accidente, cuando Frida decide inclinarse por la pintura. Su primera obra, un autorretrato al óleo, la terminó en septiembre de 1926. Y con esta pintura, emprendería una tendencia que mantuvo por siempre: plasmar en sus cuadros los acontecimientos de su vida y las sensaciones que le causaban.
En 1929, aparece en su vida Diego Rivera. Este destacado muralista, pese a ser 21 años mayor y tener fama de Don Juan, logró flechar a Frida desde el primer momento.
La premoniciones de su madre fueron inmediatas, anticipando el tormentoso futuro que le esperaba a la pareja. Incluso, llegó a tachar la relación como la de “un elefante y una paloma”.
Pero por otra parte, su padre, vio en esta unión un alivio económico y una esperanza para el curso vital de una hija enferma y aquejada por una treintena de cirugías.
Frida y Diego contraen matrimonio el 21 de agosto de 1929 en Coyoacán, la tierra natal de la artista. Un suceso que años más tarde la misma Frida titularía como: “el segundo gran accidente de mi vida”.
A partir de entonces, su vida junto a Diego Rivera transcurrió en medio de la pasión y el sufrimiento, que contrastó con la riqueza artística que durante ese tiempo pudo obtener.
Episodios extraconyugales
La infernal convivencia con Rivera, paradójicamente, logró abrirle nuevos horizontes a Frida, pues gracias a la influencia social del muralista accedió a un entorno intelectual colmado de reconocidos artistas y de importantes políticos.
Los problemas de salud la continúan golpeando y su deseo de convertirse en madre se ve interrumpido en tres oportunidades, la última en 1934, lo que significó para ella una inmensa frustración.
Al siguiente año se da cuenta que su esposo lleva siéndole infiel desde hace tiempo. Pero lo que más afecta a Frida es que su hermana menor, Cristina, ha sido una de las amantes de Diego.
Como represalia, inicia casi de inmediato una relación amorosa con el escultor y diseñador estadounidense Isamu Noguchi. Según testimonios, los celos de Diego Rivera provocaron el abrupto rompimiento de ese romance, quien incluso se valió de un arma para conseguirlo.
Según cuentan las biografías sobre la pintora, son varios los episodios de su vida en los que prevalecen las relaciones extraconyugales.
Una de las más mencionadas, la que Frida mantuvo con León Trotsky. Este político ruso, junto con su esposa, solicitó asilo político en México y los Rivera, cuya ideología era claramente comunista, ofrecieron su casa como alojamiento. En esa convivencia, Frida se convierte en amante del revolucionario soviético, que tuvo que marcharse del domicilio cuando Diego se percata de la infidelidad.
Más tarde, el matrimonio Rivera acoge a los Breton. El talento de Frida deslumbra a André Breton, reconocido como el padre del surrealismo. Sin embargo, según los rumores, fue su esposa Jacqueline Lamba la que en esta ocasión sucumbiría ante los encantos de Frida. De hecho, según las biografías, la artista sostuvo varias relaciones con más mujeres, algunas de ellas también amantes de Diego.
Últimos años
La obra de Frida continúa creciendo y sus pinturas que promueven el folclore de su país toman fuerza en la cultura mexicana. Destaca además por sus autorretratos, de los que diría en algún momento:
Pinto autorretratos porque estoy sola muy a menudo y porque soy la persona que más conozco.
A sus 37 años, pinta ‘La columna rota’, una obra donde retrata su cuerpo cubierto de clavos. Para ese entonces, en 1944, se ve en la necesidad de reemplazar sus ya lacerantes corsés de yeso por uno de acero. Su pintura logra reflejar el sufrimiento que padece.
Su débil salud, el paso de los años y la amputación de su pierna por una infección de gangrena en 1953, llevan a Frida a considerar seriamente la idea del suicidio, intentando consumarlo en dos ocasiones. Pero a ese pensamiento se le anticipó otro destino.
Una semana después de cumplir 47 años, el 13 de julio de 1954, Frida muere a causa de una grave neumonía.
Sus restos fueron velados en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y su féretro fue cubierto con la bandera del Partido Comunista Mexicano, un gesto criticado profusamente por la prensa nacional. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas se conservan dentro de un jarrón precolombino en la casa donde Frida Kahlo vivió con Diego Rivera.
Su mensaje con el paso del tiempo sigue manteniendo toda su vigencia como un grito de denuncia contra la opresión.
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