El jefe revolucionario dice ver mensajes divinos en el cielo de Caracas con motivo del halo solar que el Domingo de Ramos iluminó la capital venezolana
- En directo. Coronavirus, última hora
- Venezuela. SOS a Pedro Sánchez de la mujer del asesor español de Juan Guaidó detenido en Caracas
"Me considero un presidente bendito. Tenemos un pueblo bendito y una patria bendecida". Nicolás Maduro vive una explosión de religiosidad en tiempos de pandemia, que le ha llevado incluso a ver mensajes divinos en el cielo de Caracas con motivo del halo solar que el Domingo de Ramos iluminó la capital venezolana y también a recordar los "milagros" del Nazareno de San Pablo durante la epidemia de escorbuto de hace cuatro siglos.
El jefe revolucionario contactó durante una emisión televisiva con sus vicepresidentes, habituales portavoces durante la crisis del Covid-19, para mostrarles una "manifestación celestial", una nube en forma de paloma, captada por un amigo, "una persona muy llena de luz y muy intuitiva": "Miren esa foto para que vean, después hablan mal de mí. Yo sí creo en dios y en estas cosas. Ustedes están viendo la foto, se dan cuenta cómo tiene la forma de una paloma. Miren eso, ahí está dios".
"Es un mensaje claro a nuestro pueblo, estamos protegidos por la bendición divina, por la bendición de Dios", subrayó el "presidente pueblo", quien ha pasado en siete años de escuchar al "pajarito" que simbolizaba a Hugo Chávez a ver "palomas" como mensajes de la paz llegados del más allá.
"Estoy impresionado y emocionado por el gran poder de Dios, manifestado en el cielo. Da la esperanza de que viene con el milagro de la vida y la paz", añadió el 'hijo de Chávez' quien en paralelo, y ya sobre la tierra, ha ordenado el despliegue de las baterías antiaéreas "por el combate por la paz" y ha redoblado el plan terror contra opositores, periodistas y personal sanitario.
Entre los damnificados se encuentra el hispanovenezolano Demóstenes Quijada, asesor clave de Juan Guaidó. Maduro también ha acusado sin ninguna prueba a la "mafia guaidosista" de estar detrás del asesinato de un comandante revolucionario en el Arco Minero, territorio en disputa entre el hampa local, los paramilitares chavistas y la guerrilla colombiana.
Desde que el 'comandante supremo' comenzara su agonía, la revolución ha intentado sin éxito imponer un culto semirreligioso a su figura con el objetivo de trasladar su carisma y apoyo popular a su heredero. Una estrategia reflotada en diversas ocasiones durante los siete años de Gobierno de Maduro, que en estos días celebra las procesiones católicas del Nazareno, limitadas por la epidemia, cuando a principios de año había desvelado su cercanía con los evangélicos, a quienes incluso prometió una universidad y un día nacional de la biblia. Las manifestaciones callejeras del chavismo se nutren principalmente de trabajadores estatales, milicianos, dirigentes comunales y miembros de las iglesias evangélicas que apoyan a Maduro.
Maduro aprovechó para recordar el mito que rodea a este Jesucristo llegado desde Sevilla en el siglo XVII. Durante una epidemia de peste de vómito negro, su imagen fue paseada por la ciudad. Al pasar por un huerto, un racimo de limones quedó prendido de su corona, convirtiéndose en medicina mágica para los enfermos, cuenta la leyenda. Como si con la actual pandemia hiciera falta otro milagro para proteger a Venezuela. "¡Escucha a tus hijos, padre!", clamó Maduro directamente al Nazareno de San Pablo.
Un cambio de tercio que de forma sorprendente acercó al líder chavista con el clero católico, la institución más prestigiosa de la sociedad por su lucha constante contra la revolución. En cambio, miembros de su Gobierno acusaron a monseñor Baltazar Porras de mantener la procesión con riesgo para "la salud de la feligresía para así imponer su agenda pseudoreligiosa y abiertamente criminal".
La redoblada fe del 'conductor de victorias', como le denomina la propaganda bolivariana, le ha llevado incluso a presentar el último bono de Semana Santa, otorgado por su Gobierno a los "patriotas" (tres dólares por persona), armado con un crucifijo con el que se toca la frente.
Una filosofía sincrética que se mueve entre evangélicos y católicos, pese a que Maduro y su mujer Cilia Flores, al igual que la vicepresidenta nicaragüense Rosario Murillo, mujer del caudillo Daniel Ortega, militaron entre los seguidores del polémico gurú indio Sai Baba. Considerado un "dios viviente" por los suyos, murió en 2011 entre acusaciones de abusos sexuales y de inventarse los milagros.
También son conocidos los costosos ritos santeros afrocubanos que el jefe revolucionario ordena desde el Palacio de Miraflores.
"A Jesucristo lo matan por ser antiimperialista, por enfrentar el imperio romano con todo su ser, su palabra. Lo matan por ser un antioligárquico", explicó Maduro en una de sus frecuentes alocuciones televisivas. "Es el Cristo histórico, el Cristo luchador. Es el hijo de Dios, un revolucionario", arengó el mandatario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario