jueves, 9 de abril de 2020

Todo Cristiano es un Ministro





“Ustedes también son como piedras vivas que Dios utiliza para construir un templo espiritual”.  1 Pedro 2:5a (PDT)
Dios dice que tú eres un sacerdote santo. Dependiendo de tu experiencia, que puede ser aterradora o confusa. Pedro está diciendo que los dos beneficios que tienen los sacerdotes ahora, están disponibles para cada creyente.
En el antiguo testamento, los sacerdotes hacían dos cosas:
  1. Tenían el privilegio, derecho y responsabilidad de ir directamente a Dios. Ellos podían orar y hablar con Dios, adorar y tener compañerismo con Dios. Todos los demás tenían que acudir al sacerdote.
  2. El sacerdote tenía el privilegio y responsabilidad de representar las personas ante Dios y ministrar las necesidades de otras personas (servicio).
Esas dos cosas se vuelven realidad cuando te conviertes en un creyente.
Ahora tienes acceso directo a Dios. No tienes que orar a través de nadie más. No tienes que confesarte ante Dios a través de nadie más. No tienes que tener compañerismo con Dios a través de nadie más. Puedes leer la Biblia, hablar con Dios, y tener compañerismo directamente con Él.
La Biblia dice que cuando Jesús murió en la cruz, había un velo en el tempo que separaba lo Santo de lo Sagrado, separaba donde estaba el Espíritu de Dios, de donde estaba el hombre. Solo el sumo sacerdote podía ir detrás del velo una vez al año. Cuando Jesús murió en la cruz, Dios rompió ese velo -aproximadamente 21 metros- de arriba hasta abajo, simbolizando que ya no había barrera.
También tienes el don del ministerio para servir a otras personas. Cada cristiano es un ministro —no un pastor, sino un ministro. Cada vez que usas tus talentos y dones para ayudar a otros, estás ministrando.
“Pues Dios nos salvó y nos llamó para vivir una vida santa. No lo hizo porque lo mereciéramos, sino porque ese era su plan desde antes del comienzo del tiempo”
2 Timoteo 1:9a (NTV). ¿Por qué te salvó Dios? Para que pudieras servirle. Un cristiano que no sirve es una contradicción.

¿Cómo saber cuál es tu ministerio? Mira tus talentos, dones y habilidades. Cuando usas esos talentos y dones para ayudar a otras personas, a eso se le llama ministerio —Nada lujoso o aterrador. Sólo es ayudar a otros. ¿Puedes ser un ministro en el departamento de ventas?  ¿Puedes ser un ministro como contador? Por supuesto. ¿Conduciendo un camión? Seguro. Cada vez que estás ayudando a otras personas en el nombre de Dios, estás ministrando.
Reflexiona sobre esto:
  • ¿Cuáles son tus dones y habilidades espirituales? ¿Cómo estás usándolos para servir a Dios y a otras personas?
  • ¿Con cuál actitud crees que Dios quiere que sirvas? ¿Por qué?
  • ¿Cómo aprovechas al máximo tu estatus como ministro? ¿Sacas ventaja de tu acceso directo a Dios?

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