Ana Hernández Sarriá se desplazó hasta la isla de Maafushi en busca de inspiración para su tercera novela sin saber que su vuelta, aún en el aire, sería una auténtica odisea.
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Dice la escritora Ana Hernández Sarriá (Madrid, 1988) que el tiempo es lo único que no vuelve. Esta sentencia que da título a su segunda novela (El tiempo es lo único que no vuelve publicada por La Esfera de los Libros) se antoja hoy más rotunda que nunca. Si como escenario para dicha publicación eligió la ciudad de Nueva York, las Maldivas son el nuevo emplazamiento escogido para ambientar su próxima trama.
Precisamente es allí donde Hernández Sarriá se ha visto sorprendida por la crisis desatada por el coronavirus. Mucho antes del comienzo de la debacle, Ana se desplazó hasta la isla de Maafushi en busca de inspiración para su tercera novela sin saber que su vuelta, aún en el aire, sería una auténtica odisea.
Pregunta-. ¿Por qué decidió buscar inspiración para su nueva novela en las Maldivas?
Respuesta-. Desde que era una niña he sido siempre una enamorada del mar. Para la mayoría de las personas, el océano es conocido por ser impredecible, peligroso y estar lleno de criaturas extrañas, inmensas y aterradoras. Pero para mí, ha sido siempre todo lo contrario. Cuando estoy cerca de él me siento más a salvo que en cualquier otro sitio. Cuando mis pies tocan el agua o escucho el sonido de las olas, inmediatamente me siento en paz. Y cuando buceo en lo más profundo de sus azules, siento cosas maravillosas en lo más profundo de mi alma. Escogí Maldivas como el escenario de mi tercera novela precisamente para poder explicar con detalle este cúmulo de sensaciones. El mar es un protagonista muy importante de la nueva trama. Pero nunca me imaginé que me quedaría atrapada en esta isla. Lejos de mi familia y de mi hogar.
P-. ¿Cómo ha trastocado la situación actual la idea previa que tenía?
R-. La isla está vacía y los turistas se han ido. He tenido la oportunidad de conocer a gente local que me está contando las historias de sus vidas. Me han llevado a los colegios, me han abierto las puertas de sus casas, me han hablado de las oraciones del islam y me han enseñado detalles desconocidos de sus mezquitas. Hay días que me siento muy afortunada de estar aquí. Aunque también tengo mucho miedo. Y hambre. Pero precisamente esos sentimientos, la ansiedad y la incertidumbre, son la mejor arma para cualquier escritor.
P-. De momento, sigue sin haber contagios en la isla en la que se encuentras. ¿Cómo se desenvuelve en este lugar?
R-. Lo único que logra quitarme un poco la ansiedad, cuando llegan las noticias de mi país a la isla, es irme a bucear al océano. Me sumerjo y, de repente, me encuentro una tortuga, o una manada de delfines, o mantas, rayas, morenas y peces de miles de colores. Me empapo de todo lo que vivo cuando estoy dentro del agua. Además, como no hay casi turistas, hay más fauna marina que nunca. Los corales se están recuperando. Y con ellos, aunque parezca una chaladura, las personas. Los musulmanes se han abierto a los pocos extranjeros que nos hemos quedado encerrados en la isla. Estamos compartiendo este momento tan importante junto a ellos.
P-. ¿Cómo describiría el contraste de vivir una situación tan dura, más aún viviéndola en soledad, en un entorno natural tan privilegiado?
R-. Hay días que me siento una privilegiada, sí. Miro al horizonte y veo los espectaculares atardeceres naranjas. Pero, aunque sea una paradoja, de nada me sirve estar en el paraíso para curar las ganas que tengo de volver a casa con mi familia. Me siento más sola que nunca. Y, en momentos así, uno quiere estar en su hogar, con los suyos. No importa dónde, si encerrado en un espacio diminuto, incluso sin ventanas. El paraíso de verdad es estar en casa, cerca de tus amigos y familia.
P-. Al parecer ha comenzado a alimentarse de aquello que le proporciona el mar. ¿Qué es lo más importante que le está reportando el espacio en el que ahora se encuentra?
R-. Maldivas es un país donde todos los productos son importados. Hace unos días, cuando explotó todo esto, nos metieron mucho miedo diciendo que, como el tráfico de barcos se había paralizado, no iba a llegar a la isla ni agua potable, ni comida. Así que, todas las tardes, nos íbamos al mar a pescar. Mis amigos isleños han crecido en el agua, así que agarran los pulpos y las langostas con una soltura innata. Todas las tardes hacemos barbacoas y juntamos en la parrilla todo lo que pescamos. El mar es el recurso natural que nos esta salvando la vida.
P-. Dentro de lo excepcional de esta situación, ¿cómo procura seguir llevando una vida relativamente normal?
R-. La novela me está salvando de volverme loca sin una rutina. Me pongo el despertador todos los días a las ocho de la mañana y, sin excusas, me voy a escribir mi manuscrito a mi nueva oficina. Hay un hotel en la isla que se llama Liyela Retreat. Ahora solo tiene dos clientes y, en unos días, van a cerrarlo, pero le he pedido a la dueña que me deje escribir. Así que allí me paso la mitad de mis días. A veces, se acercan dos loros macaw a saludarme. Otras, veo a los delfines en el horizonte. Los cuervos se pelean a mi lado. Mientras yo, escribo, escribo, escribo sin parar. Y luego, me doy un baño en el mar, buceo un rato, hablo con mi familia, leo las noticias y me acuesto rezando para que vuelvan a abrir el tráfico aéreo y me dejen ya por fin volver a casa.
P-. ¿Cuándo cree que podrá volver a España?
Cuando llamo a la embajada española, me explican que, por ahora, están repatriando a españoles que están en zonas de alarma. Maldivas casi no tiene casos de coronavirus y, aunque estemos encerrados, estamos bien. Al principio, me enfadaba mucho cuando me daban esta respuesta, pero ahora lo he entendido. Habrá españoles hospitalizados en quién sabe qué partes del mundo y en qué condiciones. Se merecen que se hagan cargo de ellos primero. Si todo sale bien, yo creo que a finales de este mes, quizás principios de mayo, podré volver a casa. Solo de pensarlo, se me ponen los pelos de punta.
P-. A la vista de los acontecimientos, ¿se reafirma en que el tiempo es lo único que no vuelve?
R-. Por supuesto. Si algo me ha demostrado la vida, las experiencias y mis viajes es precisamente eso. Es el título que le di a mi segunda novela. Y el titulo que probablemente rija todo lo que me pasa en mi vida. Hace solamente dos días falleció mi abuela, la persona en la que he inspirado mi nueva trama. Se me rompió el corazón en pedazos. Pero, cuando logro tranquilizarme, pienso que pude pasar muchísimo tiempo con ella gracias a la entrega de sus memorias. Y recuerdo esas tardes en su salón. Juntas, compartiendo un té calentito mientras las leíamos juntas. El tiempo es lo único que no vuelve. Es una gran certeza.
P-. Si no es indiscreción... ¿De qué trata la nueva trama en la que está trabajando?
R-. Hay dos protagonistas: Una abuela y una nieta. Unos meses antes de fallecer, la abuela le entrega sus memorias a la joven. Entonces ella descubre aventuras apasionantes de su vida. No solo todo lo que vivió de niña durante la Guerra Civil en Madrid, sino todo lo que experimentó después de fallecer su abuelo. Viajes por el mundo llenos de aventuras. Descubre que ella también vino varias a veces a esta isla, Maafushi, en Maldivas. Decide venir a descubrir qué era lo que había enamorado de esta isla a su abuela. Y, entonces, se queda atrapada en el paraíso por el coronavirus. Y, sin saberlo, vive una aventura muy parecida a la que vivió su abuela varias generaciones atrás.
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