Desde que nació, el autor galés tuvo una vida marcada por la tragedia. Trabajó como espía para el servicio de inteligencia británico. Se casó con la actriz Patricia Neal, con la que no se portó muy bien.
Con más de 200 millones de libros vendidos y traducidos a 58 idiomas, Roald Dahl es uno de los escritores de libros infantiles más exitosos de todos los tiempos. Sin embargo, su vida privada dista mucho de la inocencia de esos niños que, a lo largo de varias generaciones, han leído James y el melocotón gigante (1961), Charlie y la fábrica de chocolate (1964), El gran gigante bonachón (1982) o Matilda (1988). Como se suele decir, en casa del herrero, cuchillo de palo.
Desde que nació, el autor galés tuvo una vida marcada por la tragedia. Su padre y su hermana mayor fallecieron cuando era un crío, sus compañeros de internado le acosaban física y psicológicamente y cuando se alistó como piloto de combate durante la II Guerra Mundial tuvo un accidente que le produjo fracturas en el cráneo y daños permanentes en la columna vertebral y la cadera. De hecho, tras su recuperación tuvo dos cirugías de columna y un implante de cadera.
Su impresionante magnetismo para conquistar a las mujeres le convirtió en una pieza clave para trabajar como espía para el servicio de inteligencia británico (MI16) que pretendía persuadir a Estados Unidos para que luchara contra Hitler. En su equipo también se encontraban Ian Fleming -su experiencia le sirvió para escribir la saga de James Bond- y Noël Coward, dramaturgo que escribió Vidas privadas (1929) y El espíritu burlón (1941). Como todos ellos se movían en las altas esferas, contactar con damas acaudaladas y con influencia fue una misión prioritaria.
A su llegada a Washington en 1942, Dahl trabó tal amistad con los Roosevelts que le permitió tejer otra red de contactos que llegaron hasta su cama. Tuvo una relación con la congresista Clare Booth Luce, esposa del editor de las revistas Life y Time; con Millicent Rogers, nieta de uno de los empresarios multimillonarios de la Standard Oil, quien le colmó de carísimos regalos al mismo tiempo que tenía otro rollo con Ian Fleming, uno de los mejores amigos de Dahl para quien adaptó al cine los libros Solo se vive dos veces (1967) y Chitty Chitty Bang Bang (1968) y con Annabella, una de las mujeres de Tyrone Power.
En 1943 publicó su primera novela, Los Gremlins, que décadas después produciría Steven Spielberg. Tras multitud de líos de faldas, el escritor conoció a través de Lillian Hellman -autora de la obra teatral y del guión cinematográfico de La loba (1939, 1941)- a la actriz hollywoodiense Patricia Neal, que todavía sufría por su amor imposible con Gary Cooper, con quien había rodado El manantial (1949) y del que se quedó embarazada. Dahl y Neal se casaron en 1953 y tuvieron cinco hijos, Olivia (1955), Tessa (1957), Theo (1960), Ophelia (1964) y Lucy (1965).
Nuevamente, la desgracia volvió a llamar a la puerta de los Dahl. Su único hijo sufrió daños cerebrales después de que un taxi chocara contra su cochecito en plena calle y su primogénita falleció a los siete años a causa de una encefalitis. A raíz de la hidrocefalia de su vástago, participó junto a un neurocirujano y un ingeniero hidráulico en el invento de la válvula Wade-Dahl-Till, que ayudó a miles de niños a aliviar la presión intracraneal. El escritor rechazó cobrar por la patente.
Fruto de ese dolor nacieron dos de sus cuentos más famosos, James y el melocotón gigante (1961) y Charlie y la fábrica de chocolate (1964). Por su parte, Patricia había terminado por conquistar Hollywood con Desayuno con diamantes (1961) y Hud (1963), por cuyo papel ganó el Oscar a la mejor protagonista.
Pero la felicidad no tardó en resquebrajarse de nuevo ya que la actriz sufrió varios infartos cerebrales por los que tuvo que volver a aprender a caminar y a hablar. Dahl ejerció de padre y de madre. Nuevamente, parece que el drama personal le sirvió como un revulsivo porque mientras su esposa estuvo enferma escribió dos volúmenes de su biografía y una colección de 16 cuentos, Relatos de lo inesperado.
Desde siempre, Dahl tuvo una personalidad tan poliédrica como complicada. Era un ser retorcido que se comportaba de forma tirana con su esposa y algunos de sus editores; era infiel, misógino e incluso se le tildó como antisemita, pero él matizó que era "anti-Israel". Su carácter era tan endiablado que su primera esposa le apodó 'el podrido Roald'.
Con el paso de los años, su hija Tessa confesó que mientras su padre hacía feliz a muchos niños, ella agonizaba por dentro debido al egoísmo y el egocentrismo de su progenitor.
En uno de los momentos críticos de salud de Patricia Neal, el autor empezó un affaire de 11 años con la mejor amiga de su mujer, Felicity d'Abreu. Al enterarse, a la actriz se le partió el corazón. Después de tres décadas de matrimonio, se divorciaron en 1983. Mientras Patricia se lamía las heridas en el convento de Regina Laudis donde encontró refugio en los brazos de su amiga, la ex actriz convertida en monja de clausura Dolores Hart, el escritor se casaba con su amante.
En 1988, la intérprete escribió en su autobiografía As I am que su ex esposo fue un hombre con un talento extraordinario, pero un ser arrogante, grosero, desleal e infiel que llegó a menospreciarla durante su matrimonio. Su nieta, la ex modelo Sophie Dahl -casada con el músico Jamie Cullum- afirmó hace unos años que su abuelo era muy dominante y difícil de tratar. Su nieto, por cierto, protagonizó titulares esta semana al contraer matrimonio con la hija de Noor de Jordania.
Hace tres décadas falleció a causa de la leucemia a los 74 años. Su viuda, a quien cariñosamente llaman Lizzy, se encarga de gestionar los derechos de autor. La influencia social de Dahl fue de tal envergadura que, con motivo del centenario de su nacimiento, la editorial Oxford University Press le homenajeó con el Diccionario Oxford de Roald Dahl que recogen los 500 términos que inventó sobre fonemas conocidos ('delumptious' proviene de delicious/delicioso, 'human bean' (judía humana) que se pronuncia casi igual que human being (ser humano), o 'Dahlesque', que se refiere al estilo del autor), así como las más de 8.000 expresiones que popularizó a través de sus relatos.
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