El museo londinense vuelve a la actividad tras el confinamiento con una singular exposición entre la espiritualidad y la carne
La maithuna erótica fue adquirida por el Museo Británico en 1805. La trajo hasta Londres el capitán Alexander Allan, cartógrafo de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Procedía de uno de los antiguos templos excavados en piedra en la isla de Elefanta, cerca de Bombai. La escultura de arenisca estaba incompleta, pero escandalizaba a simple vista...
A la izquierda, según se mira, un hombre se entrega al acto conocido como yoni-puja o "veneración de la vulva". Según algunos textos del tantra, recitar el mantra "yoni, yoni" hasta 10.000 veces durante el inusual "boca a boca" puede bastar para alcanzar la iluminación, más la fuerza cósmica que supone el contacto directo con el rajapana (los fluidos sexuales que trasmiten directamente el poder de la diosa Shakti).
El conjunto escultórico se completa con una mujer comprimida literalmente entre dos hombres y agarrando en su mano el falo gigantesco de uno de sus amantes. Por razones obvias, la maithuna erótica fue retirada de la vista en la era victoriana y acabó formando parte del Museo Secreto, donde se almacenaron durante años "los objetos depravados, indecentes o degenerados". Allí estuvo preservada hasta 1960, cuando salió tímidamente de las catacumbas.
La intrépida escultura brilla ahora con luz propia en Tantra: de la iluminación a la revolución, la singular exposición con la que el Museo Británico vuelve a la vida tras la larga pausa del confinamiento. Otra mithuna erótica, esta procedente de Rajatán y fechada en el siglo X, ilustra el concepto de kama: la raíz del universo, la permanente interacción de Shiva y Shakti en todas sus manifestaciones.
La acrobática y metálica unión de Raktayamari y Vajravetali en el Tíbet, en el siglo XVII, ilumina la singular expansión de las tradiciones tántricas por el sur de Asia. En Nepal, en el siglo XVIII, la unión yab-yum con el hombre en posición de loto y la mujer sentada en su regazo era algo habitual en los pequeños bronces.
Y aun así, esta visión descaradamente sexual que llega hasta el neo tantra occidental en el siglo XX (con expresiones como El Libro del Amor de Lenore Kandell o los collages de Penny Slinger) es tan solo la punta del iceberg de ese conjunto de tradiciones más o menos profanas o esotéricas , que se abrieron paso durante siglos en los resquicios del hinduismo y del budismo, y que jugaron incluso un papel fundamental en la revolución contra el colonialismo británico.
El protagonismo final en la exposición del Museo Británico se lo lleva precisamente la diosa Kali, con su apariencia fiera y su lengua provocativa. Kali no solo aterrorizaba a los colonos como deidad maléfica, bailando sobre los cadáveres y ahuyentando a los chacales y a los buitres, sino que con el tiempo inspiraría al mismísimo Mick Jagger y a los Rolling Stones (que no dudaron en apoderarse de su protuberante lengua como símbolo del grupo).
"Kali estaba considerada por los británicos como una fuerza demoníaca y peligrosa", advierte Imma Ramos, comisaria de la exposición y autora del fascinante catálogo que dedica más de cincuenta páginas al curioos papel de diosa tántrica en la revolución. "Para muchos escritores y artistas bengalíes, Kali se convirtió en un espacio simbólico, en una manifestación de la resistencia y de la independencia de la Madre India".
Porque el tantra, más allá de todas las interpretaciones y los estereotipos, tiene en opinión de Imma Ramos una raíz de perpetua rebeldía contra la tradición en sus mismos orígenes: "Se trata esencialmente de una filosofía que afirma la realidad material como una manifestación del poder femenino. Nos enseña que tenemos que afrontar activamente los obstáculos espirituales -como el deseo, el miedo o la aversión- para poder superarlos. Por eso la imaginería tántrica tiene a veces una naturaleza erótica o macabra".
El tantra no solo abraza la vida, con esa invitación a convertir el cuerpo en "tu propio templo", sino que rompe con el tabú de la muerte, e introduce prácticas como la meditación en cementerios, el hábito de sentarse sobre los cadáveres y el uso de cráneos y hueso como adornos, vasijas o instrumentos musicales. El canto a la vida y la celebración de la muerte se dan curiosamente la mano en esta exposición que rompe todos los esquemas y eleva el tantra a una dimensión inusitada.
"El tantra ha sido malinterpretado en occidente a lo largo de los siglos", sostiene Imma Ramos, experta en religiones, tradiciones y arte del sur de Asia. "Primero fue la visión negativa, asociada a la conducta depravada por parte de los misioneros cristianos. Y luego por esa idea de culto al éxtasis introducido por la contracultura a finales del siglo XX. Una cosa es cierta en todo caso: en el corazón del tantra está transgresión y la afirmación de lo femenino como poderosa fuerza de transformación".
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