domingo, 15 de noviembre de 2020

Príncipe Akishino: heredero de una dinastía en peligro de extinción

 

Príncipe Akishino: heredero de una dinastía en peligro de extinción

Actualizado 

Japón celebra este domingo la ceremonia de proclamación del príncipe heredero, Akishino, hermano del emperador. Las autoridades discutirán después medidas para asegurar la continuidad de la familia imperial ante la falta de varones.

Akishino, este domingo, con el traje ceremonial para su proclamación.
Akishino, este domingo, con el traje ceremonial para su proclamación. Efe

El mundo ha asistido en el último siglo -desde el final de la Gran Guerra- a muchas desapariciones de monarquías en naciones que abrazaron el sistema republicano. Aunque casi medio centenar de estados mantienen todavía en la jefatura del Estado una testa coronada. Lo que ningún contemporáneo ha visto nunca es la extinción de una dinastía reinante, fenómeno que nos hace pensar en el fin de civilizaciones antiguas o medievales. Y, sin embargo, en pleno siglo XXI, una de las potencias más avanzadas del orbe, Japón, está seriamente preocupada por la posibilidad de que su familia real, la más antigua del planeta -lleva más de dos milenios ininterrumpidos en el trono-, desaparezca, se extinga, se desintegre. Así de distópico, así de sencillo.

Es en medio de este inquietante panorama donde adquiere enorme importancia la proclamación oficial de este domingo de Akishino (54 años), hermano del actual emperador Naruhito, como príncipe heredero del país del sol naciente. Se trata de una ceremonia con ritos y protocolo centenarios que en esta ocasión no podrá revestir ni la magnificencia ni el esplendor habituales por culpa de las restricciones a las que obliga la pandemia del coronavirus. De hecho, la proclamación de Akishino tenía que haberse producido el pasado mes de abril. El Gobierno nipón lo tenía todo preparado, se habían cursado las invitaciones para más de 750 asistentes y la prensa llevaba meses informando sobre el desarrollo de la ceremonia y los detalles de los dos grandes banquetes de Estado con los que iba a culminar la jornada histórica. Todo se vino al traste. Al fin, este domingo, entre fuertes medidas de seguridad, se han readaptado los actos, con una presencia muy reducida de invitados y sin la pompa espectacular que irradia la Corte del Crisantemo.

Las autoridades de Tokio no podían esperar más. El fin de la pandemia todavía está lejos de otearse, por desgracia, y urgía que el único hermano varón del emperador fuera proclamado su heredero de forma oficial para que el Gobierno, el Parlamento y la Casa Imperial puedan reanudar las discusiones sobre las medidas inaplazables a adoptar con el fin de asegurar nada menos que la supervivencia de su dinastía real.

LEY SÁLICA

Porque en Japón rige, en pleno siglo XXI, sí, la Ley sálica. Y en su versión más rígida. Esto es, las mujeres no sólo tienen vedado el acceso al trono, sino que tampoco transmiten derechos sucesorios. Y, de hecho, cuando las princesas contraen matrimonio, si lo hacen con plebeyos, como viene ocurriendo en las últimas décadas, pierden su título y su estatus real, dejan de formar parte de la familia imperial y, por supuesto, ya no desempeñan nunca más funciones institucionales. El propio Akishino tiene dos hijas en edad casadera y una de ellas, Mako, protagonizó un extraño episodio al tener que cancelar hace dos años su boda, de momento en el limbo, tras conocerse la gran deuda económica que arrastra la familia del novio, lo que constituye un deshonor.

Hoy la dinastía sólo cuenta con 18 miembros, la mayoría muy mayores. Pensará algún lector que son muchos, teniendo en cuenta que en España hoy nuestra familia real apenas tiene seis. Pero son muy pocos en Japón, sobre todo porque el futuro del trono ya sólo está en manos de Akishino y de su único hijo varón, Hisahito (14 años), que desde mañana ocupará el segundo puesto en la línea sucesoria y en el que están depositadas las esperanzas de que el día de mañana engendre varones que garanticen la continuidad imperial. Demasiado peso sobre los hombros de este mozalbete, quien habrá empezado a sentir ya la fuerte presión por tan gigantesca responsabilidad histórica.

Los políticos nipones están seriamente preocupados por este asunto. En el país se debaten desde hace años distintas fórmulas, pero se está lejos de llegar al acuerdo. Ya fue traumático el cambio legal que permitió al anciano Akihitoabdicar en abril de 2019. La Constitución vigente, impuesta por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial, no contemplaba esta opción y hubo que hacer malabarismos legislativos.

Más del 70% de los japoneses, según las últimas encuestas, desearían ver a una mujer en el trono. Sí se aboliera la ley sálica, harto improbable, deberían establecer su alcance retroactivo para saber si aún podría reinar algún día la única hija de Naruhito y Masako, la melancólica Aiko, quien hoy por hoy ve cómo su tío y su primo le han dejado sin opciones. El Gobierno conservador y una parte importante de la inmovilista clase política se niega a contemplar tal avance igualitario.

Otras medidas que se barajan incluyen la de permitir que las princesas imperiales mantengan su estatus tras casarse y sí puedan transmitir derechos sucesorios a sus hijos. En ese caso, el país podría encontrarse con una próxima generación de príncipes que robustericera de nuevo la dinastía y asegurara su continuidad. Otras voces abogan por la reincorporación a la familia real de líneas principescas lejanas que fueron abolidas en 1947. Y hay incluso sectores que apoyan abiertamente que el emperador, del que se destaca su sagrada función, vuelva a tener concubinas que acaben con estos problemas. Recordemos que hasta el fallecido príncipe Tomohito llegó a pedir en público a su sobrino Naruhito que repudiara a su mujer y que se volviera a instalar el viejo sistema de concubinas reales para engendrar a un heredero.

Todas las posibilidades se pondrán sobre la mesa después de la celebración del Rikkôshi no Rei, la proclamación oficial de Akishino, en una de las salas del Palacio Imperial.

RITOS CENTENARIOS

El acto ha estado presidido por los emperadores Naruhito y Masako. Y el primer ministro ha trasladado sus mejores deseos al heredero en nombre del pueblo. En una breve declaración, Akishino, vestido con un traje ceremonial color naranja, se ha comprometido a desempeñar sus funciones como príncipe heredero que ha asegurado reconocer "profundamente". Por su parte, el premierYoshihide Suga, ha dicho: "El pueblo japonés reverencia al príncipe heredero y a la princesa después de ver cómo han mostrado su amabilidad en sus interacciones con la gente".

Lo de una heredera... tendrá que seguir esperando.

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