Lo pidió esta mañana en su homilía el Cardenal Angelo Comastri durante la celebración de la Misa con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción. El Purpurado invitó a educar a los jóvenes al verdadero sentimiento del amor, “liberándolos de la ilusión de que pueden llegar a ser libres cediendo a todos los instintos”. Porque “la libertad radica en ser el maestro de los propios sentimientos para hacer que se conviertan en un regalo de amor a través del lenguaje de la sexualidad, dentro del cual late el milagro de la vida humana”
Vatican News
Esta mañana a las 10.30, el Cardenal Angelo Comastri, Vicario de Su Santidad para el Estado de la Ciudad del Vaticano y Arcipreste de la Basílica de San Pedro, celebró la Santa Misa la misa en el Altar de la Cátedra con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción. En su homilía abordó en, tres puntos, lo que María quiso decir al mundo tras el desborde, hace dos años, del río Gave, que fluye junto a la Gruta de la Inmaculada Concepción. El “silencio impuro” que se ha generado ante la pureza – indispensable para que el “verdadero amor florezca” – y el tema de la “sexualidad sin educación” y no guiada por la pureza, tal como sucedió con Alessandro Serenelli, el joven que el 5 de julio de 1902 apuñaló a María Goretti porque no quería ser utilizada como objeto para desahogar una pasión vergonzosa sin una migaja de amor.
¡Yo soy la Inmaculada Concepción!
Refiriéndose al Santuario de Lourdes, donde Nuestra Señora reveló su nombre a Bernadette Soubirous, en 1858, como “la Inmaculada Concepción", el Purpurado explicó que la Virgen quiso decir con estas palabras que “su corazón siempre ha permanecido límpido” y que jamás fue tocado por el pecado, cual “puñado de barro que ensucia la limpidez del corazón humano y, sobre todo, ensucia el amor y lo transforma en egoísmo, que es exactamente lo opuesto al amor".
Mensaje de María
Al recordar la inundación que causó el Gave y que invadió la Gruta de la Inmaculada Concepción con su agua fangosa que, al retirarse, dejó una gruesa capa de barro, el Cardenal Comastri interpretó este hecho como una señal o mensaje de María en que quiso decir: "¡Se han ensuciado! ¡Han traicionado al amor, lo han enfangado!". Y añadió:
Silencio en torno a la pureza
Seguidamente invitó a reflexionar acerca del “gran silencio” en torno a la pureza que existe hoy y que definió “¡un silencio impuro!”, puesto que la pureza es indispensable para que el verdadero amor florezca. “El amor, de hecho – dijo – es don de sí mismo. Pero para donarse a sí mismos hay que poseerse a sí mismo”. A lo que agregó:
Destrucción de la inteligencia humana
Tras aludir a la antropóloga Ida Magli – reconocida estudiosa de las sociedades primitivas, de la Edad Media y de la sociedad contemporánea – que había declarado que “la indigestión actual del sexo conduce a la destrucción de la inteligencia humana y, por tanto, de la misma sociedad", el Cardenal Comastri consideró que siendo esto así en muchos jóvenes y adultos las mismas fuentes de la vida humana son “devastadas por el capricho del egoísmo” y que de este modo “la sociedad no tiene futuro”.
Testimonio de Alessandro Serenelli
De este modo, el Vicario de Su Santidad para el Estado de la Ciudad del Vaticano llegó al último punto de su homilía en que presentó el testimonio de aquel joven que estaba “abrumado por una sexualidad sin educación y no guiado por la pureza”: Alessandro Serenelli, quien siendo joven apuñaló a María Goretti porque no quiso ser usada como un objeto para que él desahogara una pasión vergonzosa y sin una migaja de amor. Y leyó un párrafo de su testamento poco antes de fallecer que aún merece ser leído y meditado:
El Arcipreste de la Basílica de San Pedro afirmó que se debe repensar completamente la forma de vivir la juventud, porque esta estación de la vida “no es el momento para la transgresión y la libertad sin reglas” que lleva a la infelicidad. Y prosiguió con el testamento de Alessandro:
El Cardenal Comastri dijo que estas palabras no necesitan comentario puesto que son “el grito de un hombre que, habiendo experimentado el horror del derrape, quiere que otros no caminen por el mismo camino". E invitó a retomar “el llamamiento que surge de la historia de Alessandro” para no repetir su trágica historia:
Y concluyó con una oración a la Virgen Inmaculada, “mujer purísima y por eso capaz de amor verdadero”, a quien le pidió que “nos abra los ojos y el corazón para que podamos encontrar el camino de la pureza que florece en verdadero amor”.
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