San Gabriel de la Virgen de los Dolores no fue siempre un santo. De hecho, durante muchos años fue precisamente lo contrario.
Nacido como Francesco Possenti en 1838, Possenti fue bautizado en la misma pila que san Francisco de Asís. Durante su juventud, Possenti tenía mucho en común con el “trovador” de Asís y era un joven popular en las fiestas.
Mientras asistió a la escuela jesuita de Spoleto, se entregó a cualquier tipo de entretenimiento que encontrara. Más tarde, Possenti escribió en una carta: “Te lo aseguro, que, si hubiese permanecido en el mundo, no habría conseguido la salvación de mi alma. Dime: ¿Alguien ha podido permitirse más diversiones que yo?”.
Possenti disfrutaba en especial del baile, por lo que le apodaron “el bailarín”. Sus amigos también le llamaban il damerino (el galán de las damas), por su popularidad entre las mujeres.
Sin embargo, Dios nunca dejó de perseguir a Possenti. Dos veces cayó Possenti enfermo y dos fue milagrosamente curado. En ambas ocasiones prometió a Dios que entraría en la vida religiosa y las dos veces se olvidó rápidamente de ello. Entonces, un día, durante una procesión observó un estandarte de Nuestra Señora María Auxilio de los Cristianos. Sintió que Nuestra Señora le miraba directamente a él y escuchó una voz: “Cumple tu promesa”.
Este momento atravesó el corazón de Possenti, que decidió mantener su palabra y entrar en una orden religiosa. Accedió a la Orden pasionista el 21 de septiembre de 1856, donde recibió el nombre de Gabriel de la Virgen de los Dolores.
Gabriel se entregó de lleno en una vida de santidad e hizo lo que hiciera falta para acercarse a Dios. Sin embargo, no recibió la gracia de ningún don espiritual o experiencias extraordinarios. Simplemente vivió plenamente la vida de un pasionista y se esforzó por alcanzar la perfección. Gabriel es famoso por su frase:
“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer bien lo ordinario”.
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