A menos que el hombre se convierta en Dios…
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Sólo puedes convertirte en una parte del todo si sientes un gran respeto por el Dios que hay en ti. Tú eres el anfitrión; Dios es tu invitado. Al amarte a ti mismo descubrirás que Dios te ha elegido para que seas su vehículo. Por el hecho de escogerte como su vehículo ya te ha respetado; te ha amado. Al crearte te ha demostrado su amor. No te ha hecho por casualidad; te ha creado con un determinado destino, con un determinado potencial, con una determinada gloria que tienes que conseguir. Sí, Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza. El hombre tiene que convertirse en Dios. A menos que el hombre se convierta en Dios, no habrá realización, no habrá satisfacción.
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Pero ¿cómo puedes convertirte en Dios? Tus sacerdotes te dicen que eres un pecador. Tus sacerdotes te dicen que estás condenado, que irás al infierno. Te hacen que temas amarte a ti mismo. Éste es su truco: cortar la raíz del amor. Son personas muy listas. La profesión más astuta del mundo es la de sacerdote. Luego te dicen: «Ama a los demás». Sin embargo, este amor será algo artificial, sintético, una pretensión, algo fingido.
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Te dicen: «Ama a la humanidad, a tu patria, a tu país, a la vida, a la existencia, a Dios».
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Grandes palabras, pero totalmente vacías de contenido. ¿Acaso te has encontrado alguna vez con la humanidad? Siempre te encuentras con seres humanos, pero has condenado al primer ser humano con el que te has topado, a ti mismo.
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No te has respetado, no te has amado. Ahora, desperdiciarás el resto de tu vida condenando a otros. Por eso la gente es tan criticona. Si se critican a sí mismos, ¿cómo no van a encontrar los mismos fallos en los demás? De hecho, los encontrarán y los magnificarán, los engrandecerán lo máximo posible. Parece que es la única salida; en cierto modo, es algo que tienes que hacer para ponerse a salvo. Por eso se critica tanto y hay esa falta de amor.
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Te aseguro que éste es uno de los sutras más profundos de Buda, y sólo una persona que ha despertado puede proporcionarte esa interiorización.
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Él dice: «Ámate a ti mismo...». Esta puede ser la base de una transformación radical. No tengas miedo de amarte a ti mismo. Ama con totalidad y te sorprenderás: el día en que te libres de la autocondenación, la falta de respeto hacia ti mismo, el día en que te liberes de la idea de pecado original, el día en que pienses en ti mismo como alguien que vale la pena y alguien a quien la existencia ama, ese día será un día de gran bienaventuranza. A partir de ese día empezarás a ver a la gente desde una perspectiva correcta y tendrás compasión. No será una compasión cultivada; será natural, un flujo espontáneo.
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Además, la persona que se ama a sí misma puede fácilmente volverse meditativa, porque meditar significa estar contigo mismo.
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Si te odias a ti mismo, como sueles hacer, como te han dicho que hagas y a lo cual tú has obedecido religiosamente, si te odias, ¿cómo puedes estar contigo mismo? La meditación consiste simplemente en disfrutar de tu maravillosa soledad. Celebrarte a ti mismo; eso es exactamente la meditación.
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La meditación no es una relación. No necesitas a los demás para nada; uno se basta a sí mismo. Uno se sumerge en su propia gloria, se sumerge en su propia luz. Uno se regocija en el simple hecho de estar vivo, de ser.
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El mayor milagro del mundo es que tú eres, que yo soy. Ser es el mayor milagro, y la meditación abre las puertas a ese gran milagro. Sin embargo, sólo el hombre que se ama a sí mismo puede meditar; de lo contrario, no haces más que escapar de ti mismo, evitarte. ¿Quién quiere contemplar un rostro feo, y quién quiere penetrar en un ser feo? ¿Quién quiere adentrarse en su propia ponzoña, en su propia oscuridad? ¿Quién quiere penetrar en el infierno que tú consideras que eres? Tú pretendes mantener todo esto siempre cubierto con bonitas flores y quieres escapar siempre de ti mismo.
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De ahí que las personas estén continuamente buscando compañía. No pueden estar a solas con ellos mismos; quieren estar con otros. La gente busca cualquier tipo de compañía; con tal de evitar su propia compañía, vale cualquier cosa. Pueden sentarse durante tres horas en un cine viendo algo absolutamente estúpido. Pueden leer una novela policíaca durante horas desperdiciando su tiempo. Pueden leer una y otra vez el mismo periódico sólo para mantenerse ocupados. Pueden jugar a las cartas o al ajedrez sólo para pasar el rato. ¡Ni que tuvieran tanto tiempo!
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No tenemos mucho tiempo. No tenemos tiempo suficiente para crecer, para ser, para disfrutar. Sin embargo, éste es uno de los problemas básicos provocados por una mala educación: te evitas a ti mismo. La gente se sienta delante de la televisión, pegada a la silla, durante cuatro, cinco, seis horas. En Estados Unidos el promedio es de cinco horas al día de televisión, y esta enfermedad se va a extender al resto del planeta. ¿Qué es lo que ves? ¿Qué es lo que consigues? Quemarte los ojos...
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Sin embargo, siempre ha sido así; incluso cuando no existía la televisión, había otras cosas. El problema es siempre el mismo: cómo evitarse a uno mismo, ya que uno se siente horrible. Pero ¿quién te ha hecho feo? Los llamados religiosos, tus papas, tus shankaracharyas. Son los responsables de haberte desfigurado el rostro, y lo han conseguido; han hecho que todo el mundo sea feo.
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Todo niño al nacer es hermoso, pero empezamos a desfigurar su belleza, mutilándolo de muchas maneras, paralizándolo de formas distintas, alterando sus proporciones, desequilibrándolo. Tarde o temprano se siente tan a disgusto consigo mismo que está dispuesto a estar con cualquiera. Puede que vaya con una prostituta simplemente para evitarse a sí mismo.
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Ámate a ti mismo, dice Buda. Y esto puede transformar el mundo entero. Puede destruir todo este horrible pasado. Puede anunciar una nueva era, puede ser el principio de una nueva humanidad.
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De ahí mi insistencia en el amor; pero el amor empieza por uno mismo; y a partir de ahí puede extenderse. Se extiende por sí solo; no necesitas hacer nada para extenderlo.
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Ámate a ti mismo, dice Buda. E inmediatamente, a continuación, añade: y observa. En eso consiste la meditación; así llama Buda a la meditación. Pero el primer requisito consiste en amarte a ti mismo y después observar. Si no te amas a ti mismo y comienzas a observar, ¡puede que llegues a pensar suicidarte! A muchos budistas les entran ganas de suicidarse porque no prestan atención a la primera parte del sutra. Inmediatamente saltan a la segunda parte: «Obsérvate a ti mismo». De hecho, nunca me he encontrado con ningún comentario del Dhammapada que se haya fijado en la primera parte de este sutra de Buda: Ámate a ti mismo.
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Sócrates dice: «Conócete a ti mismo». Buda dice: «Ámate a ti mismo». La frase de Buda es mucho más correcta, porque a menos que te ames a ti mismo, nunca te conocerás; el conocimiento viene en segundo lugar. El amor prepara el terreno. El amor es la posibilidad de conocerse a uno mismo; el amor es el camino adecuado para conocerse a uno mismo.
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Una vez estaba con un monje budista, Jagdish Kashyap, que ya murió. Era un buen hombre.
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Estábamos hablando del Dhammapada y llegamos a este sutra, y empezó a hablar sobre la observación como si no hubiera leído nunca la primera parte. Ningún budista tradicional presta atención a la primera parte; sencillamente, se la salta.
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Yo le dije a Bhikshu Jagdish Kashyapa:
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—iEspera! Estás pasando por alto algo realmente esencial. Observar es el segundo paso, pero tú lo estás convirtiendo en el primer paso. No puede ser el primer paso.
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Así que volvió a leer de nuevo el sutra y dijo, con la mirada confundida:
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—Llevo toda mi vida leyendo el Dhammapada, y debo de haber leído este sutra millones de veces. Es mi oración matinal diaria para comenzar con el Dhammapada, me lo sé de memoria; sin embargo, nunca había caído en la cuenta de que «Ámate a ti mismo» es la primera parte de la meditación, y «observa» es la segunda parte.
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Lo mismo les ocurre a millones de budistas en todo el mundo, y también a los neo-budistas, dado que el budismo se está extendiendo ahora en Occidente. Ha llegado el momento de Buda en Occidente; ahora Occidente está preparado para entender a Buda, y aquí se está cometiendo el mismo error. Nadie cree que amarse a uno mismo sea la base del conocimiento de uno mismo, de la observación de uno mismo…, porque a menos que te ames a ti mismo no te podrás enfrentar a ti mismo. Lo evitarás. Tu observación puede ser en sí misma una forma de evitarte a ti mismo. En primer lugar: Ámate a ti mismo y observa: hoy, mañana, siempre.
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Crea energía amorosa a tu alrededor. Ama tu cuerpo, ama tu mente. Ama toda tu estructura, todo tu organismo. Amar significa aceptarlo tal como es. No intentes reprimirlo. Sólo reprimimos algo cuando lo odiamos, sólo reprimimos algo cuando estamos en su contra. No reprimas, porque si reprimes, ¿cómo vas a observar? No podemos mirar frente a frente al enemigo; sólo podemos mirar a ojos de nuestro amado. Si no eres un amante de ti mismo, no serás capaz de mirarte a los ojos, de mirarte a la cara, a tu propia realidad.
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Observar es meditar, lo que Buda denomina «meditación». Observar es el lema de Buda. Dice: sé consciente, permanece alerta, no seas inconsciente. No estés adormilado. No sigas funcionando como una máquina, como un robot. Así es como funciona la gente.
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Miguel se acaba de cambiar de piso y decide ir a presentarse a su vecina de enfrente. Cuando se abre la puerta, queda positivamente sorprendido al ver a una rubia despampanante emergiendo de una escueta bata medio transparente.
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Miguel la mira directamente a los ojos y exclama:
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—¡Hola! Soy tu nuevo azucarillo de este piso. ¿Me puedes prestar un poco de vecina?
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La gente vive inconscientemente. No son conscientes de lo que dicen, de lo que hacen; no son observadores. La gente se dedica a adivinar, no a ver; no tienen ninguna profundidad, no pueden tenerla. La profundidad surge sólo después de mucha observación; entonces puedes ver incluso con los ojos cerrados. Ahora no ves ni siquiera con los ojos abiertos. Adivinas, supones, impones, proyectas.
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Luisa está tumbada en el diván del psiquiatra.
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—Cierra los ojos y relájate —le dice el doctor—; vamos a hacer un experimento. Saca de su bolsillo un llavero de piel, lo abre y agita las llaves.
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—¿A qué te recuerda este sonido? —le pregunta.
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—Al sexo —susurra ella. Entonces él cierra el llavero y roza con él la palma abierta de la paciente. El cuerpo de la chica se tensa.
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—¿Y esto? —le pregunta el psiquiatra.
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—Al sexo —murmura nerviosa Luisa.
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—Ahora abre los ojos —le dice el doctor—, y dime por qué eso era tan sexualmente evocador para ti.
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Insegura, parpadea hasta abrir los ojos. Luisa ve entonces el llavero en la mano del psiquiatra y se pone colorada como un tomate.
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—Bueno, ¡ejem!, para empezar —balbuceó—, creí que el primer sonido era el de tu cremallera al abrirse...
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Tu mente está continuamente proyectando, proyectándose a sí misma. Tu mente está constantemente interfiriendo con la realidad, dándole un color, una imagen y una forma que no le corresponden. Tu mente nunca te permite ver lo que existe; te deja ver lo que quiere ver.
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Los científicos suelen pensar que nuestros ojos, oídos, nariz, el resto de los sentidos y la mente no son sino puertas a la realidad, puentes hacia la realidad. Pero ahora ha cambiado toda la interpretación. Ahora dicen que nuestros sentidos y nuestra mente no son realmente puertas ala realidad, sino guardianes contra ella. Sólo un dos por ciento de esa realidad logra burlar a esos guardianes y llegar a ti; el noventa y ocho por ciento de la realidad se queda fuera. El dos por ciento que llega a ti y a tu ser ya no sigue siendo el mismo. Ha tenido que traspasar tantas barreras, se ha tenido que adaptar a tantos esquemas mentales, que cuando llega a ti ya no sigue siendo el mismo.
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Meditar significa dejar la mente a un lado de forma que no interfiera más con la realidad y puedas ver las cosas tal como son.
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¿Por qué interfiere la mente? Porque la mente es algo creado por la sociedad. Es un agente de la sociedad que hay dentro de ti; no está a tu servicio, ¡recuerda! Es tu mente, pero no está a tu servicio; conspira contra ti. Ha sido condicionada por la sociedad; la sociedad ha implantado en ella muchas cosas. Es tu mente, pero ya no está a tu servicio; está al servicio de la sociedad. Si eres cristiano, funciona como agente de la Iglesia; si eres hindú, entonces tu mente es hindú; si eres budista, tu mente es budista. Pero la realidad no es ni cristiana, ni hindú, ni budista; la realidad, simplemente, es como es.
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Tienes que dejar de lado estas mentes: la mente comunista, la mente fascista, la mente católica, la mente protestante... Hay miles de religiones en el mundo —grandes y pequeñas religiones, y pequeñas sectas que se subdividen en otras muchas sectas—, tres mil en total. Por tanto, existen tres mil mentes, tres mil tipos de mente; ¡sin embargo, la realidad es una y la existencia es una y la verdad es una!
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La meditación significa: deja tu mente a un lado y observa. El primer paso —ámate a ti mismo— te ayudará muchísimo. Al amarte a ti mismo destruirás gran parte de las cosas que la sociedad te ha impuesto. Te liberarás de la sociedad y de sus condicionantes.
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El segundo paso es: observa, simplemente observa. Buda no especifica qué hay que observar. ¡Todo! Cuando camines, observa tu caminar. Cuando comas, observa tu acción de comer. Cuando te duches, contempla el agua, el agua fría cayendo sobre ti, el roce del agua, la frialdad, el escalofrío que recorre tu espalda; obsérvalo todo, hoy mañana, siempre.
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Del Libro : Amor_Libertad_Sol
(#oshocomparte)
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