Insatisfacción, siempre llega ese momento en que nada te llena. Hace unos días me di cuenta que estaba viviendo con muy mal humor el día a día, como aburrida de todos y todo, síntoma que he descubierto que en mí significa que algo no anda bien. ¿Te ha pasado?
Intenté varias cosas: dormir más, dormir menos, hacer más ejercicio, hacer menos ejercicio. A veces no tenemos ni idea de lo que debemos hacer para mejorar.
Decidí pedir ayuda y fui al terapeuta, le conté qué me pasaba y terminé con una frase que me sorprendió:
-«Gracias a Dios no estoy mal…pero tampoco estoy bien. Siento que nada me llena, es como morir de insatisfacción»
-«¿Y qué puedes hacer para cambiarlo?» me preguntó el doctor.
-«No sé, me gustaría viajar más, o misionar, intentar otro estilo de vida…», respondí.
-«Sandra, empieza por lo pequeño que hoy necesitas resolver: veo que tienes muchos pendientes y muchos sueños y todo eso te acogía. La satisfacción no cae del cielo, se construye en eso pequeño del día a día.»
-«¿Pero cómo hace la gente? A mí me cuesta un montón.»
– «Hazlo. No lo medites, lo sufres antes de hacerlo. Hazlo y ya. Una cosa a la vez.»
Luego de este encuentro, tuve tiempo para digerir lo aprendido y empezar a trabajar en esa sensación de vacío e insatisfacción que de pronto me toma por sorpresa. Quiero compartir contigo 4 aprendizajes:
Dios no sólo quiere que no estemos mal
Dios quiere que estemos bien, que disfrutemos la vida, pero vivimos como el hijo mayor de la parábola que está cómodo, pero no está feliz porque no está consciente del tesoro que tiene. Si no conocemos a Dios y entendemos que todo es un regalo, viviremos quejándonos y soñando con algo más.
Discernir nuestros deseos
San Ignacio advierte que debemos discernir los deseos que de pronto nos vienen, no vayan a ser, estos, tentaciones. Aunque sean muy santos y admirables como irse a misionar, quizá no es lo que hoy nos ayude a crecer, para nosotros y para nuestra comunidad. Recordemos: «Todo tanto cuanto nos ayude para el fin para el que somos creados». Nuestra vocación se construye en los pequeños pasos, no en correr de un extremo a otro.
Hay que ser fiel en lo poco
«Quien es fiel en lo poco es fiel en lo mucho» También caemos en la tentación silenciosa de despreciarnos y despreciar lo cotidiano porque «parece poco». ¡Pero nada es poco para el Señor! Y es en lo poco que vamos construyendo nuestras virtudes. Eso que hoy te parece nada es tu camino de santidad. Ese vaso de agua que sirves a tu hermano, esa comida que todos los días sirves a tu familia, ese viaje en colectivo hasta la universidad, todo es parte de tu camino de santidad.
Cada cosa en su lugar
«Den al César lo que es del César. A Dios lo que es de Dios» Dicen varios santos y autores de espiritualidad que quienes son más «espirituales» no son necesariamente quienes viven en la montaña, sino quienes encuentran en el momento presente a Dios. No pensemos que debemos huir de la vida y sus responsabilidades. Hay que hacerle frente a cada cosa y en su momento oportuno.
Les dejo esta oración que me está ayudando mucho durante este tiempo.
«Señor, te pedimos que nos ayudes a completar nuestros pendientes con tu fuerza y sencillez: contestar una llamada, entregar un documento, tender la cama, o cumplir un sueño. No como un sacrificio, sino con humildad, como una oportunidad que nos permites para crecer.
Haznos sentir tu presencia desde que nos despertamos hasta que dormimos, en cada una de nuestras acciones, para entender que todo lo podemos ofrecer por tu amor, por tu misión. Nada es poca cosa para ti.
Enséñanos a ser pacientes con nuestra vida, confiando que poco a poco iremos, junto contigo, tejiendo, moldeando, echando las raíces de nuestro futuro. »
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