Descubrir que a otra persona también le cae mal alguien a quien no soportamos es extremadamente placentero. Nos reafirma en algo de lo que, hasta ese momento, podríamos haber albergado dudas sobre estar equivocados. Pero, ¿cuáles son los riesgos de dejarnos llevar por este flujo negativo? ¿Cómo nos beneficiaría darle la vuelta a la situación y encontrar la conexión en hablar bien de los demás?
Nos hemos sentado con Olga Jordana, psicóloga e investigadora en el campo de las emociones y la salud mental, para que nos lo explique y nos ha hablado de cinco beneficios principales.
Autoestima
Cada vez que hablamos bien de otras personas estamos poniendo en práctica habilidades relacionadas con la inteligencia emocional como la tolerancia, el respeto, la empatía y la asertividad.
Esta inteligencia es una pieza importante de las muchas que componen la autoestima.
La autoestima es un concepto abstracto así que la psicóloga nos propone imaginarla como un recipiente parecido al que se usa en el Trivial para ir almacenando quesitos de colores.
Entre otros "quesitos" que nos ayudan a saber cómo está la mente se encuentra la comunicación verbal y no verbal, forma de expresión de la inteligencia emocional. Hablar bien de los demás refleja la presencia de esa pieza necesaria para ir construyendo una mejor autoestima.
En la búsqueda del bienestar personal tenemos que ser conscientes de cómo nos comunicamos y entrenar aquello que más dificultoso nos resulta para poder avanzar, nos indica la experta.
Para algunas personas será la sonrisa, para otras esforzarse por no hablar con monosílabos... Dejar de destacar solo las cualidades negativas de los demás es un aspecto que también se puede trabajar. Además, introducir el habito de hacer lo mismo pero con las cosas positivas tiene un efecto a la hora de ordenar la mente similar a sonreír, algo que veremos en detalle más adelante.
Retroalimentación
Podemos pensar que no hablar bien de los demás puede ser una herramienta para conectar con alguien que opina igual de mal que nosotros sobre otra persona. Sin embargo, deberíamos tener cuidado a la hora de dejarnos llevar por esta práctica si no queremos acabar enlodados en el fango del malrollismo.
Como nos indica la psicóloga, si observamos las expresiones faciales que adoptamos cuando criticamos, nos daremos cuenta de que son gestos asociados al asco, la tristeza, la rabia... Se trata del reflejo de las emociones que estamos desatando y pasar mucho tiempo adoptándolas desencadena un efecto de retroalimentación en el que los malos sentimientos llaman a más negatividad en un circulo vicioso.
Sin embargo, no hace falta hablar mal. Hacer todo lo contrario nos sirve perfectamente como instrumento para conseguir lo mismo pero con un impacto saludable. El efecto retroalimentación funciona en las dos direcciones y la prueba más directa es que, cuando hablamos bien de las personas, nos reímos más y adoptamos expresiones más suaves, dulces y cariñosas que son el reflejo de esos buenos sentimientos que estamos dejando fluir.
Feedback facial
Otra prueba de la importancia que tiene apostar por la buena vibra sobre la mala se encuentra en el feedback facial. Se trata de una terapia en la que, con sesiones de sonrisa, se ayuda a personas que atraviesan un mal momento a que tengan una sensación positiva de forma automática.
Puede parecer una tontería pero, según nos dice la experta, aunque al principio la sonrisa sea falsa, el simple movimiento de la expresión ya activa los músculos de la cara y desencadena una explosión de neurotransmisores. Esto se traduce en una sensación de bienestar instantánea.
Se trata de un pequeño subidón y para conseguirlo solo hay que esforzarse en sonreír un poco. Obviamente, no es la panacea y tiene sus limitaciones cuando hablamos, por ejemplo, de depresión pero la psicóloga nos anima a probarlo en nuestro día a día. Sobre todo, cuando estemos apáticos nos puede funcionar muy bien esforzarnos por sonreír y destacar las cualidades de los demás que nos gustan para volver a sentirnos mejor con nosotros mismos, con los demás y con el futuro.
Efecto contagio
Además de con el bienestar, hablar bien de los demás está vinculado al crecimiento personal. Cuando sonríes de forma natural y dices algo bueno hay más posibilidades de que los demás hagan lo mismo. Es lo que se llama el efecto contagio.
Se trata de algo que saben muy bien las personas que trabajan de cara al público. Ante un cliente enfadado o agresivo, mantener una postura amable y tranquila hace que, en muchas ocasiones, el cliente se relaje.
Esto sucede porque el cerebro asocia el tono de voz y las expresiones de la persona que le contesta con buenas palabras con algo ajeno a la agresividad y se crea una respuesta tranquilizadora que se traduce en rectificar y ser más amable.
Como la psicóloga nos indica, este efecto contagio funciona también dentro de un grupo. Cuando una persona adopta una postura agradable, genera un ambiente afable que se transmite y desemboca en una sensación de bienestar en todo el grupo.
Supervivencia
Hablar bien de los demás no solo tiene efectos positivos para nuestro bienestar sino que juega un papel fundamental en la supervivencia, según nos explica la experta.
El ser humano es un ser social y, como tal, uno de los objetivos más importantes de nuestra vida es encajar. Esto es muy importante desde el punto de vista evolutivo porque encajar en un grupo significa tener más probabilidades de sobrevivir y que nuestras necesidades vitales se cumplan más fácilmente.
Un método para conseguir encajar en un grupo es hablar bien de sus integrantes. De hecho, es un concepto que aprendemos desde muy pequeños. Ya siendo bebés sabemos que sonreír, poner cara de niños buenos, tener modales y, en definitiva, mostrarnos amables de cara a los demás nos hace conseguir cosas que deseamos.
Empezamos consiguiendo que nos den esa chuchería que queremos, luego que el profesor nos suba la nota y, ya de adultos, convencer al seleccionador en una entrevista para que nos dé el puesto de trabajo con el que soñamos. Cosas que difícilmente podríamos conseguir por una vía diferente.
Cuidado con agradar a toda costa
Sin embargo, no todo son beneficios. Como todo, hay que hacerlo con moderación y no cruzar la linea que separa el ser amables y potenciar los sentimientos positivos para crear lazos con los demás con el ser falsos e hipócritas.
La psicóloga nos indica que, cuando nuestro comportamiento es diferente de lo que pensamos realmente, ocurre un fenómeno que en psicología se llama disonancia cognitiva. Es algo que, por un lado, tiene la función de ayudarnos a renovarnos y reaprender muchas cosas. No obstante, cuando hacemos constantemente cosas que no queremos como, por ejemplo, elogiar sin sentir, la disonancia cognitiva nos genera un malestar importante.
Este malestar muchas veces se confunde con ansiedad y puede llevar a crisis existenciales y tener otras consecuencias relacionadas con el bienestar personal.
Esforzarnos por mostrar 24 horas nuestra mejor faceta, hacer la pelota y enfocarnos demasiado en cosas que quizá no son realmente tan importantes para nosotros puede ser fatal para nuestra salud mental.
Según la experta, si no tenemos ningún espacio donde poder ser nosotros de verdad un poco cada día nuestra salud mental empeorará a pesar de nuestra buena voluntad
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