martes, 20 de diciembre de 2022

Antes de hacer promesas de año nuevo, lea esto



 Justin Burkholder 

Dos filosofías clásicas, el estoicismo y el epicureísmo, brindan perspectivas diferentes para afrontar la vida desde la racionalidad o el hedonismo. Después de unas temporadas que nos han obligado a ser, al menos, un poco estoicos, ¿quizá nos venga bien un moderado descanso epicúreo?

Los gimnasios están llenos, los presupuestos están listos, las dietas han iniciado, la lista de libros por leer se ha preparado, y todos tienen sueños de los logros que traerá el nuevo año. Seguramente muchos de nosotros hemos establecido propósitos para el año nuevo, pero ¿cuántos hemos considerado esta práctica a la luz de nuestra cosmovisión cristiana?

Además de mejorar un poco nuestra condición física, económica, o educativa, ¿hay alguna razón bíblica que nos indique que deberíamos crear metas para el año nuevo? Quizá también vale la pena preguntar: ¿Hay algún peligro en establecer este tipo de propósitos?

Los peligros de establecer propósitos de año nuevo

Planear no es malo en sí mismo, pero nuestro corazón engañoso puede convertirlo en algo pecaminoso. Estos son solo tres de los peligros a los que debemos estar atentos cuando pensemos en lo que deseamos alcanzar este año nuevo:

1. Orgullo

Para algunas personas, crear y cumplir propósitos es algo que provoca un sentimiento de superioridad y orgullo pecaminoso en su corazón. 

Es fácil ver todas las mejoras que hemos hecho en nuestra vida y menospreciar a los que no son tan exitosos o productivos como nosotros. Cuando la productividad se vuelve una herramienta para juzgar a otros, no estamos siendo productivos de una manera que le agrada a Dios.

2. Perder de vista lo esencial

A menudo las metas que nos ponemos incluyen ciertas cosas que, aunque son buenas, son menos importantes a la luz de nuestra cosmovisión. 

La lectura, por ejemplo, es importante. Sin embargo, leer cierta cantidad de libros cada año no debe ser tu fin principal. De hecho, si tu lectura de libros secuestra todo tu tiempo de lectura bíblica, te has perdido en un asunto secundario. Aunque las metas nos ayudan a enfocarnos y crecer en áreas de debilidad, a veces nos podemos enfocar tanto en esas debilidades que perdemos lo que es primordial. 

3. Depender de nuestra voluntad

Otro gran peligro es creer que todo cambio en nuestra vida depende únicamente de nuestro esfuerzo. Cuando empezamos a ver ciertos logros en nuestra vida nos damos cuenta de la fuerza de la voluntad humana. Sin embargo, la voluntad humana no tiene una capacidad total. No somos soberanos, solo Dios lo es. 

Hay muchas cosas en la vida que no podemos controlar. Podemos hacer mucho ejercicio, y aún así enfermarnos. Podemos controlar todas nuestras finanzas, y aún así perder nuestro trabajo o pasar por una crisis económica. Todos nuestros planes y nuestras metas se sujetan a la voluntad de Dios y su plan perfecto para nuestra vida. Lo que podemos tener por seguro es que Dios hará todo en el 2020 para conformarnos más a la imagen de Cristo, incluso si no cumplimos nuestros propósitos.

Las razones para establecer propósitos de año nuevo

Aunque, como todo en la vida, establecer propósitos cada año tiene sus peligros, consideramos que hay muy buenas razones para hacerlo de todos modos. Es algo que hemos practicado ya por varios años en oración, examinando nuestras vidas y examinando dónde es que Dios desea que sigamos creciendo.

¿Por qué?:

1. Toda la vida es sagrada

Es fácil para nosotros tener objetivos de lectura bíblica y oración, pero muchos cristianos vemos los propósitos del ejercicio físico o la estabilidad financiera con cierto desprecio. Caemos constantemente en la falsa dicotomía entre lo sagrado y lo secular. La Biblia entera no nos permite crear esta distinción. Pablo nos recuerda en 1 Corintios 10:31 que todo lo que hacemos deberíamos hacerlo para la gloria de Dios. 

¿Estás usando tu cuerpo para la gloria de Dios? ¿Cómo lucirían tus finanzas si las usaras para la gloria de Dios? ¿Cómo debes usar tu tiempo para la gloria de Dios? A partir de estas preguntas empezamos a ver ciertos cambios que deberíamos hacer, los ponemos por escrito, y empezamos a armar nuestro plan para cumplirlos.

2. Somos mayordomos

La razón principal para considerar los propósitos anuales es porque nosotros somos mayordomos de todo lo que tenemos. Nada es nuestro. Nuestro cuerpo es prestado, nuestros talentos son prestados, nuestros hijos son prestados, nuestro dinero es prestado, nuestro tiempo es prestado… nada nos pertenece. Todo lo que tenemos le pertenece a Dios, y Él nos ha encomendado la tarea de ser mayordomos de sus bienes. 

Un mayordomo no simplemente usa los bienes, sino que busca mejorar, aumentar, invertir, y desarrollar aquello que el dueño le ha encomendado. Hay personas que por haraganería no han sido buenos mayordomos. ¿Cómo puedes mejorar los talentos que Dios te ha dado para Su gloria? ¿Cómo puedes mejorar tu condición física para la gloria de Dios?  

3. Tenemos voluntad

Por último, aunque no todo depende de nuestra voluntad, Dios sí nos ha dado una capacidad nata para disciplinarnos. Algunos de nosotros tenemos voluntades inactivas, y por lo tanto demostramos muy poco dominio propio y disciplina en ciertas áreas de nuestra vida. Pablo afirma en 1 Corintios 9 que disciplinaba su cuerpo para hacerlo su esclavo. A lo largo del libro de Proverbios somos llamados a trabajar, porque es por medio del trabajo que Dios nos prospera y también prospera a nuestro prójimo.

Podemos tener por seguro que Dios hará todo en el 2020 para conformarnos más a la imagen de Cristo, incluso si no cumplimos nuestros propósitos.

¿Cómo puedo establecer propósitos con sabiduría?

Entonces, ¿qué hacemos? Si planear y esforzarnos es bueno, pero nuestro corazón es engañoso y nos hace pecar… ¿Cómo abordamos el tema con sabiduría? Aquí hay algunas ideas:

1. Ve delante del Señor.

Esto no debe verse como un cliché cristiano. Una disposición humilde en nuestros corazones es esencial para caminar de la manera correcta, dependiendo de Dios y no de nuestros propios esfuerzos.

Antes de que empieces a pensar en todo lo que quieres lograr este nuevo año, ve al Señor en oración, reconociendo que Él es la fuente de toda sabiduría. Dios es el único que puede sostenerte hasta el final, y el único que puede transformarte desde lo más profundo de tu ser. Separado de Él, por mucho que te esfuerces, no lograrás nada que valga la pena.

En 2020, busca sobre todo permanecer en Cristo. Cuando nuestros ojos están fijos en Él, somos transformados a Su imagen. Ese es nuestro propósito supremo.

2. Evalúa tu vida hasta hoy.

Que tus propósitos no sean meramente emocionales. Aprovecha estas fechas para detenerte y reflexionar en cómo es que Dios te ha sostenido a lo largo de tu vida, este año en particular.

¿Qué has aprendido? ¿En qué has fallado? ¿En qué lugares te ha colocado el Señor como influencia? ¿Qué cosas te hacen falta para cumplir con tus roles de mejor manera? Estas son preguntas esenciales que te ayudarán a concentrarte en lo que realmente vale la pena. Una cosa es desear ejercitarte para poder tener más energía en tu rol como padre, y otra muy diferente es buscar bajar de peso para verte mejor en las fotos. Estamos buscando establecer propósitos anclados en lo eterno, no en lo superficial.

3. Elige en oración una o dos cosas en las que desees enfocarte este año.

Todos tenemos un millón de cosas que mejorar. Todos podemos ser más disciplinados en la lectura, todos podemos ser más saludables, y todos podemos ser más sabios en el manejo de nuestras finanzas. Si deseas mejorar en todo aspecto de tu vida a la vez, no tardarás en abrumarte y echar todo por la borda.

Hay un tiempo para todo. Una vez que hayas reflexionado sobre el lugar en donde estás, elige un par de cosas (o, mejor aún, solo una) en las que te estarás concentrando para mejorar en el poder del Espíritu este año. Descansa en que Dios es quien te sostiene y en que el peso del mundo no está sobre tus hombros. No puedes hacerlo todo y no tienes que hacerlo todo.

4. No camines solo.

Aunque los propósitos de año nuevo suelen ser vistos como algo muy personal, no tienes que realizar los pasos anteriores tú solo. De hecho, ¡es mejor que los hagas acompañado!

Dios nos hizo para vivir en comunidad. Somos parte de un Cuerpo, la Iglesia, y todos tenemos la misma misión: Amar a Dios y amar a los demás, haciendo discípulos. A veces no tenemos claridad acerca de lo que debemos estar haciendo en este momento para cumplir esta misión. Nuestros pastores y hermanos maduros en la fe pueden guiarnos al tomar estas decisiones. Además, son una ayuda invaluable para mantenernos caminando cuando las cosas se ponen difíciles y queremos rendirnos.

5. Enfócate en los hábitos más que en las metas.

Las metas son buenas. Pueden darnos dirección. Está bien proponernos, por ejemplo, leer toda la Biblia en un año. Sin embargo, la meta no debe ser el objetivo final. De nada nos sirve ser simplemente una persona que ya leyó toda la Biblia. Lo que deseamos es ser personas dependientes continuamente de la Palabra de Dios. Lo mismo con cualquier otro propósito. No me interesa tanto ser una persona que bajó X cantidad de kilos. Quiero ser alguien que cuida su cuerpo, templo de Dios.

En lugar de buscar alcanzar una meta y ya, enfócate en desarrollar hábitos diarios que te lleven en la dirección del propósito que has establecido. ¿Quieres mejorar en tu lectura bíblica? Busca establecer una hora y lugar en el que continuamente te acerques a la Palabra de Dios, sin importar si lees 1 capítulo o 10. Crea hábitos pequeños, en los que puedas perseverar con facilidad. No quieras cambiar de la noche a la mañana.

6. Recuerda el evangelio.

Es normal en estas fechas sentirnos emocionados por todo los cambios que haremos. Pero si somos realistas tendremos que admitir que esa sensación dura solo unas semanas. Después de febrero, perseverar en nuestros propósitos y hábitos suele ser mucho más difícil. Queramos o no, vamos a fallar.

¿Qué harás cuando no logres perfectamente lo que te propusiste? Debes recordar el evangelio. Lo mucho o poco que leas no determina tu condición delante de Dios. Los números en la báscula no son tu identidad. Lo diligente que hayas sido al dirigir tu devocional familiar no indica lo valioso que eres.

¿Qué harás cuando no logres perfectamente lo que te propusiste en 2020? Debes recordar el evangelio.

Tu condición delante de Dios, tu identidad, y tu valor están en Cristo y solo en Cristo. No caigas en el legalismo y disfruta de la libertad que Dios te ha dado. Si en cierto momento no puedes cumplir con tu propósito, no te derrumbes y no te rindas. Eres siervo del Señor, no de tus propósitos de año nuevo.

Cuando caigas, levántate y sigue caminando con los ojos puestos en Jesús.

Esforzándonos y descansando para la gloria de Dios

La cosmovisión cristiana lo cambia todo. Ya no tenemos que establecer propósitos de año nuevo para ser aceptados, porque somos aceptados ante el Perfecto en Jesús. Ya no tenemos que trabajar pensando que todo depende de nosotros, porque sabemos que cada paso que damos ha sido empoderado por el Espíritu. Ya no tenemos que derrumbarnos cuando fallamos, porque sabemos que Dios nos mira como mira a Cristo.

Este nuevo año, busca con sabiduría caminar en la dirección correcta, un propósito y un hábito a la vez. Busca esforzarte en la misión que te ha sido encomendada, descansando en que Dios es el que empezó la obra en ti y el que la terminará.

Pero sobre todo, busca permanecer en Cristo. Cuando nuestros ojos están fijos en Él, somos transformados a Su imagen. Ese es nuestro propósito supremo.


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