- El compositor preparaba el café en una cafetera ideada por él y con un número exacto de granos molidos.
De comer y de beber nadie se libra. Da igual tu popularidad, tu clase social o tu país de origen, todos tenemos nuestros favoritos y nuestras manías a la hora de sentarnos a la mesa.
Como todo hijo de vecino, Ludwig Van Beethoven iniciaba sus mañana con una buena taza de café, aunque el compositor era un poco exquisito cuando de tomar su desayuno se trataba.
De comer y de beber nadie se libra. Da igual tu popularidad, tu clase social o tu país de origen, todos tenemos nuestros favoritos y nuestras manías a la hora de sentarnos a la mesa.
Como todo hijo de vecino, Ludwig Van Beethoven iniciaba sus mañana con una buena taza de café, aunque el compositor era un poco exquisito cuando de tomar su desayuno se trataba.
A pesar de vivir en Viena, cuyos cafés ahora son considerados patrimonio cultural inmaterial por la UNESCO, era poco probable encontrarse a Beethoven en uno de ellos, ya que el compositor tenía su manera particular de preparar el café.
60 granos exactos
A pesar de haberse convertido a día de hoy en uno de los compositores más populares de música clásica de todos los tiempos, no siempre fue así. El joven Ludwing era el miembro de menor edad de la orquesta de la corte del Imperio Habsburgo, con tan solo 19 años, y al no tener título nobiliario, en los viajes con la orquesta le tocaba hacer algunas de las tareas domésticas. Así lo narró Anton Schindler, el biógrafo de Beethoven, que aseguraba que los macarrones con queso eran su comida favorita y que durante estos viajes consiguió una habilidad especial para preparar el café.
¿Su secreto? Moler exactamente 60 granos de café. Ni uno más, ni uno menos, lo que equivale a unos 8 gramos de café molido. Una vez tenía los granos molidos, el compositor preparaba el café en una cafetera de vidrio diseñado por él mismo estilo globo de vidrio, que es similar a las cafeteras de sifón de hoy en día y tiene una espita de metal en la cámara inferior.
Según el biógrafo, mientras que el compositor era un sibarita del café y lo preparaba el milímetro, el resto de quehaceres entre fogones definitivamente no eran lo suyo. No se puede tener todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario