6 de agosto de 2023
Si usted alguna vez ha ido de acampada, sabe que el fuego necesita combustible para arder. Los campistas utilizan palos y hojas secas para producir la llama, pero cuando llega la hora de dormir la apagan, o lo hacen utilizando agua o tierra.
El Señor ha encendido un fuego en el corazón de cada creyente, y Pablo advierte que no debe ser apagado (1 Ts 5.19). Según él, debemos alimentar la llama de la fe con esmero.
Nada puede extinguir por completo el fuego de la salvación dentro de los creyentes: El Señor Jesús dice: “Nadie los arrebatará de mi mano” (Jn 10.28). Sin embargo, es posible que las llamas pierdan intensidad con el tiempo cuando una y otra vez tomamos decisiones que no se alinean con la Palabra de Dios. El pecado tiende a amortiguar la claridad de su voz en nuestra vida. Es como si echáramos agua fría sobre el fuego de nuestro corazón.
No obstante, los creyentes podemos avivar su llama con “leña” espiritual. Cada vez que usted decide orar, leer las Sagradas Escrituras, confesar el pecado, decir una palabra amable, o servir a alguien, está avivando el fuego que Dios puso en su corazón. Ninguna disciplina espiritual se practica en vano.
¿Qué pequeño paso puede dar usted hoy que añada hojas secas a su fuego divino?
Biblia en un año: Isaías 58-62
No hay comentarios:
Publicar un comentario