Actuar con humildad ante la corrección de la Palabra de Dios nos encamina hacia la bendición.
El salar de Uyuni, un desierto de sal de Bolivia, cubre casi 6500 kilómetros cuadrados. Durante la temporada de lluvias, una fina capa de agua lo convierte en el espejo más grande del mundo, tan grande que se puede ver desde el espacio. Crea imágenes sorprendentes con su reflejo del cielo y las montañas circundantes. Pero, como la mayoría de los espejos de agua, no refleja una imagen perfecta.
Un espejo perfecto nos permite no solo mirar nuestro reflejo, sino también ver con precisión. Para vernos como Dios nos ve, Santiago dice que necesitamos la “ley perfecta”, que es otro nombre para la Palabra de Dios. Nuestro reflejo en la Biblia es perfecto en el sentido de que es completo: a la Palabra de Dios no le falta nada. El conocimiento que obtenemos de ella puede prepararnos para vivir con mayor fidelidad.
Ya que oír o saber lo que dice la Biblia no es nuestro objetivo final, tenemos que ir más allá de solo mirarla. Así como el espejo del baño nos muestra si no estamos bien peinados, o si tenemos restos de comida en los dientes, el espejo de la Palabra de Dios no solo nos muestra nuestro aspecto. Nos recuerda cómo debemos vernos, al mostrarnos nuestras fallas. Si nos ocupamos de esas fallas, dejamos que la Biblia nos enseñe a vivir en sumisión a Cristo y, como resultado, seremos bendecidos al hacer todo lo que Dios nos ha pedido.
Biblia en un año: Lamentaciones 1-2
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