Parque Nacional Torres del Paine, Patagonia, Chile. Fotografía por Charles F. Stanley. |
La mejor forma de corregir es con amabilidad, paciencia y preocupación por el bienestar de la otra persona.
Ayer vimos lo que significa servir a los demás. Veamos hoy otro don espiritual, y aquí también Pablo ofrece una definición sencilla: Dice: “El que exhorta, en la exhortación” (Ro 12.8). La palabra proviene del término griego parakaleó, que significa “llamar o invocar”, “alentar” e incluso “implorar o rogar”.
Tal vez la mejor manera de entender lo que significa esta palabra sea verla en acción. En el versículo 2 del pasaje de hoy, por ejemplo, Pablo le dice a Timoteo: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Timoteo fue llamado a permanecer fiel a la fe y a enseñar a otros cómo seguir a Cristo.
No es agradable ser corregido, ni tampoco corregir a otros. Pero a veces es necesario. La forma en que se dicen las palabras es tan importante como lo que se dice. Ahí es donde entra en juego parakaleó. Es como si Pablo le dijera a Timoteo: “Di lo que tengas que decir, pero hazlo de una manera que aliente a tus hermanos y hermanas. Háblales con amabilidad, llámalos a apartarse del pecado e invítalos a volver a la gracia de Dios”.
Un exhortador, en resumen, es alguien que persuade con amor, y que reprende con la mirada puesta en el bien espiritual de la otra persona.
Biblia en un año: DEUTERONOMIO 9-11
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