Servir a Dios puede no siempre parecerse a lo que esperamos, pero podemos descansar en su amor y fidelidad.
En el pasaje de hoy, un ángel trae buenas noticias a la esposa estéril de Manoa: ella tendría un bebé que sería apartado para servir a Dios y traería liberación a su pueblo (vv. 1-5). Después de una noticia como esa, ella quizás imaginó que la vida de su hijo estaría llena de felicidad para siempre. Y de acuerdo con el plan de Dios, Manoa y su esposa enseñaron a Sansón a seguir las pautas estrictas del voto nazareo de dedicación. (Véase Nm 6.1-21).
Pero la vida de Sansón no resultó como sus padres habrían soñado. A pesar de haber sido bendecido con una instrucción piadosa y una fuerza física increíble, se involucró con mujeres de países paganos. Y le confesó a Dalila, una filistea a quien amaba, que el secreto de su fuerza estaba relacionado con el voto nazareo, el cual incluía que “ninguna navaja pasará sobre su cabeza” (Jue 13.5). Dalila lo traicionó cortándole el cabello y entregándolo a los filisteos. Sin embargo, Dios permitió que Sansón recuperara sus fuerzas y cumpliera con la promesa de liberación.
La fidelidad de los padres de Sansón es un recordatorio de que no podemos predecir los acontecimientos, pero sí debemos aferrarnos con firmeza a las promesas de Dios. Aunque nuestra historia no sea lo que esperábamos, podemos confiar en que Dios nos ama y puede hacer que todo lo que ocurra sea para su gloria.
Biblia en un año: JOSUÉ 16-19
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