Glaciares Prince William Sound, Alaska. Fotografía por Charles F. Stanley. |
Como creyentes, tenemos el privilegio de ser parte de la obra unificadora de Dios en la Tierra.
La relación entre David y su hijo Absalón se había roto, y durante años ninguno de los dos intentó hacer las paces. El pasaje de hoy dice que Joab, sabiendo que “el corazón del rey se inclinaba por Absalón”, decidió hacer algo al respecto (2 Sam 14.1).
Según Pablo, nosotros también debemos hacer lo mismo. En 2 Corintios 5.18, dice: “Dios... nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. Esto no significa que tengamos que inmiscuirnos en los desacuerdos de los demás, sino que debemos perdonar y llevar con amor a las personas a Cristo, quien está “reconciliando al mundo consigo mismo”. Qué maravillosa noticia, porque habrá momentos en que necesitaremos reconciliarnos con alguien. Tendremos que disculparnos con prontitud, reconocer con humildad nuestra parte y extender misericordia ante los errores de otras personas. Al igual que el Señor, no debemos “[tomar] en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de reconciliación” (2 Co 5.18, 19).
Es difícil concebir un amor tan grande: Dios envió a su Hijo a morir para que pudiéramos relacionarnos con Él. Al recibirnos y perdonarnos, nos abraza como un padre que ha echado de menos a su hijo, y nos reconcilia con Él. ¿No quisiera usted recibir ese amor y compartirlo?
Biblia en un año: 2 SAMUEL 13-14
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