Toscana, Italia. Fotografía por Charles F. Stanley. |
Hay innumerables razones, e innumerables maneras de alabar a Dios y contarles a otros acerca de Él.
Imagínese que usted está en un partido de fútbol profesional. Hay miles de personas en las gradas, todas animando como si sus gritos estuvieran impulsando a su equipo a la victoria. Ahora piense en su fe. ¿Cuántos creyentes conoce usted que ponen esa misma pasión e intensidad en su relación con el Señor Jesucristo?
En su carta a la iglesia en Tesalónica, el apóstol Pablo se regocijó por la pasión de la joven congregación de hablarle al mundo de Cristo. Debido a que la ciudad era un concurrido puerto marítimo, sabía que la iglesia tenía el oído del mundo entero. Los viajeros escucharían el evangelio y lo llevarían a sus comunidades.
Al decir que la palabra del Señor había “sido divulgada” desde la iglesia (1 Ts 1.8), Pablo pintó una poderosa imagen con palabras. En griego, este verbo se refiere a un sonido que se proyecta como un toque de trompeta o un trueno. Así que, Pablo estaba alabando a los tesalonicenses por ser megáfonos vivientes que proclamaban a Cristo.
Como cristianos, tenemos la responsabilidad de compartir quién es Él y lo que ha hecho. ¡Grítelo desde los tejados! ¡Llene estadios enteros con el trueno de su alabanza! No se limite a decir a las personas a su alrededor cuál es su equipo deportivo favorito. Asegúrese de que también sepan quién es su Salvador.
Biblia en un año: 1 REYES 8-9
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