El valor de equivocarse.
La leche, cuando se echa a perder, no deja de tener valor. Se transforma. Primero en yogur, y luego, si sigue su proceso, en queso.
Curiosamente, cada etapa que en apariencia parece una "descomposición", es en realidad una evolución. El yogur es más valioso que la leche, y el queso, más preciado aún.
Lo mismo pasa con el jugo de uva. Cuando comienza a fermentar, se amarga, se transforma. Pero con el tiempo, se convierte en vino… y ese vino, si es bien cuidado, puede llegar a valer mucho más que la fruta de donde nació.
Entonces, ¿por qué seguimos creyendo que equivocarnos nos hace "menos"?
¿Por qué tratamos al error como un fracaso en vez de como una etapa más del proceso?
Cometer errores no te hace una mala persona. Te hace humana, humano. Te vuelve más complejo, más sabio, más auténtico.
Los errores no son el fin del camino, son desvíos que muchas veces te llevan a lugares que nunca imaginaste.
Cristóbal Colón no encontró lo que buscaba… pero encontró un continente.
Alexander Fleming olvidó limpiar una placa en su laboratorio, y ese "descuidado error" abrió paso al descubrimiento de la penicilina, salvando millones de vidas.
A veces, nuestros errores pueden parecer una desgracia en el momento, pero con el tiempo se revelan como giros cruciales, enseñanzas que no podríamos haber adquirido de otra forma.
No es la práctica la que hace la perfección.
Es la capacidad de tropezar, levantarse, aprender, ajustar y seguir.
La perfección no está en no fallar, sino en crecer con cada caída.
Así que, la próxima vez que te equivoques, no te castigues.
Preguntate: ¿en qué me estoy transformando?
Porque tal vez… no estás fallando.
Estás fermentando algo más valioso.
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