Todo el mundo que conozco ha pasado por ahí. Estás agotado, tu cuerpo está deseando irse a dormir, pero tu cerebro te mantiene despierto y no precisamente por diversión.
Le das vueltas y más vueltas a un hilo interminable de suposiciones, miedos y lamentos. Sabes que al día siguiente vas a estar más inquieto todavía si no consigues dormir bien esa noche, pero esto se suma a las demás preocupaciones y no te ayuda a calmar tu mente.
Levantarte a leer o, peor, mirar novedades en el móvil, solamente indica al cerebro que es momento de levantarse. Sin embargo, hay algunas cosas que puedes hacer en total oscuridad para ayudarte en situaciones así.
Aprende a postergar las preocupaciones
Hay pocos problemas que sean de verdad tan urgentes como para saltar de la cama y hacer algo al respecto. A no ser que tu casa esté en llamas, concédete el permiso para postergar la búsqueda de una solución, hasta la mañana siguiente. Esto es importante: no te estás diciendo “no hay nada de qué preocuparse, todo va bien en realidad”.
Eso solamente hará que tu cerebro intente con más ahínco convencerte de que deberías entrar en pánico. En vez de eso, dite: “si por la mañana todo esto sigue pareciendo un problema, lo abordaré entonces”.
De esa manera, no tienes por qué hacer lo imposible ni convencerte de nada ni minusvalorar tus propias y posiblemente legítimas preocupaciones. Solamente estás aplazando el problema, no ignorándolo.
Por supuesto, nueve de cada diez veces, la preocupación no parece tan apremiante a la mañana siguiente.
El alfabeto de la gratitud
Nombra algo por lo que sientas gratitud y que empiece por la “A”. No tiene que ser algo increíble. (Mi última “A” fue alcaparras… me olvidé totalmente de que tengo una hija llamada Anastasia). Revisa las letras, una por una y sin prisas. Tómate tu tiempo para ir de un pensamiento feliz al siguiente. Yo rara vez paso de la M o la N, me quedo dormida antes.
Variación: revisa el alfabeto pero, en vez de nombrar cosas por las que das las gracias, nombra algo que se te dé bien. Es más difícil, porque para rellenar las 27 letras tienes que ser bastante creativo. Recuerda, no es presumir si se queda en tu cabeza.
Haz recapitulación de tu día
Esto funciona especialmente bien cuando estás inquieto por algo que ha salido mal. Una discusión, una humillación, algo de lo que te arrepientes y que se reproduce una y otra vez en tu mente.
En vez de eso, reproduce tu día entero. Empieza por el principio y céntrate en los detalles: ¿a qué hora te levantaste, qué desayunaste…?
Es más difícil de lo que parece rebuscar entre los recuerdos de hace solo 12 horas y normalmente te obliga a ver las cosas con perspectiva.
Quizás termines recordando las cosas buenas del día y que tu cerebro había disimulado por centrarse en los malos recuerdos.
Sé arquitecto
Construye algo complicado, algo donde participarían muchas personas. Diseña un parque o un museo o tu casa familiar de ensueño. Ve de parte en parte y define con cariño cada detalle.
Lo fascinante de este juego en particular es que tienes que tener en mente las necesidades de muchas personas diferentes, así que te puede ayudar a sacarte de tu propia cabeza y no centrarte tanto en tus propios problemas.
También le da a tu mente algo a lo que aferrarse cuando trabajas en los detalles. Si resulta que las noches desveladas se repiten, puedes recuperar el proyecto mental donde lo dejaste la última vez. La continuidad hace que la construcción sea incluso más divertida.
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