Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. (2 Reyes 4:8-10)
A los ojos de esta mujer sunamita, este hombre que pasaba frecuentemente por su casa, no era una persona más, reconocía en él algo diferente, al punto de definirlo como “varón santo de Dios”. Y al poder ver esto, no se conformaba simplemente con que él “pasara”, sino que su más íntimo deseo era que se quedase en su casa, que habitara con ellos, que comparta de lo cotidiano del día a día. Y para eso, ella preparó de lo mejor que tenía, para que Eliseo, se sintiera cómodo al quedarse y finalmente así lo hizo.
Al igual que esta mujer sunamita, debiéramos anhelar la presencia de Dios, que podamos decir Señor te abro mi familia, habita en mi casa, que cada día en ella ser respire tu presencia.
”Te invito a mi casa”
¿Valoras la presencia de Dios? ¿realmente lo buscas, tomas tiempo, te preparas para tener un encuentro con El?. Es que cuando estamos con El, hay cambios, encontramos respuestas, vencemos frente a la adversidad. Cuando realmente estuvimos con Dios, no podemos salir igual.
Puede que uno llegue a un momento de oración cargado por las presiones, preocupado, en ansiedad, temor e incertidumbre, o tristeza, pero al estar con El, la carga se va, aparentemente la situación sigue siendo la misma, pero algo cambió, estuvimos con el único capaz de cambiar las circunstancias, el peso se quita de nuestras espaldas y somos renovados, hay nueva fe, un nuevo fervor para orar.
Siguiendo con el pasaje de la sunamita, en un momento Eliseo habla con su criado y pregunta, que podemos hacer por esta mujer y él le contesta, no tiene hijos, es estéril y su esposo ya es viejo. Un panorama bastante complicado en apariencia, pero ahí el varón de Dios da su palabra:
Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva. Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho. (2 Reyes 4:16-17)
Invitar la presencia de Dios a tu casa, puede significarte que un imposible se haga realidad, que las puertas cerradas se abran, que una enfermedad de la cual la ciencia no tiene respuesta sea quitada.
¿Hay áreas estériles en tu vida?, invita la presencia de Dios a tu vida, deja que Dios renueve todo y te de la victoria.
Daniel Zangaro.
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