martes, 28 de mayo de 2019

La poesía en vena de Lou Reed

Fue ingresado en psiquiátricos por su ambigüedad sexual, supo parasitar talentos ajenos, tradujo al rock la poesía sucia de Burroughsy probó todas las drogas a su alcance. Una biografía repasa la vida salvaje de un rockero de leyenda
<HIT>Lou</HIT> <HIT>Reed</HIT>, portrait, Amsterdam, Netherlands,...
Lou Reed. en Ámsterdam. en 1972.

De la biografía de Anthony DeCurtis (Cúpula), prolija y enriquecida por las entrevistas con los contemporáneos de Lou Reed, queda la impresión de que el músico fue un artista dúctil, casi mutante, que por instinto siempre supo adaptarse a lo que traía cada década nueva.
En ese propósito de no quedar desfasado jamás ni culturalmente extraviado, también supo parasitar talentos ajenos, desde Warhol Bowie hasta Metallica, que le sirvieron como peldaño evolutivo y a los que a veces desechó sin más cuando ya no podía extraerles nada útil o cuando el experimento no funcionaba. Una práctica vampírica que congenia a la perfección con el mítico retrato fantasmagórico de la portada de Transformer (1972) donde Lou Reed juega a ser un no-muerto, un rockero de Murnau o imaginado por Shelley en Villa Diodati.
Lou Reed nació en Brooklyn en el seno de una familia judía estructurada que recuerda las de las novelas de Philip Roth. Gente "normal". Tanto es así que las atracciones sórdidas y la temprana ambigüedad sexual de Reed serían combatidas con ingresos en psiquiátricos y electroshocks, de los cuales saldría con un resentimiento nunca superado hacia su padre.
En la América ingenua y luminosa de "Ike", aquella que aún anhelaba identificarse con las ilustraciones de Norman Rockwell donde los noviecitos beben de un mismo batido de chocolate, Lou Reed se sentía atraído por el submundo -The Wild Sideprostibulario, por la clandestinidad gay, por los transexuales como Candy Darling que luego poblaron sus letras, por los encuentros furtivos en baños públicos cuyas procacidades escritas en las paredes fueron el primer atisbo poético de un escritor que encontraría en el rock la capacidad expansiva para un proyecto lírico y sucio inspirado al principio por Burroughs Ginsberg y que alcanzaría honduras oscuras impensables en trovadores como Dylan.
Hacia 1964, después de licenciarse en Literatura por la universidad de Siracusa, donde tuvo escarceos sentimentales que luego filtraría en canciones como Pale Blue Eyes, Reed se fue a vivir al Lower East Side, donde se estaba conformando una comunidad bohemia.
Allí vivió con John Cale, personaje vertebral en la formación de The Velvet Underground, la banda que primero se fogueó con conciertos casi privados en lofts del Village, ya para entonces el corazón contracultural de la ciudad. Llamaron la atención de Andy Warhol y de Paul Morrissey, el cineasta de The Factory. Sobre todo porque Warhol, que ya frecuentaba a Brian Jones, de los Stones, había comprendido que estaba a punto de consagrarse un nuevo arquetipo de la fama, el ídolo del rock, y ansiaba fabricarse uno propio.
Lo conseguiría con los conciertos consagratorios en The Dom. Lou Reed encontró en la atmósfera warholiana un mundo donde era invitado a sentirse aceptado, y no represaliado, por ser "un monstruo retorcido".
Warhol impuso como cantante de la Velvet a la modelo alemana Nico, con quien Reed tendría siempre unas tiranteces que incluyeron hasta reproches a la alemana por el Holocausto pero que no fueron obstáculo para que vivieran un romance adecuado para la publicidad. Warhol, dios pagano del pop cuyo orgiástico país de Nunca Jamás que era The Factory aún no había sido traumatizado por el intento de asesinato a tiros por parte de Valerie Solanas, también produjo el primer disco, el que quedó caracterizado por la portada fálica de la banana.
Portada del primer disco de The Velvet Underground, diseñada por Andy Warhol.
Lou Reed rompió con la Velvet cuando comprendió que allí nunca alcanzaría entidad propia ni dejaría de ser una creación de Warhol. Se instaló en Londres donde, durante un tiempo, se dejó moldear por Bowie, que para entonces ya había creado a Ziggy Stardust, y por la feminidad y el travestismo del glam.
Una vez que rompió con Bowie y que experimentó con el rock duro para superar la fase de ambigüedad de género, formó una banda con la que hizo aquellas giras de la época de Rock'n'Roll Animal (1974), que se caracterizó por un abuso de las drogastal que a menudo no estaba en estado de tocar cuando salía al escenario y los periódicos ingleses le otorgaron el segundo puesto en la lista de los rockeros a punto de morir. El primero era siempre Keith Richards. Ambos rieron a costa de esto cuando, ya septuagenarios, se encontraron en una playa del Caribe donde se sentaron a fumar un cigarro de marihuana.
A partir de los años 80, cuando irrumpió el sida y cambió en la América de Reagan la percepción acerca de las drogas, Reed se desintoxicó por completo, empezó a abrazar causas de la mano de Geldof, se inició en el tai-chi y se fue a vivir con Sylvia Morales a una casa rural de Nueva Jersey, donde cumplió la aspiración de vivir una vida normal. De entonces proviene su afición a perderse por carreteras comarcales con una Kawasaki GPZ.
Poco a poco, se fue convirtiendo en una institución famosa por su mal humor pero idolatrada por las nuevas generaciones. Terminó de matar el personaje undergroundcuando se compró, ya casado con Laurie Anderson, la casa de los Hamptons donde moriría en 2013 quebrantado por la diabetes y por la hepatitis que contrajo por compartir una aguja cuando se pinchaba heroína.

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