domingo, 30 de junio de 2019

El barrio rojo de Tokio: Kabukicho

Karaokes, camareros robóticos y geishas contemporáneas en una zona que despierta de noche


Una de las máquinas del Robot Restaurant.
Una de las máquinas del Robot Restaurant.
Paseando por la zona Este de Shinjuku, uno de los núcleos neurálgicos de la megalópolis tokiota, encontramos uno de los barrios con más ambiente de la ciudad. Kabukicho, el barrio rojo de Tokio. La zona debe su nombre a un teatro kabuki (arte escénico tradicional japonés) proyectado en los años cuarenta, pero que nunca llegó a construirse.
Dado que es una de las zonas noctámbulas por excelencia de la capital nipona, la vida en el barrio del Kabuki comienza una vez que el sol se pone. A partir de las 19.00 horas las bocas de metro empiezan a vomitar japoneses que han terminado su jornada de trabajo y se disponen a disfrutar de su escaso tiempo libre.
Vista de la zona este de Shinjku y Kabukicho.ampliar foto
Vista de la zona este de Shinjku y Kabukicho.
Kabukicho se extiende en dirección Este a partir de la emblemática Yasukuni, una avenida cuajada de carteles de neón que recuerda a la estética Blade Runner. A esta vía van desembocando calles llenas de restaurantes, karaokes y unos 3.000 bares, clubes y locales de striptease.
Kabukicho no deja que nuestros sentidos descansen ni un solo segundo. La música ruge desde cada uno de los locales, exquisitos olores fluyen desde las cocinas de las tabernas japonesas (izakaya) y las pantallas de plasma disparan anuncios sin cesar. Aquí uno puede cruzarse con todo tipo de apresurados viandantes, desde oficinistas hasta hostesses (elegantes chicas de compañía, no prostitutas, que podrían considerarse una versión contemporánea de las geishas). O los cientos de captadores de clientes que los distintos establecimientos tienen en la calle ofertando todo tipo de menús.
Uno de los rincones que más sorprenderán al viajero es sin duda el Robot Restaurant (1-7-1 Kabukicho), donde en lugar de camareros de carne y hueso la comida es servida por unos robots ligeros de ropa, al compás de un casposo show de luz y sonido. Y si se busca algo más tradicional, el Izakaya Alps (2-35-2 Kabukicho) es una excelente y económica opción para degustar el afterwork al estilo tokiota.
Al llegar al extremo más oriental del barrio, repleto de todo tipo de hoteles del amor, llama especialmente la atención la presencia de los llamados hosts(versión masculina de las hostesses).  Estos apuestos jóvenes japoneses, vestidos y maquillados habitualmente con un estilo que recuerda poderosamente al extravagante movimiento musical visual kei, aguardan en puntos estratégicos del barrio a la espera de posibles clientas. El servicio que ofertan estos muchachos de pelo lacado consiste en beber y conversar con ellas durante la noche en el bar para el que trabajan, aunque también cabe la posibilidad de ir a cenar o dar un paseo durante el cual él puede regalarle flores, bombones y llenarla de piropos. La clave, igual que en el negocio de las hostesses, reside en nunca pasar a mayores para hacer que las clientes se enamoren platónicamente y vuelvan una y otra vez al local.
La visita nocturna a este peculiar barrio es obligatoria para el viajero que desea encontrarse con la cara más traviesa de la metrópolis de Tokio.

ESTO PASA EN TU CUERPO CUANDO COMES UN DIENTE DE AJO AL DÍA


Shimokitazawa, el barrio más bohemio de Tokio

Es la zona más bohemia y 'hipster' de la capital japonesa, territorio de tiendas de ropa de segunda mano, cafés para sibaritas, coquetos restaurantes y salas de conciertos


Una de las calles con restaurantes en Shimokitazawa. 
Una de las calles con restaurantes en Shimokitazawa. 


Después de cruzar el mítico paso de cebra de Shibuya, admirar los neones de Shinjuku y bucear en las tiendas de manga y anime en Akihabara, es hora de sumergirse en el Tokio de barrio, con sus casas bajas y calles peatonales por las que caminar sin ser arrastrado por la marea humana. Eso sí, cuando hablamos de barrio no hablamos de cualquier barrio, sino de Shimokitazawa, Shimokita para los amigos, el nuevo territorio de los hipsters de Tokio. A menos de 10 minutos en tren desde Shibuya (línea Inokashira) y Shinjuku (línea Odakyu), la primera impresión del barrio, abierto en canal por la construcción de una nueva terminal de tren, puede ser engañosa, pero solo hay que alejarse un poco de las grúas y adentrarse en sus callecitas para empaparse del ambiente bohemio de sus tiendas vintage, sus diminutos cafés, sus coquetos restaurantes y del estilo Shimokita de los jóvenes artistas, músicos y fashionistasque aquí viven paseando sus calles con ese aire de saberse los habitantes del barrio más cool de la capital japonesa.

11.00 Cultura cafetera

Como buen lugar bohemio, en Shimokita no se madruga para tomar café. Tradicionales, excéntricos, hipsters o artesanales, la lista de cafeterías es interminable. Lugares diminutos donde expertos baristas consiguen que tu día sea mucho mejor después de una taza. En Frankie Melbourne Espresso (1) se puede acompañar el aromático café al estilo australiano de una deliciosa tostada de aguacate o un pastel de banana. Otra opción es Bear Pond Espresso (2): su dueño, Tanaka, solo sirve un número limitado de tazas al día y a las 13.00 cierra la cafetera. El expreso especial de la casa se llama Angel Stain y es extraconcentrado.
Tienda en el barrio de Shimokitazawa, en Tokio. ampliar foto
Tienda en el barrio de Shimokitazawa, en Tokio. RAFAEL ESTEFANÍA

12.00 Intensivo de compras

Nos vamos de compras y compras aquí significa vintage. En el barrio con más tiendas de segunda mano de Japón por metro cuadrado, lo difícil es no encontrar algo que comprar. Por suerte, los precios son mucho más asequibles que en las prohibitivas tiendas de ropa de otros barrios de Tokio. Uno de los establecimientos pioneros es Frank and Easy (3),diminuta boutique taller de joyas y artículos de cuero con diseños rompedores. El antiguo almacén de cerveza que ocupa Tokyo Department Store (4) podría ser el emblema de lo que se conoce como estilo Shimokita. En su interior se apiñan tiendas de ropa, vinilos, artículos de segunda mano y otras sorpresas. En New York Joe Exchange (5) se pueden comprar prendas de segunda mano o cambiar las propias por artículos de la tienda (eso sí, para hacer el cambio se necesita algo con un mínimo de pedigrí). Chicago (6) es un buen lugar para hacerse con un kimono o un yukata a un precio razonable. Y Flamingo (7) está especializada en ropa vintage americana de las décadas de 1940 hasta 1980. Sus rebajas son tan famosas como esperadas por los cazadores de gangas. En el barrio más alternativo de Tokio es lógico que el vinilo sea objeto de culto. En Flash Disc Ranch (8), uno puede pasar las horas rebuscando entre joyas musicales nacionales e internacionales a 33 rpm.

14.00 ¿Ostras o gambas?

Las calles de Shimokitazawa están llenas de pequeños cafés y restaurantes en sintonía con la filosofía que impregna el resto del barrio: cool y barato (barato para Tokio, se entiende). Shirube Izakaya (9) es un pequeño y escondido restaurante de comida japonesa. Tapas japonesas como las gambas con mayonesa picante y la caballa flameada se sirven en su larga barra de madera o en las cuatro mesitas de su comedor. Oyster Bar Jackpot (10), sin pretensiones y muy recomendable, ofrece deliciosas ostras frescas y mejillones de productores locales de Hokkaido, Mie y Nagasaki a precios razonables. Quien se queda con más apetito puede seguir con su famosa pizza de ostras.

16.00 Entre flores

Hora de tomar café y postre. En el JS Pancake Cafe (11) sirven los mejores pancakes de manzana y canela del barrio aunque la verdadera estrella del local es el pancake pie, un pastel de crujiente hojaldre y crema. El Flower Bar Gardena(12) —lejos de los cafés de otros barrios de Tokio donde tomarse un capuchinoen compañía de búhos, conejos, gatos o erizos— es un café floristería. Los domingos se organizan en este lugar fiestas revival de los años ochenta.
Kitazawa Hachiman es un santuario sintoísta en Shimokitazawa. El primer fin de semana de septiembre se celebra aquí un festival que llena el barrio de música y danzas.ampliar foto
Kitazawa Hachiman es un santuario sintoísta en Shimokitazawa. El primer fin de semana de septiembre se celebra aquí un festival que llena el barrio de música y danzas. AGE

17.00 Donde todo empezó

Una hora perfecta para pasear por las callecitas peatonales y darse un momento de contemplación espiritual en uno de los pocos monumentos que visitar en el barrio. El coqueto santuario de Kitazawa Hachiman (13), construido en el siglo XV, fue el núcleo alrededor del cual se levantó el antiguo pueblo de Shimokita. Durante todo el año, este santuario es un remanso de paz, que solo se rompe a golpe de tambor en las concurridas procesiones religiosas en la primera semana de septiembre, durante la celebración de su festival anual.

19.00 Cine y teatro

Ya entrada la tarde, toca sumergirse en la cultura alternativa y mezclarse con los intelectuales en el cine Tolly­wood (14), una pequeña sala donde se proyectan trabajos de jóvenes directores. Uno puede, incluso, atreverse con una obra de teatro contemporáneo en el teatro Honda (15), todo un clásico de donde salieron algunos de los grandes nombres de la escena japonesa.
Shimokitazawa, el barrio más bohemio de Tokioampliar foto
JAVIER BELLOSO

21.00 Noches musicales

Ahora que las tiendas echaron el cerrojo, asoma la cara golfa y la otra razón fundamental, más allá de las compras, para acercarse al barrio. Con nueve locales de música en vivo, Shimokita es uno de los centros de la escena indie de Tokio. Rock, punk, pop, todo tiene cabida en esta zona donde es posible asistir a conciertos todos los días de la semana. Shelter (16) es un clásico con más de una década a sus espaldas. Este club es parte del grupo Loft Project (dedicado a promocionar la música en vivo en Tokio) y conviene llegar pronto para no quedarse fuera. Club Que (17) suma a los conciertos de bandas indie sesiones de DJ para alargar la noche. El pequeño, popular y barato Shimokita Era (18) ocupa un sótano y está abierto hasta muy tarde. Todo el ADN del barrio se concentra en este ecléctico local donde suena punk, rock y música electrónica. Trouble Peach (19) es la última parada de la noche, donde se juntan músicos recién salidos de sus conciertos, artistas y noctámbulos que apuran la noche a ritmo de rock de la década de 1960 y 1970 sin miedo a perder el último tren (cierra a las 7.00).

‘Pachinko’ en Tokio

La escritora Marina Sanmartín recuerda sus días en la ciudad japonesa entre el manga y los templos

La escritora Marina Sanmartín.
La escritora Marina Sanmartín.


Marina Sanmartín escribe novela negra y es librera en Cervantes y Compañía, una librería madrileña. El año pasado, además de publicar El jardín de los sospechosos (Principal de los libros), viajó a Tokio, y aún sigue asombrada por la ciudad japonesa.
¿Cuál fue su primera impresión?
Me llevé una impresión sobre todo cuantitativa: es una ciudad gigantesca y además crece a lo alto. Es un lugar tecnologizado pero tampoco me pareció estar dentro de Blade Runner.


¿Se orientaba con facilidad?
Pues no, porque su lógica funciona diferente. Por ejemplo, el modo de asignar los números de los portales no es el de aquí. Los pares no están todos en la misma acera: parece que se asignan por la antigüedad del edificio.
¿Qué más le llamó la atención?
Miles de cosas. Una de ellas es que, debido a los terremotos, los edificios no se pueden tocar entre sí, por lo tanto siempre ves un pequeño hueco entre uno y otro. También me perturbaron bastante los locales de pachinko.
¿Qué son?
Son locales de máquinas tragaperras abiertos las 24 horas, con luces de neón muy estridentes. Un día que queríamos tomarnos un café, cosa difícil en Tokio, nos metimos en uno de ellos porque allí sí lo servían.
Así que sintió el choque cultural.
Sí, y no por las razones que esperaba, que eran sobre todo literarias. Me llamó la atención su civismo, a veces incluso excesivo, y lo reservados que son los japoneses.
¿Qué barrio recomendaría para pasear?
El de Akihabara, que está dedicado a tiendas de manga y series de dibujos animados. Los fines de semana son una fiesta: cortan el tráfico, las calles se llenan de gente disfrazada y de todas las tiendas sale música altísima.
¿Vio también el Tokio tradicional?
Lo encontré alrededor de los templos, donde se montan las tiendas más tradicionales. Por ejemplo en Asakusa, que es un barrio más humilde, hay una aldea gigante dedicada a las pastas artesanales, al té matcha y otros productos típicos.

El remedio que cura todas las enfermedades lo tiene en tu propia casa


Ni coches deportivos ni jóvenes amantes, así es la crisis de los cuarenta en el siglo XXI

Seguimos atravesando por ese estado de bajón en el que te cuestionas el sentido de tu vida, pero ahora aprovechamos para convertirlo en una catarsis emocional de la que salir beneficiados

crisis cuarenta


Algunos psicoanalistas tienen una teoría para explicar por qué hemos caricaturizado tanto la crisis de la mediana edad, en ocasiones llevada al absurdo a través de bromas o guiones televisivos en los que el hombre,obsesionado por los injertos capilares, aparece salivando como un ser desesperado que persigue a jovencitas con las que echar una canita al aire; mientras, la mujer, un tanto amargada y desquiciada, intenta recuperar esa juventud de la que nunca disfrutó teniendo un affaire con su entrenador personal. Ellos opinan, con cierta ironía, que llevar esta situación al absurdo ha sido fundamental para la supervivencia, porque si hacer cambios radicales en tu vida se hubiera considerado como algo bien visto en la sociedad hubiéramos tenido un serio problema.
¿Te imaginas que toda la población mundial entre los 40 y 50 años optara por romper con todo y comenzar de nuevo a esas alturas de la vida? El mundo se desequilibraría mucho más de lo que está. Bromas aparte, este puede que haya sido el motivo por el que yo, como mucha otra gente, nunca haya sido capaz de identificar este fenómeno en mi persona, precisamente porque nunca me había visto reflejada en ese cliché que se ha dibujado de mujer que nunca se ha sentido libre, que no ha tenido juventud, que se casó con su primer novio, que no ha viajado ni visto mundo y que, ahora en plena cuarentena, harta de limpiar, de cocinar y de quitar pañales, se da cuenta que no ha vivido lo suficiente y quiere escapar, dejarlo todo atrás. No es el caso. Recién cumplidos los 44, ¿me he librado de la crisis de la mediana edad?
La respuesta es negativa. La crisis de identidad de los cuarenta es real, lo que ocurre es que no se manifiesta de la misma manera, ni en el mismo momento, en todas las personas. Yo sí reconozco esa profunda sensación de haber llegado al ecuador de mi vida, de que ya ha comenzado la cuenta atrás. He empezado a cuestionarme si he cumplido con las expectativas que teníapara conmigo misma y también las que el resto de la sociedad tiene puestas en mí. ¿Hacia dónde voy? ¿Lo que tengo es lo que quiero?, ¿Cómo puedo mejorarlo? Y, lo más importante, ¡qué miedo a perderlo! Sí, un absoluto, caos. Pero la psicoterapeuta Mónica Fabra me explica que todo este maremágnum sentimental es normal y que no soy rarita. "Según has ido madurando has ido experimentando cambios en tu forma de ser, de relacionarte, y ahora, al llegar a los cuarenta o a los cincuenta, tienes un mayor conocimiento de ti misma y sueles disponer de más recursos para satisfacer tus necesidades. Las exigencias de los hijos, que se han hecho mayores, han disminuido y te encuentras en la tesitura de poder hacer muchas cosas… Todo ello genera una pequeña crisis". Es como la maternidad, que te hablan mucho de ella sin que nadie te prepare para afrontarla, y tengo que decir que, a pesar de haber sido tan caricaturizada, la crisis de la mediana edad no tiene demasiada gracia. Eso sí, me he dado cuenta de que, si eres capaz de ver todo lo bueno que puedes sacar de este episodio y darle un revulsivo a tu favor, merecerá la pena haber pasado por él, porque sales reforzada. Puede que ese sea precisamente el objetivo de sufrirla.

Primer síntoma: tomar consciencia de la mortalidad

El término crisis de mediana edad lo acuñó Elliott Jacques en 1965, un psicoanalista canadiense que lo definió como "un reflejo de la toma de consciencia de la propia mortalidad". Él tenía 48 años. La idea apunta directamente al momento en que la muerte deja de ser un concepto general o un suceso vital consistente en la pérdida de alguien cercano para convertirse en un asunto personal. Es decir, cuando comienzas a pensar que eso te puede pasar a ti.
A los veinte años te crees inmortal, piensas que son otros los que fallecen, pero un buen día la vida te pega una bofetada que te espabila y te dice que no, que la muerte nos alcanza a todos, y entonces te entra miedo porque ahora sí que de verdad tienes muchas cosas que perder. Luego reflexionas, asumes tu temporalidad en este mundo y tomas conciencia de que tienes que aprovechar la vida y dedicar más tiempo a aquello —y a aquellos— que de verdad quieres. Fabra dice que "es frecuente saber lo que deseas en este momento vital de tu vida y no estar dispuesto a renunciar a ello. Te encuentras en la mitad de la vida y seguramente ya has tenido experiencias de pérdida o enfermedad de alguno de los padres, lo que ha incrementado el sentimiento de temporalidad. Es normal hacer un balance general de la vida, es un momento de tomar decisiones respecto a si lo que hacemos nos satisface, nos gusta o nos llena. Es un concepto nuevo, ya que nuestros padres y abuelos, por lo general, no se planteaban que en la vida cambian los anhelos, deseos y sueños personales. La sociedad actual es más consciente de ello".
Parece que a mitad de nuestra existencia la satisfacción vital decrece. Un estudio de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, rastreó los datos de 35 millones de personas en 80 países diferentes, entre ellos España, para mostrar que existe un patrón constante en la depresión y en los niveles de felicidad que está relacionado con la edad y que nos suele dejar muy tristes al alcanzar la década de los 40. Para que nos hagamos una idea, si la felicidad sigue una curva en forma de u, está muy alta al principio y al final de nuestras vidas, pero más bajita en el medio. Los investigadores encontraron que para las mujeres el pico en el que se encuentra más baja es alrededor de los 44 años, mientras que los hombres está en los 50.

¿He alcanzado el éxito? ¿He cumplido las expectativas?

La decadencia física tiene que ver con este bajón, para qué vamos a negar lo evidente, pero yo no echaría la culpa de mi estado de ánimo a los 10 kilos extra que he ido añadiendo al esqueleto entre mi 25 y 44 cumpleaños. Era una sensación de cierta ansiedad e incertidumbre que tampoco sé bien cómo explicar, pero que guarda más relación con los sueños que no se han cumplido. La psicóloga me explica que puede que "me sintiera estancada en mi proyecto vital, con escasas posibilidades de crecimiento y expansión, y eso es algo que produce malestar". Esto me hizo reflexionar sobre lo poco que tiene que ver entonces esta crisis con el proceso natural del que hablábamos antes, porque, si lo piensas detenidamente, al final toda esta comedura de cabeza tiene que ver más con la presión social, con lo que deberías ser o dónde deberías haber llegado al cumplir los 40.
Confirma mi teoría el profesor de historia de la medicina de la Universidad de Exeter Mark Jackson, quien pidió en el transcurso de una conferencia en la Royal Society que, por favor, dejáramos de trivializar el tema de la crisis de la mediana edad, ya que puede ser fácilmente el primer signo de una crisis depresiva. "Ya no es un fenómeno biológico, como se pensaba en el siglo pasado, sino que el sentir que llegas a los 40 sin alcanzar el éxito que alguna vez se esperó de ti, respecto a tus relaciones personales y al trabajo, se debe a factores culturales y sociales. Por ello, hay que ayudar a estas personas a mantener sus relaciones y carreras en un momento en el que la presión les puede hacer cometer un error (dejarlo todo porque la presión social les hace sentir que ni ese trabajo ni esa pareja es suficiente). Es necesario abordar el déficit de información que existe sobre cómo navegar por estos años", explicó en la conferencia.
Dicen algunos que te das cuenta de que estás atravesando una crisis de la mediana edad cuando te descubres a ti mismo espiando a tus ex en las redes sociales (que son una trampa para la soledad), y tienen razón; un síntoma de estar pasando por esta crisis es cuando te embarga la nostalgia. Seguro que hubo épocas gloriosas en nuestras vidas, y está bien recordarlas, pero eso no significa que sea algo normal desear regresar a ellas. Los años de universidad, por ejemplo, fueron memorables, pero ¿volver a las aulas, de verdad me apetece? Creo personalmente que aquello pasó, que estaría desubicada, y, sobre todo, no creo estar preparada para que mis juergas queden recogidas en las redes sociales. Todo lo que pasó en la uni se queda en la uni y, lejos querer regresar, solo puedo expresar mi agradecimiento inmenso a la tecnología por haber retrasado la llegada del smartphone hasta que pasaran mis locos años 20. No es cierto que cualquier tiempo pasado fuera mejor, por ello, de todas las citas célebres que existen sobre la mediana edad, mi preferida es una de Eleanor Roosevelt: "La única vez que vives plenamente es de 30 a 60. Los jóvenes son esclavos de los sueños, los viejos sirvientes del arrepentimiento. Solo los de mediana edad tienen todos sus cinco sentidos para mantener su ingenio".
Respecto a aquellos años, recuerdo que lo único que me preocupaba de mis amigas era si determinado chico les había hecho caso o si la resaca estaba siendo llevadera. No sé exactamente cuándo pasó, pero aquellas conversaciones dieron paso a compartir otro tipo de confidencias: las que afectan a los problemas de salud que están viviendo sus padres, las relacionadas con la educación de los hijos, las malas y buenas etapas que atraviesan con sus parejas, su estabilidad laboral... Lo mismo ocurre con tus padres, ¿acaso hace 20 años te obsesionaba tanto su estado de salud como ahora? Atravesar por esta crisis me ha hecho empatizar más con ellos.Como señala un estudio, cuantos más conflictos tenemos que hacer frente en nuestra vida, más empatizamos con los demás.
Por ejemplo, ahora veo en mis amigas algo más que personas con la que me gusta salir y divertirme, he comenzado a observar a aquellos que quiero con otros ojos, los de la admiración al descubrir cómo se han convertido en mujeres fuertes e independientes que crecen en sus carreras profesionales, superan retos de salud complicados, salen de crisis económicas o sobreviven a divorcios difíciles. Y qué decir de cómo te cambia la percepción sobre tus padres.

La crisis trae cambios positivos para la salud

Sí, todas estas dudas y disquisiciones, inevitablemente terminan afectando a la vida en pareja. El resultado no tiene que estar directamente relacionado con la disminución de la frecuencia en el sexo, pero todo afecta. No es fácil decirle a tu compañero de vida: "Unilateralmente he decidido dejar el trabajo porque no me hace feliz, a partir de mañana contamos con un sueldo menos" y terminar los dos tan contentos disfrutando de buen sexo como si esa conversación nunca hubiera existido, y no fuera a afectar a toda la familia. Por cosas como esta y muchas más, no es de extrañar que los divorcios y las crisis de pareja aparezcan en esta franja de edad. Me lo confirma la psicóloga y terapeuta de pareja Teresa Vaquero: "Las mujeres comienzan antes a notar que se están produciendo cambios en ellas. Muchas, a los 30 años, ya se dan cuenta que han comenzado otra fase, pero en general es un proceso más progresivo, que se va produciendo más lentamente y, por ello, se trata de una transición más llevadera. En los hombres, sin embargo, ocurre de repente, normalmente ocurre entrados los 40, por lo que resulta más abrupto". Vaquero cuenta que las parejas acuden a terapia porque hay un malestar, algo que falta en sus vidas, pero también señala que estas crisis, la mayoría de las veces, no tienen demasiada trascendencia porque ambos terminan por adaptarse a los cambios que están viviendo y seguir el camino juntos.
"No se encuentran a gusto con su cuerpo, notan que envejecen y comienzan a analizar esas cosas que no han hecho en la vida y que les gustaría hacer. Estos cuestionamientos pueden resultar positivos, ya que la mayoría de las personas optan por hacer algo al respecto: un viaje juntos, perder peso, dejar el alcohol, hacerse un retoque estético, comenzar a correr, apuntarse al gimnasio o a clases de baile". Es cierto, a mí me sirvió para dejar de fumar, pero es solo un ejemplo de cómo esta revisión que hacemos puede servir para incorporar cambios que nos van a ayudar a sentirnos bien sin desequilibrar demasiado nuestras vidas. Según el estudio de la empresa BUPA, a los 30 años las mujeres empiezan dejando el alcohol y el tabaco y se apuntan al gimnasio,mientras que los hombres esperan a los 40 para llevar a cabo los nuevos y saludables propósitos, que ya no son comprarse la moto o el deportivo, sino hacerse vegetariano, correr una maratón o apuntarse a una Tough Mudder, una carrera militar de obstáculos imposibles.
Pero hay otras crisis que no son tan pasajeras y que necesitan cambios mucho más profundos, cambios que a veces no se hacen bien y que pueden desembocar en situaciones complicadas. "Hablamos de cuestionar tu relación de pareja, si estás o no enamorado. Esto es algo que también se puede plantear directamente con la pareja, porque en algunos casos se habla y, a raíz de plantear estos sentimientos, la relación mejora. Pero el problema llega cuando comienzas a buscar la solución por tu cuenta, porque entonces lo que suele ocurrir es que se suelen tomar decisiones que ponen en peligro tu equilibrio de vida y de pareja, como, por ejemplo, cuando uno opta por buscar la satisfacción sexual fuera", cuenta la terapeuta. ¿Y qué ocurre tras esa relación extramatrimonial? "Puede que te haga sentir bien —añade Teresa Vaquero—, por lo que el trance de separarte y todo lo que conlleva te habrá servido para encontrarte a ti mismo y ser feliz. Pero también puede suceder que después de dejar a la pareja (e incluso de acompañar esta decisión con otras como la de dejar el empleo) te encuentras con que aún no eres feliz".
En estos casos, "la crisis de la mediana edad ha sacado a la luz un problema real que necesita tratamiento, ya que puede desenmascarar una depresión (por ejemplo, algo que se suele dar en personas que nunca han hecho en la vida lo que ellas querían, que no saben quiénes son ni lo que quieren hacer con sus vida)", dice la experta. Este momento de la vida supone un gran reto, es como una prueba de fuego que nos pone la vida antes de pasar a otra fase de nuestro ciclo vital. La psicóloga Mónica Fabra también lo ve de esta manera. "El reto consiste en poder vivir asumiendo las responsabilidades que nos corresponden como adultos sin renunciar a aquellas cosas que son importantes para nosotros".

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