viernes, 14 de junio de 2019

Venezuela emite nuevos billetes ante la hiperinflación

Las denominaciones de 10.000, 20.000 y 50.000 bolívares llegan en medio de una persistente escasez de papel moneda


Un vendedor informal en las calles de Caracas.



Alonso  Moleiro

En medio de un pronunciado caos económico —que ha llegado a expresarse, incluso, en la escasez del propio papel moneda—, el Banco Central de Venezuela ha anunciado la emisión de tres nuevos billetes de 10.000 (1,6 dólares), 20.000 (3,2 dólares) y 50.000 bolívares (8,1 dólares), que comenzarán a circular este jueves. Las denominaciones llegan, según el instituto emisor con el objeto de “hacer más eficiente el sistema de pagos y facilitar las transacciones comerciales” en la nación caribeña.
La medida, anunciada por los funcionarios de Nicolás Maduro, se concreta en un inédito marco hiperinflacionario. El alza de precios ha alcanzado picos desconcertantes, lastrando aún más la ya de por sí debilitada economía venezolana. Su interpretación, además, se torna confusa en medio del descontrol numérico y la opacidad informativa del Gobierno chavista, que durante varios meses no ha querido dar a conocer el estado real de las cifras macroeconómicas.
A finales de mayo, el banco central emitió su primer reporte de las finanzas venezolanas tras cinco años, ubicando la inflación en 2018 en el 130.000%. Esa tasa, sin embargo, está a años luz de la que ofrece la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, que la sitúa por encima del millón por ciento.
El economista Jesús Casique cree que la entrada en circulación de los nuevos billetes tendrá un efecto temporal, pero advierte de que no está a la vista ninguna decisión destinada a detener las causas estructurales del aumento de los precios. Entre ellas destaca la monetización del déficit fiscal, que cabalga por encima del 8% del PIB.
En Venezuela, casi todas las transacciones comerciales se pagan electrónicamente o con transferencias bancarias acordadas antes por el prestador del servicio y el cliente. Los cajeros automáticos ofrecen al público cifras irrisorias de dinero en efectivo: el monto máximo son 5.000 bolívares en un país en el cual un café cuesta 3.000.
Leonardo Vera, académico de la Universidad Central de Venezuela, conviene en que la medida de Maduro puede ayudar a resolver el problema crónico de escasez de efectivo, siempre y cuando —eso sí— se produzcan piezas monetarias suficientes. “Con uno de estos billetes se puede al menos pagar el salario mínimo”, calculado ahora en 18.000 bolívares. “Para la autoridad monetaria esto es un alivio: la cantidad de dinero que se tiene que fabricar es más pequeña”.
El año pasado, el Ejecutivo de Maduro, que ya había tenido que enfrentar graves desórdenes callejeros en pueblos apartados del país por la ausencia de efectivo y el descontrol de los precios, anunció una reconversión monetaria, la segunda en poco más de una década. La cirugía de retirar cinco ceros a la moneda —juzgada por Casique como “incompleta”— y la nueva familia de billetes presentada entonces ofreció una breve sensación de estabilidad, disuelta en muy poco tiempo en el desastroso contexto de la economía venezolana.
Casique se detiene en un dato: apenas el 6% del total de la liquidez monetaria venezolana está integrada en papel moneda, cuando su promedio natural en una economía al uso es del 12%. Hace tres años, el porcentaje total de dinero líquido en Venezuela era de apenas el 1%. Entonces, Maduro responsabilizaba de las circunstancias a “las mafias colombianas de la zona fronteriza” y a una componenda urdida por actores económicos internacionales.
Los salarios triturados y la brutal devaluación que ha tenido lugar en la era Maduro han decretado la muerte del valor nominal del bolívar —durante varias décadas la moneda más fuerte de América Latina, cuando el crudo aún regaba la economía venezolana y la gestión no había hecho descarrilar el sector productivo— como instrumento de ahorro. Ante la destrucción de su divisa, el país sudamericano experimenta una dolarización de facto: más de un tercio de las transacciones comerciales del país ya se ejecutan en el billete verde.

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