No se requieren doctorados en economía para generar riqueza y repartirla a manos llenas
Andrés Manuel López Obrador en rueda de prensa tras la renuncia del secretario de Hacienda |
No se requieren doctorados en economía para generar riqueza y repartirla a manos llenas. Para alcanzar el crecimiento económico en un país empobrecido se deberían imitar, adoptar y adecuar las claves del éxito utilizadas en otras naciones. ¿Complicado...?
Si los milagros económicos de Corea del Sur y de Singapurconstituyen unas de las grandes historias de éxito del último siglo, ¿por qué no estudiarlos a fondo y aplicarlos para alcanzar los niveles de bienestar con los que soñamos en América Latina? Alemania, 1945, cuatro décadas después de concluida la guerra, ya era de las primeras economías exportadoras del mundo. En 1953, Corea del Sur destruida por otro conflicto armado, era más pobre que la mayoría de las naciones latinoamericanas, en tanto, en 1960, Singapur se conocía como un pantano con un PIB per cápita de 500 dólares al año. Hoy casi alcanza los 60.000 dólares, mientras Corea del Sur llega a 26.000 dólares. ¿Para qué tratar de explicar lo acontecido en la del Norte?
En Corea del Sur y en Singapur entendieron la importancia de invertir intensamente en educación, para lo cual aumentaron, capacitaron y estimularon el capital humano hasta convertirse en potencias económicas. ¿Capital humano?, se dirían hoy ofendidos los populistas, como AMLO o Maduro, entre otros más, supuestos defensores de la dignidad de los desposeídos a los que empobrecen a diario con sus políticas extraídas del bote de la basura. Seúl y Singapur cuentan con una de las fuerzas laborales más calificadas del mundo, sin menoscabo de la seguridad jurídica y productividad que garantizan a sus inversionistas.
Hoy, a medio siglo de distancia, Singapur y Seúl son considerados unos de los 10 centros financieros y comerciales del mundo. Si sus Gobiernos invierten el 7% o más de su PIB en educación, sus sociedades hacen lo propio a nivel doméstico: todos contemplan a la educación como la gran prioridad. Ambas naciones creen en la meritocracia, en la competencia abierta y contemplan a sus maestros con admiración y respeto al ser considerados los forjadores de su futuro. En Finlandia los profesores ganan entre 35.000 y 40.000 dólares al año: tienen lo que valen y valen lo que saben. La feroz competencia los impulsa a estudiar y a continuar construyendo una imagen de orgullo entre sus nacionales, al contar con los mejores centros educativos de Asia y, gracias a ello, formar parte de los países más prósperos del mundo.
El orgullo no cuenta en el contexto de una estructura social y política corrompida. ¿Cómo combatir el desorden y la descomposición ante la inexistencia del sentido del honor? ¿Qué tal la concepción de la dignidad del samurai o el recurso del harakiri ante el decoro perdido? Basta decir que la presidenta de Corea y el presidente de Samsung, la empresa más importante de Corea, están encarcelados por corrupción.
Singapur, en razón del narcotráfico, de la inseguridad callejera y de la putrefacción política, era uno de los países más violentos del mundo en 1960. La aplicación de la pena muerte en relación de diversos crímenes, vació las cárceles, acabó con la delincuencia y con los desfalcos del erario: la horca, ante delitos comprobados y muchas veces confesados, fue la gran solución a pesar de las condenas internacionales por violación a los derechos humanos.
En México, se registraron casi 100 homicidios al día en 2018 y centenas de miles en la última década si no se pierden de vista los desaparecidos. La pena de muerte es una aberración, pero ¿acaso el asesinato impune, propio de un Estado fallido, de cientos de miles de mexicanos, no representa otra ruindad? ¿Cómo cambiaría México si los funcionarios o jueces de cualquier nivel, hasta el jefe del Estado, aparecieran retratados en primera plana, colgados de una soga, una vez comprobados los delitos de los que se les acusó?
Si copiar es la clave, copiemos las estrategias educativas exitosas adoptadas en otros países; copiemos los sistemas idóneos para construir sin tardanza un Estado de derecho, una fuente de bienestar para la nación, a diferencia de las políticas de López Obrador orientadas a cancelar la Reforma Educativa en un país de reprobados y a impartir justicia selectiva de acuerdo a sus estados de ánimo.
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