domingo, 1 de septiembre de 2019

29 años bajo una tumba de hielo

El hallazgo del cuerpo momificado del alpinista Mateo Parrilla, desaparecido en 1990 en los Andes argentinos, revive su olvidada historia


Valencia 
Miembros del equipo de rescate transportan un cuerpo hallado en el cerro Rincón de los Andes que pertenece al español Mateo Parrilla.
Miembros del equipo de rescate transportan un cuerpo hallado en el cerro Rincón de los Andes que pertenece al español Mateo Parrilla.  EFE
El 27 de enero de 1990, apareció publicado en este periódico un breve, un suelto como se llamaba antes, firmado por la agencia EFE que informaba de la desaparición de un montañero español que escalaba el Aconcagua "tras 48 horas de búsqueda". 29 años después, se ha hallado un cuerpo momificado que podría ser el del español desaparecido el 18 de enero de 1990, según apuntan todos los indicios. Su nombre es Mateo Parrilla y tenía 35 años cuando se perdió su rastro, no en el Aconcagua, sino en el cerro El Rincón, de 5.365 metros de altura, situado en la localidad de Potrerillos, en la provincia argentina de Mendoza, limítrofe con Chile.
No hay apenas pistas sobre la trayectoria montañera de Parrilla. Su desaparición tuvo lugar en la era previa a la extensión de Internet. Entonces, las hazañas y las desgracias tenían una difusión mucho más limitada y fungible. Pero las informaciones publicadas en la prensa local argentina estos días aportaban el nombre de Pedro Martínez Balgañón, alpinista español que acompañó a Parrilla en su aventura de hace casi 30 años.
Lo cuenta el comisario general Roberto Munives, responsable del reciente rescate del cuerpo, encontrado por un andinista el pasado domingo a 4.500 metros de altura, y que ya participó en la búsqueda de 1990: "Yo llevaba cuatro años prestando servicios en la patrulla de rescate y se me convocó para ir al rescate de esta persona que había estado en situación de emergencia. Entrevistamos a su compañero, Pedro Martínez Balgañón, que dijo que notó que venía un temporal y perdió de vista a su compañero Mateo Parrilla. La búsqueda terminó siendo absolutamente infructuosa", explicó el máximo jefe policial. "Martínez Balgañón estaba muy golpeado y shockeado. Lo contuve y lo alojé en mi casa por una cuestión de solidaridad plena, porque es la cultura y la usanza del montañista, que (a un par) nunca se lo deja solo, y de eso nació una amistad", relató Munives en el portal MDZ on line (Mendoza on line). "Por eso este hallazgo para mí es algo muy personal, siempre me había quedado pendiente lograr encontrar a ese hombre. Es una verdadera historia de vida", finalizó el comisario.
Localizado a través de las redes sociales, este periódico se ha puesto en contacto con Pedro Martínez Balgañón, que se ha mostrado muy conmocionado por el hallazgo y por los recuerdos del aquel trágico episodio. Reacio a pronunciarse, sí que ha dedicado unas palabras para rendir homenaje a su antiguo compañero: “Era un montañero apasionado. Amaba la montaña”. “Espero que sus familiares se sientan reconfortados con la noticia. Mi pensamiento siempre estuvo con ellos”, añade este aficionado al alpinismo que colaboró con los grupos de rescate en 1990. Hoy asegura que no tiene contacto con la familia de Mateo.
Desde el Ministerio de Seguridad de Mendoza explicaron que todo indica que se trata de Parrilla, originario de Valencia y residente en Cataluña, ya que el cadáver hallado por un excursionista el pasado domingo contenía su documentación. Sin embargo, otras informaciones apuntan la posibilidad de que fuera aragonés. En Valencia, alpinistas de contrastada experiencia como Joan Grífols, que fue dirigente del Centre Excursionista e integrante de la expedición que coronó el Everest en 1991, ha asegurado este sábado que no conocía a Mateo Parrilla ni le sonaba su nombre. La federación de montañismo, así como el consulado de España en Mendoza, están cerrados por ser sábado.
Según la Unidad de Patrulla de Rescate y Auxilio en Montaña, la desaparición del español es la única de la que hay registro en la zona en los últimos 30 años, aunque cabe esperar al informe forense para confirmar su identidad.

Con la mochila a la espalda

El cuerpo fue avistado el 12 de mayo por un excursionista, quien avisó a las autoridades locales. Cuando el cadáver fue rescatado de un glaciar inferior, se encontraba "totalmente momificado" y con una mochila a la espalda, lo cual hace pensar que la persona accidentada caminaba por el filo del sendero y cayó. Una vez lograron bajarlo de la montaña, lo entregaron a la policía científica, que ahora mismo trabaja en su identificación.
El cerro El Rincón pertenece al parque provincial Cordón del Plata, una zona protegida muy frecuentada para realizar trekking en la parte argentina de la cordillera de Los Andes.
Las autoridades argentinas se pusieron en contacto con el Consulado de España para informarles de la posible aparición del cuerpo de Mateo Parrilla. Consultadas por EFE, fuentes del organismo español declinaron dar más información debido a la ley de protección de datos.

CUANDO LOS GLACIARES COMPLETAN SU DIGESTIÓN

Miembros del equipo de rescate.
Miembros del equipo de rescate.  EFE
ÓSCAR GOGORZA
Las montañas piramidales, de laderas vertiginosas, como el K2 (8.611 m), se sacuden los cadáveres de los alpinistas como si fuese un excedente intolerable. Otras montañas tan majestuosas, pero de laderas menos pronunciadas, como las que ofrecen las rutas normales al Everest (8.848 m), permiten que los restos humanos sirvan de referencia para el resto de aspirantes. Como simples mojones. En cambio, a los pies del K2 se encuentra con frecuencia todo aquello que barren los aludes: restos de tiendas, de material, utensilios de cocina… y restos humanos. En 2004 una expedición catalana al K2 encontró los restos del gran alpinista Renato Casarotto y decidió darle sepultura. Los glaciares engullen los cuerpos, los digieren y acaban, a menudo, por devolverlos a la superficie. El cambio climático ha acelerado un proceso natural: en los Alpes, e incluso en el Pirineo, los glaciares devuelven sus muertos. En el año 2000 unos escaladores madrileños encontraron en el glaciar de las tempestades (cerca del Aneto) material y el DNI del escalador Joaquín López Valls, desaparecido en 1954 cuando escalaba junto a su amigo Ignacio Miró. La laja de roca a la que se sujetaba Valls cedió y provocó su caída. La cuerda se cortó y el montañero cayó en la rimaya, una grieta que separa la roca del glaciar. Su cuerpo no pudo ser hallado… hasta casi medio siglo después.
Pero si existe un hallazgo célebre para un cadáver, éste es el del alpinista inglés George Leigh Mallory, desaparecido junto a su amigo Andrew Irvine en 1924, en la cara norte del Everest. El alpinista estadounidense Conrad Anker encontró en 1999 los restos momificados de Mallory no en un glaciar sino en una pedrera a 8.200 metros. El viento barrió el lugar dejando al descubierto el cadáver más deseado de la historia del alpinismo: se esperaba hallar también la cámara que la pareja llevaba para descubrir si antes de desaparecer ambos lograron alcanzar la cima. No se encontró ni la cámara ni a Invine, aunque la fractura severa que presentaba la momia de Mallory en una pierna permitió conjeturar con un accidente que acabó con sus vidas y con el asalto a una cima que no sería conquistada hasta 1953.
En 2004, el guía surtirolés Hanspeter Eisendle buscaba minerales a los pies del Nanga Parbat (8.125 m): deseaba regalárselos a su hijo, pero encontró de rebote un peroné. 34 años antes, el hermano de Reinhold Messner, Günther, había desparecido en el mismo glaciar, sepultado por un alud. Su desaparición causó una enorme controversia: Reinhold y Günther se habían convertido días atrás en los primeros alpinistas en conquistar la vertiente Rupal de la montaña, pero incapaces de deshacer sus pasos, se lanzaron por la vertiente opuesta, en una huida robada a la muerte. Cuando ya se sabían salvados, un alud se llevó a Günther, quien exhausto, viajaba por detrás de su hermano. Reinhold buscó, desesperado, el rastro de su hermano. Sin éxito. Sobrevivió, pero a su regreso, varias voces no creyeron su explicación y le acusaron de abandonar a su hermano a su suerte. Sobre él pesó la sombra de la sospecha… hasta que el análisis de ADN del peroné confirmó que se trataba de Günther. Un año después, en 2005, el glaciar entregó casi todos sus restos: 35 años después, Reinhold reconoció la ropa de su hermano.

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