lunes, 6 de enero de 2020

Los fuegos sin control en Australia chamuscan al primer ministro

Los fuegos sin control en Australia chamuscan al primer ministro
John Aish, vecino de la localidad australiana de Cobargo, inspecciona una casa pasto de las llamas, mientras siguen descontrolados decenas de incendios en Nueva Gales del Sur (TRACEY NEARMY / Reuters)

Hace años los australianos contaban el chiste de que si algún día los indonesios invadían el país por el norte, nadie se iba a dar cuenta porque allí no vive nadie. Poco contaba el Gobierno liberal de Scott Morrison, un hombre que ha dirigido el departamento del Tesoro y la agencia de Turismo durante su carrera, con que el enemigo que incendia casas, aniquila los rebaños y destruye infraestructuras sería un fuego que ha impactado en el sur.
Las críticas por la errática gestión de la crisis cada día son más fuertes. Pocos días antes de Navidad, Morrison se marchó a Hawái con su familia y tuvo que volver antes de tiempo después de la muerte de dos bomberos voluntarios. También David Elliot, ministro de Emergencias de Nueva Gales del Sur, se demoró: volvió esta semana de un viaje a Europa. Una parte de la prensa australiana se pregunta ya si el primer ministro no está agotando todo el crédito político que obtuvo con su victoria inesperada en el 2018 y lo comparan con George W. Bush y su nefasta gestión del huracán Katrina en Nueva Or­leans.
Los científicos dicen que no hay duda de que el calentamiento global provocado por el hombre ha desempeñado un papel importante en la alimentación de los incendios, como la maleza y los árboles muy secos y los fuertes vientos. Scott Morrison, que había sido criticado con anterioridad por minimizar la necesidad de abordar la crisis climática, ha desviado los reproches con un intento de cambio de tono.
El sábado, Morrison anunció un incremento del presupuesto para luchar contra las llamas, nuevos helicópteros del ejército y de la vecina Nueva Zelanda, el traslado del vehículo anfibio más grande de la Marina australiana, el HMS Adelaide, y la movilización de 3.000 reservistas sin que el hombre que coordina las actuaciones sobre el terreno, Shane Fitzsimmons, responsable de los servicios de emergencia de Nueva Gales del Sur, supiese nada. Fitzsimmons se ha enterado por la prensa.

“Este fuego es nuestra guerra, ¿dónde está el ejército al que pagamos millones de dólares?”, lamentaba una mujer

“Estoy decepcionado y frustrado”, decía ayer desde el centro de emergencias de Sydney. “En uno de los peores días, con desplazamientos masivos, tuve una conversación con la oficina del primer ministro. Fue amistosa, se disculparon por lo que podrían haber hecho mejor en términos de comunicación. Ahora todos estamos trabajando en esto para sacar lo mejor de este anuncio de nuevas medidas”.
Sobre el terreno, el domingo acabó con un pequeño respiro para las tareas de extinción gracias a algunas lluvias leves, aunque los servicios de emergencia temen que la peor situación pueda volver. Un total de 200 fuegos siguen activos en el sudeste del país, 139 en Nueva Gales del Sur. De estos, 69 no están todavía controlados. El descenso de las temperaturas y el aumento de la humedad han permitido que ningún fuego esté en nivel de emergencia, y sólo dos focos en el borde con Victoria y en Kerry Ridge se hallan en fase de observación.
En Victoria la situación es más complicada, especialmente en el contado de East Gippsland. Los incendios de Cann Valley y Wangarabell siguen en el nivel de emergencia.
En Canberra, el corazón político de Australia, el cielo ha cambiado de color. Aunque la ciudad está a 60 kilómetros de la línea de llamas, desde Nochevieja vive debajo de una intensa nube de humo naranja que ha hecho que la ciudad registre los niveles de contaminación más altos del mundo. Las autoridades han pedido a la población que eviten la exposición al aire tóxico. Museos y universidades han cancelado sus actividades, el servicio postal no funciona desde el viernes y la compañía aérea Qantas ha suspendido todos los vuelos con origen y destino en la capital.
La compañía eléctrica Essential Energy asegura que 24.500 abonados de la costa sur podrían estar sin luz toda esta semana, ya que no pueden reparar las instalaciones aéreas o terrestres dañadas por el fuego. Además, el calor puede volver a ser intenso como lo fue el sábado pasado. En Pernith, un barrio residencial entre Sydney y las Blue Mountains, el termómetro alcanzó los 48,9 grados Celsius, la tercera temperatura más alta del estado desde que se recogen estadísticas.
El fuego ya ha calcinado más de 1.200 casas y amenaza con inutilizar carreteras, puentes y negocios. Un total de 24 personas han perdido la vida, y las autoridades de Victoria buscan a tres desaparecidos. La devastación en lo que respecta a la fauna y la flora es descomunal. En una entrevista para la cadena ABC, James Todd, responsable del departamento de Medio Ambiente de Victoria, contaba que “centenares” de especies amenazadas están afectadas por el fuego.
“Este fuego es nuestra guerra –decía una mujer atrapada en el pueblo costero de Mallacoota–, ¿dónde está el ejército al que pagamos 6.000 millones de dólares?”.
La batalla puede ser larga, con una temporada de incendios que con el cambio climático se ha alargado más que otros años. Ante este panorama, Morrison intenta liderar la respuesta política al fuego. Para hoy ha convocado a su Gabinete en Canberra. “No es tiempo de discusiones, es tiempo para la acción”, asegura ahora.

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